Dominical. Coses Nostres.
La gran dama blanca del invierno
La garceta grande es un ave que ha experimentado una importante recuperación en Europa, lo que ha hecho posible que cada vez sea menos rara en Ibiza y Formentera
Como si trajera la nieve en el blanco de sus preciosas plumas, la garceta grande es una ave de invierno que cada vez es menos rara en las Pitiusas. A principios de la década iniciada en el año 2000, su presencia se consideraba accidental y sólo existían algunos registros esporádicos durante los pasos migratorios de primavera y otoño, sobre todo en otoño. A partir de mediados de esa década, año tras año, unos pocos ejemplares se quedan varios meses en la isla y pueden verse principalmente en los estanques de ses Salines; en enero de 2023, durante el recuento de aves acuáticas, se notificaron dos ejemplares, uno en es Codolar y otro en sa Sal Rossa. Dos individuos no representan un gran número, desde luego, pero su elegante presencia, grande y blanca, siempre despierta interés y no pasa desapercibida.
Según la información de la organización conservacionista SEO/Birdlife, «cada vez son más los ejemplares que recibimos [en España] durante el invierno y, lo que es más relevante, los que se reproducen entre nosotros en lugares como el Delta del Ebro o las marismas del Guadalquivir». El motivo de este incremento es «su recuperación poblacional en Europa». Esta especie era considerada en España únicamente invernante y muy escasa a principios de la década de los 90 —su presencia era «anecdótica», según destaca SEO/Birdlife—, pero hoy ha pasado a ser una invernante regular y está instalada como reproductora desde que, en 1997, una pareja anidara en el Delta del Ebro y, un año después, una segunda lo hiciera en Doñana.
La garza blanca es un ave ampliamente distribuida en el mundo, y ocupa todos los continentes excepto la Antártida. Y aunque hoy —y a pesar de la degradación que sufren muchos humedales— esta garza no se halla en peligro de extinción. Fue a consecuencia de su grave situación y de las intensas matanzas que sufrió antaño que surgieron algunos de los primeros movimientos conservacionistas, como la prestigiosa y conocida National Audubon Society, fundada en 1905, una de las más antiguas del mundo y que, precisamente, tiene una garza blanca por emblema. Durante la época reproductiva, estas garzas cambian un poco su plumaje y les salen unas largas y bonitas plumas en la garganta y la base del cuello, unas plumas ornamentales que en el dorso se muestran algo desflecadas y se prolongan sobre las plumas de vuelo y la cola. Y fueron estas plumas el motivo de que esta especie —igual que otros ardeidos como la garceta común (Egretta garzetta)— fuera empujada casi hasta la extinción entre finales del siglo XIX y principios del XX. Se mataron millones de garzas simplemente para arrancarles sus bellas plumas y adornar con ellas los sombreros, algo que se puso de moda en París, se extendió a toda Europa y provocó un lucrativo y sangriento comercio desde países como Venezuela y Colombia, que vieron desaparecer muchas poblaciones de aves. Las plumas, que no eran baratas, y los sombreros emplumados se convirtieron en símbolo de estatus social.
Hay que tener en cuenta que las garzas muestran sus mejores plumas en época de reproducción, lo que implica que los animales solían matarse cuando probablemente tenían pollos o estaban incubando huevos, agravando la situación.
Pero como los ecocidios siempre tienen nefastas consecuencias, la desaparición de las garzas hizo que proliferaran plagas de insectos y se arruinaran grandes extensiones de cultivos. Todo tiene consecuencias.
EL TAMAÑO
La garza blanca puede alcanzar una envergadura de entre 145 y 170 centímetros y un metro de longitud. La garceta común, el otro ardeido con el que, por su color, podría confundirse (aunque tiene el pico negro) mide tan solo entre 50 y 65 centímetros, con una envergadura de aproximadamente un metro.
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