Imaginario de Ibiza | El Pou Roig, un monumento arrinconado en la periferia
El que fuera uno de los pozos más importantes del Pla de Sant Jordi, fuente de vida y encuentros, hoy aguarda en el esquinazo de dos calles asfaltadas y suburbiales. Un monumento en tierra de nadie, condenado al olvido.

Uno de los pozos antiguos más destacados del patrimonio hidrológico pitiuso está en Sant Jordi. / X.P.
Algunas cosas se hacen tan nuestras que las olvidamos
Quien no conozca con relativa profundidad los vericuetos de la sociedad y la geografía de Sant Jordi, ni tampoco las innumerables posibilidades que ofrece este núcleo poblacional, podría definirlo como un mero barrio residencial a medio construir; un núcleo todavía indefinido que proporciona dormitorio a numerosos residentes que, por trabajo, ocio o familia, hacen una parte esencial de su vida en la ciudad.
En parte tendrían razón, porque la evolución urbanística de este alfoz tan cercano al meollo capitalino, aunque lo suficientemente lejano como para mantener intacta su idiosincrasia de pueblo, se encuentra en un estadio intermedio entre las escenas campesinas que se contemplaban por estos andurriales hace medio siglo y el desarrollo de una periferia familiar. A vista de pájaro, incluso en el puro centro más próximo a la iglesia fortificada, se alternan parcelas perfectamente cuadriculadas por un entramado de calles esbozado con escuadra y cartabón, con áreas más grandes ocupadas por fincas semiabandonadas, alguna incluso con su propia casa payesa, a la espera de que este desarrollismo aún vigoroso que palpita en Ibiza les depare idéntico destino.
Las manzanas de chalets adosados y bloques de pisos, que en su mayoría presentan un máximo de dos plantas, se alternan con extensiones olvidadas de algarrobos, almendros y otros árboles de secano, cuyas ramas ya nadie poda y cuyo fruto tampoco se recolecta. Antaño, la mayor parte de estas tierras las labraban los mayorales, ya que pertenecían a los señores de Vila, hasta que el turismo les proporcionó suficiente coartada como para abandonar esa vida de miserias, sin echar la vista atrás.
Como herencia de aquel universo rural, que hoy se nos antoja prehistórico, se conserva prácticamente intacto uno de los pozos antiguos más destacados del patrimonio hidrológico pitiuso: el Pou Roig. Antaño, al estar situado en un cruce de caminos en medio del campo, debía de estar precedido de una amplia plaza donde estacionaban los carros en los que llegaban los payeses para aprovisionarse de agua y, en verano, llegado el momento, celebrar su existencia con la danza y el repicar de los tambores y las castanyoles.
Hoy, el Pou Roig tan solo ocupa un esquinazo y su plaza no supera en anchura a la acera que, siguiendo la traza urbanística de la zona, podría haber ocupado su lugar. En contradicción con el triste chaflán al que ha quedado reducido, un cartelón color burdeos con el logotipo del Consell sí lo califica como monumento y recuerda que en él se celebraba un baile cada domingo posterior a la festividad de Santa María, que es el 5 de agosto, aunque también subraya que la fiesta se ha trasladado a la barriada cer
cana de Can Burgos. Su presencia ya ni tan siquiera se conmemora una vez al año, algo que es previsible, dado que a sus pies resulta imposible danzar salvo ocupando la vía pública. Al descubrirlo en esta soledad de asfalto, en el esquinazo de las calles de la Mèrlera y de la Sindicalista Margalida Llogat, resulta inevitable experimentar cierta sensación de tristeza.
Un sarcófago abrevadero
El Pou Roig, a pesar de todo, conserva ciertas particularidades que invitan a visitarlo. Su estructura pétrea, de factura tosca y sin enlucir, posee la misma tonalidad terrosa que los campos de los alrededores cuando se roturan. De ahí, tal vez, su nombre. La abertura frontal se halla precedida por un rústico alfeizar de poca altura y posee una jamba con polea, todo de madera, encastrada en los muros laterales. El elemento más sorprendente, sin embargo, es el abrevadero, de dimensiones mucho mayores que las habituales, hasta el extremo de que una persona no excesivamente alta ni gruesa podría tumbarse en su interior. Algunos historiades, de hecho, afirman que es un sarcófago de época romana, reciclado para tal fin. Incluso cuenta con un pequeño canal que facilita llenarlo a cubos sin tener que separar los brazos del brocal.
(*) Cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza
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