Imaginario de Ibiza

Imaginario de Ibiza | El circo de s’Era des Mataret

Según parece, los turistas tendrán que renunciar a la fotografía de la puesta de sol junto a es Vedrà, desde los acantilados situados al pie de la Torre des Savinar. Que los propietarios de los terrenos hayan decidido cerrar toda la zona es algo que se veía venir desde hace años

Puesta de sol desde el Puig des Savinar. / X.P.

Puesta de sol desde el Puig des Savinar. / X.P.

Xescu Prats

Xescu Prats

Más vale un minuto de vida franca y sincera que cien años de hipocresía (Ángel Ganivet).

Una vez que los vecinos de Cala d’Hort han superado todos los límites de la paciencia, a causa del caos circulatorio y la tensión que se produce a diario en temporada por la multitud que acude a contemplar el ocaso, no han tenido más alternativa que cortar por lo sano. El camino de tierra por el que se accedía a s’Era des Mataret –para muchos la mejor postal des Vedrà y es Vedranell, y desde donde también se podía ascender al Puig des Savinar, donde aguarda la torre–, ha quedado cerrado, al igual que la amplia explanada de aparcamiento que existía antes de bajar a la playa. En ambos casos se trata de terrenos privados y sus propietarios por fin han dicho basta, algo que se veía venir desde hace años.

Probablemente tendrían que haber tomado esta decisión mucho tiempo atrás, por impopular que resulte, y se habrían ahorrado unos cuantos malos ratos. El resto de los ibicencos, en todo caso, sólo podemos admirar su temple y capacidad de resignación, al igual que la de los demás vecinos, que probablemente hayan batido el récord mundial. Cualquier otra persona habría acabado pinchando ruedas o apedreando las lunas de los coches que les cierran el camino cada vez que quieren entrar o salir de casa. Que no hayan llegado a las manos con la caterva de desdeñosos que estacionan en cualquier parte y rechazan retirar el vehículo pese a sus advertencias, constituye un verdadero milagro.

En los años jóvenes de estudiante, casi siempre que volvía a la isla acababa en s’Era des Mataret. Constituía una liturgia infalible para engordar la provisión de recuerdos y emociones con que combatir los periodos de barbecho ibicenco en el exilio peninsular. Porque, para la mayoría de ibicencos, al menos los de entonces, el tiempo que transcurría en tierra foránea sólo representaba la transición hacia la vuelta a casa. A priori, parece que ya no podremos disfrutar de tan maravilloso paisaje, aunque igualmente tendremos que reconocer que, por las citadas aglomeraciones, a pocos oriundos se nos pasaba ya por la cabeza acercarnos a los despeñaderos durante la temporada.

Es lo que ocurre cuando una actividad eleva su categoría de esporádica a multitudinaria y constante. Nadie tiene la culpa, salvo el borreguismo, la imbecilidad y el gregarismo humanos, que empujan a todos hacia la misma dirección. Mientras tanto, el Ayuntamiento, que ha autorizado a los vecinos a cerrar el paso a su propiedad, deshoja la margarita. Una de las opciones consiste en permitir que dicho aparcamiento se convierta en área de pago. Es probable que la mera obligatoriedad del desembolso ya ejerza de filtro, reduciendo de manera notable la afluencia de turistas groseros. Ciertamente, los dispuestos a pagar por contemplar una puesta de sol tienden a ser gente más respetuosa.

Que algún vecino, después de todo lo soportado estos años, obtenga un beneficio equilibraría mínimamente la balanza. Sobre todo después de ver a tantos vendedores de mojitos, guías de excursiones sin complejos, organizadores de bodas piratas, profesores de yoga sin sede y toda la variedad de caraduras que pululan por dicho escenario pasarse años haciendo el agosto en propiedad ajena, dejándola, ya de paso, convertida en un grotesco estercolero.

Muy probablemente, y a pesar de las piedras colocadas en el aparcamiento de la playa y las vallas que impiden el acceso a s’Era des Mataret, los instagramers se acabarán tomando como un reto obtener la ansiada fotografía crespuscular de es Vedrà. Más pronto o más tarde, encontrarán caminos alternativos para llegar al mismo lugar o, en el peor de los casos, se desplazarán a otros lugares del entorno, trasladando el problema a corta distancia. El tiempo lo dirá.

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