Dominical
Imaginario de Ibiza: De palacios y escaleras inverosímiles
En estos tiempos en que la okupación se sitúa en el centro del debate público en Ibiza, poco se habla de otro tipo de usurpación de la propiedad: la de las escaleras, terrazas y otros elementos arquitectónicos que se instalan en los acantilados y rincones abruptos del litoral, y que nos pertenecen a todos

Accesos al mar de villas en Porroig. / X.P.
El fuero para el gran ladrón, la cárcel para el que roba un pan (Pablo Neruda).
Que el rey emérito demande al ex presidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla por faltarle al honor, con la catarata de adjetivos gruesos que le han dedicado directores de periódico, comunicadores de pseudo medios, políticos, ex amantes, actores de cine, tertulianos del corazón, biógrafos resentidos, etcétera, resulta insólito e inexplicable.
Por esos misterios de los vericuetos de la mente, la noticia me ha inspirado cierto paralelismo: el de las instituciones pitiusas, tanto el Consell como los ayuntamientos, que se vanaglorian a través de comunicados de prensa siempre que emprenden acciones contra un ibicenco que ha construido ilegalmente una modesta casa para un hijo o ha añadido un dormitorio a su residencia sin pedir permiso, rehuyendo, sin embargo, atacar otras ilegalidades mucho más flagrantes ocurridas en esas mansiones colosales que cuelgan de los acantilados y que coronan los montes. Palacios que mutan y se expanden como por arte de magia, ante la vista de todo el mundo.
Revilla fue un político importante pero ahora ya no es más que un jubilado que afrontará con dificultades el vía crucis judicial que, dada la maquinaria legal que tiene a su disposición, puede desplegar el emérito para perpetrar su venganza. Es como si concentrara en una sola persona la catarata de desagravios, muchos veces merecidos y justificados, que han acabado convirtiendo una figura pública antaño reverenciada en un personaje repulsivo para muchos españoles. Obviamente, las cuentas en paraísos fiscales, los rocambolescos líos de faldas, el nefasto papel de los servicios de inteligencia para silenciarlos, la huida a Oriente Medio o las cacerías de elefantes han desempeñado un papel destacado en la ecuación que ha derivado en una pérdida abrumadora de su imagen pública.
La instantánea que ilustra esta página está tomada desde el mar y, aunque las construcciones que se ven en ella ya tienen años, constituyen un ejemplo de las tropelías urbanísticas que se han cometido en nuestra costa con total impunidad, incluyendo su ocupación. Hay que decir que okupas los hay de muchos tipos y los de suelo público en el litoral también representan una plaga en la isla que nadie se ha interesado en erradicar. Habría que determinar de qué tipo tenemos más y no me atrevería a hacer apuestas.
La foto muestra en su parte central una de las grandes villas erigidas en la punta de Porroig, donde se asienta una de las urbanizaciones más lujosas de la isla. Más allá de que sus dimensiones respondan o no a la licencia, la escalera que desciende hasta el mar, al igual que ocurre con la vivienda vecina, representa un atentado flagrante a la propiedad pública y en su momento fue considerada un escándalo. Desconozco la situación actual de estas construcciones, pero la costa ibicenca está plagada de ellas por todas partes: Caló d’en Real, es Cubells, Cala Mastella, Cala Llenya, Portinatx, Cala Tarida, Cala Vedella, Cala Carbó, es Amunts… Basta un recorrido por la costa ibicenca desde el cielo de Google Maps para detectar docenas y docenas de ejemplos, pero se ve que quienes se dedican a expedientar infracciones urbanísticas no manejan dicha herramienta.
Hay parcelas que solicitaron licencia para una casa y ahora albergan tres o cuatro, jardines colgantes construidos con muros de piedra que se escalonan en el acantilado, piscinas de tamaño olímpico colgadas sobre el precipicio y un largo etcétera. Cualquier aficionado a la pesca o a salir a navegar por la costa de Ibiza conoce sobradamente la realidad de estos intocables. Así nos va a los ibicencos; como a Revilla con el emérito.
Privatización de la costa
Muchas de las estructuras que descienden hasta el mar por los rincones más abruptos del litoral isleño concluyen en una plataforma que permite a los promotores de estas escaleras disfrutar de una playa particular, ya que únicamente es accesible desde sus villas. Y aquellos que deciden aprovecharlas por vía marítima a menudo son expulsados bajo el argumento, absolutamente falso, de que se trata de una propiedad privada.
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