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Imaginario de Ibiza

Una playa mutante en la bahía del Port de Sant Miquel

La orilla de es Pas de s’Illa, que une el islote de sa Ferradura a la costa ibicenca, antaño no existía. Surgió a consecuencia de las rocas y sedimentos que fueron precipitándose desde el acantilado a lo largo del tiempo.

Lengua de tierra que une sa Ferradura con la costa del Port de Sant Miquel. X.P

Vivimos en la Tierra como si tuviéramos otra a la que ir.

(Terry Swearingen)

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El 19 de septiembre se cumplieron dos años de la erupción volcánica en la isla canaria de La Palma. Las coladas de lava arrasaron, además de los sueños y el futuro de miles de vecinos, 3.000 casas, iglesias y otras edificaciones, además de 1.200 hectáreas de terreno, entre las que había 300 explotaciones agrícolas. En los reportajes emitidos estas últimas semanas sobre la situación actual de La Palma, aún perdura ese paisaje lunar de lava que ha engullido pueblos enteros y urbanizaciones, e incluso se han construido carreteras sobre él para conectar los territorios que habían quedado aislados.

Una de las imágenes más asombrosas es la fajana que formó la colada al sur de la montaña de Todoque, al precipitarse la lava desde los acantilados y ganar al mar una superficie de 44 hectáreas. En solo 85 días de erupción volcánica, la isla arrancó al océano el equivalente al estado del Vaticano, lo que constituye el enésimo ejemplo del extraordinario poder de la naturaleza y la incapacidad del hombre para domarla, cuando decide expresarse con toda su virulencia.

El premio tras un camino intrincado

La mejor panorámica de es Pas de s’Illa y su entorno, con la torre de Balansat en lo alto del acantilado a un lado del paso y el islote de sa Ferradura al otro, se disfruta desde la entrada a la cueva de Can Marçà, en las alturas del lado opuesto de la bahía. Desde allí se divisa el último tramo del camino de tierra que conduce hasta el istmo y que desciende por la montaña con una pendiente notable. Es el sendero intrincado que parte de la subida a na Xemena y que merece la pena recorrerse a pie, simplemente porque el premio de terminarlo aún sabe mejor.

La fajana, asimismo, constituye un ejemplo tangible de la mutabilidad de la tierra y los océanos. Los continentes ya estuvieron separados antes de unirse en uno solo y formar Pangea, para después despegarse de nuevo. A los geólogos les basta observar el perfil de los acantilados, con sus pliegues y materiales, para seguir la huella de esta evolución física. Al resto de los mortales, sin embargo, dicho ejercicio nos resulta del todo inútil. Necesitamos ejemplos tangibles y recientes, que nos permitan discernir cómo el mundo evoluciona a diario.

Uno de los más representativos que podemos encontrar en Ibiza está situado en la bahía del Port de Sant Miquel y es conocido como es Pas de s’Illa. La condición de playa mutante que se indica en el título no tiene nada que ver con las consecuencias derivadas del lamentable vertido de combustible que se produjo allí hace poco más de una semana, cuando una mancha de 200 metros de diámetro acabó impregnando de grasa los varaderos, las piedras y la arena de la orilla, teniendo que clausurarse la playa. Guarda relación con la evolución de este enclave, que antiguamente era mar.

Paisaje insólito

La lengua de tierra que une a la costa de Sant Miquel el islote des Bosc o de sa Ferradura no se acumuló de manera artificial, con el objetivo de facilitar la vida a los potentados que habitan el palacio que corona el escollo, como podría suponerse, sino que éstos aprovecharon los desprendimientos de rocas y tierra de los acantilados que sostienen la torre de Balansat, que acabaron formando un istmo notablemente singular y que compone uno de los paisajes insólitos de la isla. Sobre ellos y recortando la costa que desciende desde lo alto del monte, sí construyeron una senda, pero la minúscula isla ya había quedado unida a la grande de manera natural, por la simple evolución geológica.

La imagen, tomada desde el camino boscoso que enlaza la orilla del Port de Sant Miquel con el recodo de Caló des Moltons, exhibe la belleza del resultado, con ese hipnótico horizonte a dos aguas que irremediablemente atrae hacia el paso. Encima tiene chiringuito, una orilla cómoda para tumbarse y un fondo rocoso y cristalino donde zambullirse. Obviamente, cuando vuelva a recuperarse de esta última agresión anónima.

El premio tras un camino intrincado


La mejor panorámica de es Pas de s’Illa y su entorno, con la torre de Balansat en lo alto del acantilado a un lado del paso y el islote de sa Ferradura al otro, se disfruta desde la entrada a la cueva de Can Marçà, en las alturas del lado opuesto de la bahía. Desde allí se divisa el último tramo del camino de tierra que conduce hasta el istmo y que desciende por la montaña con una pendiente notable. Es el sendero intrincado que parte de la subida a na Xemena y que merece la pena recorrerse a pie, simplemente porque el premio de terminarlo aún sabe mejor. 

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza

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