Dominical

Memoria de la isla: Humor, buen humor, en el Diario de Ibiza

Cuando Diario de Ibiza va camino de alcanzar el siglo y medio de vida, con la perspectiva que nos dan los años, constatamos que la década de los 60 fueron una forma de bisagra entre el Viejo Mundo y el que vivimos hoy

Una tira de Franky

Una tira de Franky

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

Antes de entonces, nuestras islas, más que turistas, tenía viajeros. No diré que la llegada del barco-correo fuera un acontecimiento, pero algo de espectáculo sí tenía porque lo novedoso nos venía de fuera y de aquí la expectación que creaban las arribadas. Nuestra congregación en los muelles para presenciar el desembarco del pasaje rompía la atonía que vivía la ciudad, en la que un día era igual a otro. Todavía en los años 50 que recuerdo, las cosas no eran muy diferentes al paisaje humano de finales del XIX que describe el Archiduque Luís Salvador: «Fuera de la animación de los domingos y la arribada del vapor, pocos son los entretenimientos de los ibicencos que se contentan con las peleas de gallos». Es cierto que de uvas a peras pasaban cosas que rompían la placidez urbana y el transcurrir pausado de las horas, pero aún vivíamos un tempo lento en el que nada sabíamos de prisas y agobios. Como decía Quoêlet en el Eclesiastés, todo tenía su tiempo y había un tiempo para cada cosa. Los relojes no regían y el de la Catedral estaba parado, como recordaba con retranca Diario de Ibiza, «siempre con sus manecillas hacia abajo, fiel espejo de nuestro indolencia y pasividad. Nos preguntamos si tiene que ser así hasta el día del Juicio Final». (Diario de Ibiza 20.06.1906).

No sé si hasta ese día, pero casi, porque en los años 50 seguía sin mover sus agujas, clavadas y vencidas a las seis y media la horaria y la minutera por los pájaros que se posaban en ellas. Y no es que nos importara. Las campanas de Sant Elm marcaban los tiempos con el toque de la primera misa, del Ángelus al mediodía y de la llamada al rosario en las atardecidas. Lo de las horas, entonces, era un más o menos. Y no nos iba mal.

Las cosas empezaron a cambiar cuando el Diario de Ibiza, en 1893, sustituyó a los semanarios que hasta entonces se publicaban. Ya no era tan importante acudir al barco-correo para tener noticias frescas del exterior. Las daba el nuevo rotativo que, por lo que compruebo en su hemeroteca, ha tenido muy en cuenta que, además de informar, convenía entretener, mantener despierto y animoso al lector con alguna nota de humor que dulcificara la grisura de aquellos años. Un punto de desenfado que, por cierto, recogía el que habían tenido antes La Peladilla, El Coco, La Gaviota y El Canario, semanarios satíricos en los que los seudónimos ya daban una pista de la chirigota: Píldora, Fígaro, Luna de Valencia, Mínimo, Cielito lindo, Mosquito, Desiderio, Fulano, Juan el golfo, etc. Decir en broma lo que en tono serio no se podía decir era una buena estrategia. Las más de las veces, el humor no estaba tanto en lo que se decía, que podía ser una auténtica noticia o un anuncio, sino en cómo se decía, en el tono jocoso que se utilizaba. Y es algo que no ha cambiado. Me entretengo en hojear viejos números del Diario y compruebo que, antes o después, con complicidad, nos arranca una sonrisa. Y como muestra, unos ejemplos.

Lírica macabra

«Nada de ideas ni discursos. El periodo electoral se conoce en Ibiza por los anuncios de grandes atracones de buñuelos, aguardiente y arroz con cabra o carnero para conquistar a los reacios». «La presidenta de la Woomen’s Christian Temperance Union de Nueva York advierte que el beso es una práctica bárbara y malsana que debe ser abolida». «Ayer fue un día de reyertas mujeriles. Hubo arañazos, vapuleos y tirones de moño al por mayor. ¡Vaya con el sexo débil!». «Los vecinos de la calle Santa María le preguntan al Alcalde si han cometido algún delito para que por las noches se les tenga a oscuras y no se encienda el único farol existente». En alguna ocasión, la guasa está en los anuncios: «¡Mil pesetas a quien presente para las enfermedades urinarias Cápsulas de Sándalo mejores que las del Doctor Pozá!». «Se ofrece nodriza con leche fresca. Informan en la imprenta de este periódico». «Confirma el edil de San José que se creará una escuela en la Isla dels Penjats». «Gran alboroto en la calle Amadeo, cuando un municipal mata a zurriagazos a dos gallinas que iban sueltas». «Se vende un panteón en la entrada del cementerio que no ha sido usado».

Y no faltan casos en que una noticia grave cae en lírica macabra: «Ayer se celebró el entierro de la preciosa niña Josefina C. F., tierno capullo que comenzaba a abrir sus delicados pétalos en la alegre alborada de su existencia y que acaba de volar al cielo». «La casa de comidas can Andreuet, en la calle Aníbal, avisa que mañana domingo tendrá plato de tripa del que nada decimos porque no hay adjetivos para elogiarlo como merece». «Se avisa a los que padecen dolencias del pecho que durante todo el mes de mayo se expenderá, en la rinconada de la casa de D. Mariano Chinchó, leche de burra». «¡Abrid el corazón solteros y solteras carcamales! En la boda que se celebró ayer en el Convento, ella cumplía 50 primaveras y 70 abriles él. ¡Todavía estáis a tiempo!». «Mañana, domingo, en el Teatro Pereira, osos amaestrados bailaran valses y malagueñas». «Conviene que en horas fijas pasen por las calles las cabras y vacas de leche para que quienes la precisen puedan tomarla recién ordeñada».

Chirigotas en verso

No faltan chirigotas en verso: «Señor Alcalde mayor, / ¿no ha visto al pasar usía / acumular porquería / de la ciudad en derredor? / Y esas calles, ¡voto a cien! / sirviendo de basurero, / de pocilga y sumidero, / ¿no las vio usía también?». Noticias, en fin, que venían condimentadas con sal y pimienta, como deber ser para no aburrir. ¡Y que no nos falte el chiste nuestro de cada día!

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