Imaginario de Ibiza | Los apéndices parroquiales y su fascinante arquitectura

Las viviendas de los capellanes constituyen la parte más civil de la construcción sacra y un elemento que, lejos de reducir la monumentalidad de las iglesias, contribuye a su enriquecimiento estético

Casa parroquial de Sant Rafel. / X.P.

Casa parroquial de Sant Rafel. / X.P.

@xescuprats

Ibiza

Los detalles no son los detalles. Los detalles son el diseño

Charles Eames

A diferencia de muchos otros templos del mundo, donde la simetría desempeña un papel esencial, siempre me ha resultado fascinante la aleatoriedad arquitectónica de las iglesias pitiusas, donde rara vez existe continuidad entre fachadas y geometrías. Los oratorios isleños constituyen la versión monumental de la casa payesa, que los oriundos construían con los materiales que tenían más a mano: piedra y argamassa para los muros, y vigas y tablas de sabina y pino para las cubiertas, que se aislaban de la humedad con hojas secas de posidonia, ceniza y arcilla.

Estas humildes viviendas, que asombraron a importantes arquitectos de otras latitudes, como Le Corbusier o Sert, por su gusto estético y una insólita inteligencia conceptual, se adaptaban a la orografía del terreno, sin que nadie se planteara acondicionarla, e incorporaban progresivamente nuevos volúmenes de diferentes alturas. Estos cubos se aferraban a la estructura primitiva, según crecía la familia o se requerían nuevas estancias vinculadas a las faenas de la finca, como almazaras, molinos de sangre, bodegas, despensas, graneros, secaderos, corrales…

La casa ibicenca era un cuerpo vivo que evolucionaba y crecía en función de las necesidades, al igual que ocurría con los templos. De hecho, no queda uno sólo de cuantos se construyeron en la Ibiza rural hasta el siglo XIX, que no haya experimentado asombrosas mutaciones, rompiendo todo rastro de la proporcionalidad y simetría que pudieran haber albergado al principio. Sus mayores dimensiones requerían de conocimientos constructivos más complejos, para así incorporar elementos como la bóveda de cañón, pero dejando al margen estos detalles, bien podrían definirse como casas payesas a lo grande.

Uno de los templos más icónicos en este sentido es el de Sant Rafel, que, según del lado desde el que se observe, se antoja un edificio completamente distinto y a veces ni siquiera parece una iglesia. Siempre me ha gustado acceder a él por la retaguardia, ascendiendo desde la tapia del cementerio por el callejón de Can Parent. Quizás por los gruesos muros de piedra seca que se aferran a la puntiaguda fachada trasera, que antaño conformaban un enorme cercado cuya superficie se disputaban una enorme chumbera y una no menos voluminosa higuera. El nopal ha desaparecido, ocupando su lugar, al menos hasta no hace mucho, una rústica pérgola creada para proporcionar cobijo a un viejo carromato de muertos, y el ficus aún se conserva, aunque no tan hermoso como antaño. También impresiona el desnivel que asciende y desciende en paralelo a la fachada, hasta el extremo de imaginar que la iglesia alberga en su interior la cima del monte, y los contrafuertes, disimulados por capillas y trasteros al abrigo de éstos.

Al doblar la esquina, la altura de la fachada principal, con su doble porche y la curvatura del campanario, aporta majestuosidad. El último lienzo, sin embargo, es el que me produce mayor emoción. Alberga la casa parroquial, con su pórtico grande, su entrada pequeña, el ventanuco al lado de ésta y los balconcillos de las plantas superiores, situados a alturas y distancias dispares. A veces se antoja un rostro que te observa y no resulta extraño que Josep Planells, Pep Negre, el párroco poeta, encontrara en esta casa, oteando la capital y el puerto desde los vanos de las alcobas, inspiración más que suficiente para ligar sus versos.

Otras viviendas eclesiásticas

Las casas parroquiales de las iglesias ibicencas son parte esencial de la estética de los templos. Una de las más atractivas, con un ascenso incluso más pronunciado que la de Sant Rafel, la tenemos en Sant Agustí. La de Sant Josep destaca por la profundidad de su porche y las de Jesús, Santa Gertrudis, Sant Llorenç o Sant Carles, entre otras, se camuflan también, en una fachada lateral que, si la observáramos sin conocer el resto del conjunto, difícilmente imaginaríamos que se trata de una iglesia, salvo por el campanario en la cumbre.

(*) Cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza

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