Imaginario de Ibiza | La hora bruja de Sant Josep
Sobrepasado el crepúsculo, cuando el cielo se enciende de cobalto justo antes de oscurecerse por completo, es el momento mágico de contemplar la iglesia que erigieron los vecinos de Benimussa y es Vedrans hace casi 300 años.

La hora bruja en la iglesia de Sant Josep. / X.P.
Aunque viajemos por todo el mundo para encontrar la belleza, debemos llevarla con nosotros para poder encontrarla
Existen distintas aplicaciones para el término ‘hora bruja’. Ahora que acabamos de rendir homenaje a los difuntos y que, siguiendo la estela globalizadora que nos llega desde el nuevo mundo, los jóvenes acuden a fiestas con atuendos terroríficos, viene al caso subrayar en primer lugar su significado más esotérico. El folclore europeo alude a él como ese instante en torno a la medianoche, que puede prolongarse hasta la madrugada profunda, en que las hechiceras obtienen mayor efecto a sus sortilegios y las ánimas –al igual que hombres lobo, vampiros, íncubos y toda clase de malignas criaturas–, emergen de las sombras.
En pediatría, hora bruja también se utiliza como sinónimo del denominado llanto púrpura, que son esos episodios vespertinos de lloros y rabietas inconsolables, sin causa específica, que se producen cuando los bebés aún tienen pocos meses. Incluso existe otra traducción de uso regular en el sector bursátil, que pone nombre a esos cuatro viernes específicos del año en que aumenta el volumen de ciertas transacciones y al mismo tiempo se produce el vencimiento trimestral de determinados activos, provocando episodios de inestabilidad y escenas de pánico. Esas cuatro jornadas fueron bautizadas como la cuádruple hora bruja de las bolsas.
La imagen que acompaña esta página, sin embargo, no guarda relación con ninguno de estos significados, sino con la hora bruja de los fotógrafos, que se refiere a la luz particular que confieren a los objetos los amaneceres y los atardeceres, cuando las sombras se alargan y los colores se encienden para luego apagarse, o viceversa. Cada aficionado o profesional del gremio posee su propia definición al respecto. La mía atañe a un periodo de tiempo mucho más concreto y escueto, cuando el crepúsculo ya se ha agotado por completo y, unos minutos antes de que la negrura se adueñe del cielo, éste se tiñe de un azul oscuro y radiante; el mismo que aparece en la fotografía.
Para muchos artesanos de la cámara, constituye el mejor instante para fotografíar monumentos iluminados, pues el juego de colores y sombras que albergan sus formas quedan enmarcados por ese intenso tono cobalto e imperial. Así ocurre en esta captura de la fachada principal de la iglesia de Sant Josep, con el fulgor encalado que desprenden sus muros, el tono cálido que irradia el porche –a juego con el reloj de sol de la segunda planta– y el citado azul oscuro casi negro que envuelve el monumento desde las alturas. Nada que ver si la instantánea se hubiese tomado tan sólo diez minutos más tarde.
La imagen, asimismo, se ha realizado desde la perspectiva adecuada. Evita que aparezcan por el lateral de la casa parroquial los edificios de pisos y adosados que, incompresiblemente, se permitió erigir en la falda del monte posterior al templo, elevándose sobre él y destrozando la postal más icónica del pueblo. El Ayuntamiento aún tiene pendiente aprobar el Plan Especial de Protección de la Iglesia de Sant Josep, que, en cualquier caso, será tarde porque el mal ya está hecho. Llegada la hora bruja, tendremos que seguir observando la iglesia desde este flanco, renunciando a escudriñarla completamente de frente.
Medio siglo de adelanto
A comienzos del siglo XVIII existían en la isla muchas menos iglesias rurales que ahora. Antes de que desembarcara en Ibiza el primer obispo, Manuel Abad y Lasierra, sólo se habían construido fuera de la ciudad cuatro templos fortaleza en Sant Antoni, Santa Eulària, Sant Miquel y Sant Jordi, y la iglesia de Jesús, destinada en un primer momento a la orden de los franciscanos. El templo de Sant Josep lo erigieron los propios vecinos de es Vedrans y Benimussa, entre 1727 y 1731, con la autorización del obispo de Tarragona, a cuya diócesis pertenecían las islas pitiusas. Fue medio siglo antes de que comenzaran a edificarse las nuevas parroquias, a partir de 1785.
(*) Cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza
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