Coses Nostres

Coses Nostres | Un futuro de cielos marcianos

Dos estudios del CSIC demuestran que los episodios de calima están aumentando, tanto en frecuencia como en intensidad, y que las causas están relacionadas con el cambio climático.

Día de intensa calima en el puerto de Vila. / CAT

Día de intensa calima en el puerto de Vila. / CAT

Cristina Amanda Tur @territoriocat

Los estudios científicos confirman lo que para muchos ya era una sensación; los episodios de polvo africano son cada vez más frecuentes y más intensos. Y, además, «las causas están claramente relacionadas con el cambio climático», así lo asegura el geólogo Jorge Pey Betrán, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC), que ha participado en dos investigaciones que llegan a tales conclusiones (publicados en Nature y en Science of the total environment) y que continúa trabajando en la materia, recogiendo muestras de diferentes lugares de España, incluyendo Cabrera y s’Albufera de Mallorca. «En Balears solemos registrar entre un 20 y un 25 por ciento de días de calima al año», señala.

El geólogo explicaba, en el Nautilus de IB3 ràdio, que el cambio climático ha alterado la dinámica atmosférica: «Lo que está pasando es que la atmósfera, en latitudes medias del Atlántico norte, está funcionando de una forma relativamente distinta de como lo estaba haciendo en los últimos siglos; antes teníamos un predominio de vientos del oeste , que de vez en cuando se modulaban y permitían que masas de aire desde el norte —muy frías— o desde el sur —mucho más cálidas y con polvo— llegasen hasta nosotros. Estas masas de aire cálidas y con polvo las encontrábamos en verano y ahora lo que estamos viendo es que la circulación es más meandriforme y estas masas de aire cálido vienen con mucha más frecuencia y ya no sólo en verano». Es decir, el Mediterráneo occidental se halla cada vez más bajo la influencia de masas de aire de origen subtropical y menos bajo los flujos de aire del oeste.

Oeste del Sáhara y sur de Argelia

Además —analizando la composición a lo largo de los años y combinándolo con los datos meteorológicos—, los expertos han podido llegar a la conclusión de que el polvo africano que llega hasta las islas procede básicamente del oeste del Sáhara y del sur de Argelia. «Y esto es muy interesante, porque, dependiendo de la procedencia, la composición es ligeramente distinta». La cantidad y el tipo de hierro pueden variar, así como la concentración de fósforo, por ejemplo, y estos dos componentes «son típicos nutrientes de los ecosistemas», por lo que el hecho de que la calima llegue de un lugar u otro tendrá un efecto sobre ellos.

En este sentido, cabe destacar que el polvo africano tiene tanto efectos positivos como negativos, ya que, si bien suponen un aporte de nutrientes en el medio ambiente, empeoran la calidad del aire para los seres humanos e incrementan su mortalidad. «A muchos de los ecosistemas empobrecidos, como puede ser el Amazonas, que es una zona del planeta donde llueve muchísimo y los suelos se lavan muy rápido de nutrientes, les va muy bien que les llegue polvo del Sáhara», añade el geólogo. Y el fósforo y el hierro que contiene este polvo mineral propicia , además, explosiones de vida en el plancton cuando cae sobre los océanos.

Respecto al aumento de los días de polvo africano en suspensión, en la investigación (en la que han tomado como base un estudio climatológico que comprende desde 1948-2020), han detectado no sólo que, desde el inicio de la serie, se ha producido un progresivo aumento de días de polvo sino que el incremento es más acusado en las últimas tres décadas. Todo ello, «nos debería preocupar, en especial teniendo en cuenta el escenario que se nos presenta en las próximas décadas, ya que parece ser que aún vamos a tener más polvo del que tenemos en la actualidad».

La calima —calitja en catalán— está formada por una composición muy variable de minerales entre los que puede destacarse el hierro y el fósforo por su efecto en los ecosistemas, pero también puede arrastrar contaminantes de origen antrópico. Son «contaminantes que no se dan a gran escala, aunque sí que es verdad que algunas de las zonas en las que se emite el polvo están fuertemente industrializadas y los controles ambientales no son tan estrictos como lo son en Europa».

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