Imaginario de Ibiza: En una orilla vacía y conel Cap Nunó en el horizonte

La llegada de la Semana Santa marca la frontera entre Ibiza e Ibiza. La isla trasmuta a partir de estas fechas a un territorio eminentemente turístico, donde escenas tan apacibles como la de la imagen ya no volverán a reproducirse durante meses. Pocos enclaves tan indicados como Cala Bassa para simbolizar esta dualidad.

Cala Bassa y, al fondo, Cap Nunó.

Cala Bassa y, al fondo, Cap Nunó. / X.P.

@xescuprats

Nadie es una isla, pero todos somos media isla, una península rodeada casi por todas partes de agua negra y, a pesar de todo, unida a otras penínsulas.

Amos Oz

Este cielo plomizo y tormentoso que aparece en la fotografía no resta un ápice de belleza al paisaje. La ribera rocosa y desnuda, vacía de humanidad. El agua clara, límpida, que, antes de volverse plúmbea en las profundidades, hasta más allá de donde alcanza la vista, anticipa en la orilla un fulgor potencial de turquesas y esmeraldas, cuando los cúmulos por fin se desvanezcan una vez liberados de su carga. El verdín que tiñe los escollos, sumándose a la conjunción de glaucos y cetrinos. El estado aleatorio de las coqueras, unas llenas de mar y otras secas y tintadas de salitre. Los postes de madera y hierro encallados en las rocas a modo de rústicos noráis. Y más allá, al otro lado de la bahía, los destellos albos de las casas que se asoman entre los pinos, los montes del interior que se elevan sobre los acantilados en la lejanía y el poderoso Cap Nunó, que se yergue sobre todo el conjunto acariciando las nubes.

A la escena, ahora que se vislumbra la temporada turística a la vuelta de la esquina, habiendo incluso quien ya la ha empezado, le quedan dos telediarios. Cala Bassa, como todas las playas isleñas de belleza apabullante, y hasta aquellas que no la poseen, ha iniciado su metamorfosis con rumbo a otro estadio donde la belleza apacible no tiene cabida. A cambio, el asedio nos proporciona un medio de vida, aunque en él cada vez se vive peor.

Antaño, cuando algún foráneo inquiría por el mejor instante para visitar la isla, la respuesta siempre era junio. Por San Juan, cuando los días son eternos y anochece casi de madrugada; cuando la isla ya está abierta de par en par, pero aún sigue medio vacía, a la espera de la marabunta de julio y agosto; cuando las orillas aún resultan frescas pero no gélidas, los chiringuitos están a punto, los camareros aún se mantienen sonrientes y descansados, y los arenales de las playas albergan suficientes oquedades para instalar la toalla; cuando los precios de los hoteles aún se mantienen moderados y las carreteras resultan practicables, sin necesidad de soportar congestiones eternas para acceder a los pueblos o contemplar la puesta de sol.

Hoy el consejo ya no es el mismo. El sueño de la desestacionalización se acabó cumpliendo y deviniendo en pesadilla, y ahora julio y agosto se prolongan por espacio de seis meses. La isla queda entonces en suspenso para los isleños durante un periodo cada vez más largo, limitando su movimiento a los lugares únicamente impuestos por la rutina.

Volvemos a despedirnos de Ibiza para recibir a Ibiza, nuestra versión turística y pecuniaria, capaz de reducir a la mínima expresión al oriundo, su cultura y su ritmo circadiano. Esa isla que sustituyó el modesto uniforme de tendera por las lentejuelas de la gran meretriz.

Todo está a punto de cambiar en esta imagen, con la única excepción del horizonte inmutable del Cap Nunó. Bendito aislamiento.

Historias del cabo

Desconozco si es un chiste malo o una leyenda barata, pero existe una versión que afirma que el cabo que aparece en la imagen fue bautizado por los musulmanes, tras la conquista del siglo XIII. Cuando supuestamente eran conducidos al borde del precipicio para que la gravedad desempeñase la faena del verdugo, decían «no, no, no». El topónimo, sin embargo, no se escribe Nonó, como aparece en tantos libros e ilustraciones, sino Nunó. Y sí, tiene que ver con el desembarco de los cristianos en la isla, pero de otra manera. Uno de los cuatro cuartones en que fue dividida Ibiza le tocó en suerte a Nunó Sanç, uno de los nobles que la conquistaron en nombre de Jaime I, junto a Guillem de Montgrí y Pere de Portugal. De ahí el nombre.

(*) Cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza

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