Imaginario de Ibiza
Imaginario de Ibiza | El asombro ante el paraíso
Pocos lugares de la costa ibicenca conservan la intensidad de los colores del mar en cualquier condición climatológica. El agua de Comte, sin embargo, exhibe su fulgor turquesa aunque la calima apague el cielo o incluso cuando éste se cubre de gris por la llegada de una tormenta.

Illots de Ponet frente a Comte. / X.P.
Quien hace un paraíso de su pan, de su hambre hace un infierno (Antonio Porchia).
Da mucho que pensar este aforismo del poeta italo-argentino Porchia y explica, de alguna manera, los sentimientos encontrados que algunos ibicencos tenemos respecto a nuestra patria chica. Durante décadas, hemos experimentado tal orgullo por ella que cuando las cosas han ido cambiando, globalizándose y desangrándose la isla en identidad, hemos experimentado con tristeza la sensación de desvincularnos un poco de ella. Sufrimos hambre, en definitiva, de aquella tierra de antaño, con su turismo y su temporada, pero sin los presentes agobios ni la jauría de marcianos gobernando algunos de sus más emblemáticos lugares. Aquella Ibiza sin filtros, donde todo el mundo se mezclaba, sin que importaran las lenguas, las estéticas o el grosor de la billetera.
Cada uno de estos últimos veranos, sin que podamos evitarlo, emerge una pesadumbre que lastra el espíritu y la alegría, como una cartuchera de plomo que se aferra a la cintura del carácter. En invierno, sin embargo, la melancolía hiberna como el oso pardo en la caverna y podemos reconciliarnos con la ínsula con el fervor de los días de antaño. Porque Ibiza, una vez sanada de la sobredosis de gente y mundanidad, vuelve a ejercer como el paraíso que asombra, una y otra vez, con su radiante belleza, en toda esa concatenación de lugares que aún conserva.
La tregua se estira hasta bien entrada la primavera y convive sin mácula con el turismo del arranque, que también acude a gozar paisajes y sabores, antes de que las carreteras se desborden. A esa fase de transición pertenece esta fotografía, donde una muchacha de piel morena parece mimetizarse con el paisaje, mientras se detiene abrumada por el impacto de la naturaleza que tiene delante.
Apoya la mano derecha en un saliente rugoso, mide la temperatura del agua con el pie izquierdo, siente la textura esponjosa de la hierba marina que cubre la roca y calcula el itinerario para cruzar la barrera de espuma y zambullirse en ese mar increíblemente turquesa, que se vuelve oscuro y profundo al bañar los escollos de ses Bledes, tan aparentemente cercanos y, sin embargo, distantes.
Al contrario de lo que ocurre en Formentera, donde idénticos colores e intensidades se propagan por doquier, Platges de Comte es la única playa de Ibiza que conserva la viveza de estos colores todo el año, incluso en los meses aciagos de la canícula, cuando los cielos se enturbian por la calima o al oscurecerse por la inminencia de una tormenta.
La lección de Comte
Una de las mejoras más destacadas que se han realizado en Platges de Comte es el cierre del aparcamiento que antaño se expandía por todo el llano situado sobre el acantilado que se asoma al lado oeste de la playa. En su día, hubo quien dijo que limitaría excesivamente el acceso a la orilla y que muchos turistas dejarían de ir. No sólo no ha ocurrido así, sino que hoy la playa recibe más gente que nunca todo el verano. No sólo los bañistas están dispuestos a recorrer a pie el leve paseo que enlaza con la nueva zona de aparcamiento, junto a la carretera de acceso, sino también aquellos que acuden al atardecer, ya engalanados, para disfrutar de la puesta de sol.
La plataforma rocosa aguarda entre es Racó d’en Xic y los escollos que preceden el arenal principal del lado de poniente. Desde aquí, aunque no se aprecie en la imagen, se asoman también s’Illa des Bosc, tan próxima que permite desentrañar a golpe de vista los accidentes de su orografía, y s’Espartar, con su ladera inclinada donde los artesanos, en el mes de agosto, acuden a recolectar manojos de esparto para cestas y capazos. Comte, aunque en realidad signifique conde, es de cuento.
Una de las mejoras más destacadas que se han realizado en Platges de Comte es el cierre del aparcamiento que antaño se expandía por todo el llano situado sobre el acantilado que se asoma al lado oeste de la playa. En su día, hubo quien dijo que limitaría excesivamente el acceso a la orilla y que muchos turistas dejarían de ir. No sólo no ha ocurrido así, sino que hoy la playa recibe más gente que nunca todo el verano. No sólo los bañistas están dispuestos a recorrer a pie el leve paseo que enlaza con la nueva zona de aparcamiento, junto a la carretera de acceso, sino también aquellos que acuden al atardecer, ya engalanados, para disfrutar de la puesta de sol.
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