Memoria de la isla : Hoy como ayer

En la pequeña historia de las islas, que para nosotros es grande, sorprende descubrir que Ayboshim, la Ibiza de los siglos V- IV aC., se parece en muchos aspectos, salvando contextos y distancias, a la Eivissa de los siglos XX y XXI. Como si así se cerrara un círculo perfecto

Amuleto del dios Bes (s IV aC). Necrópolis del Puig des Molins.

Amuleto del dios Bes (s IV aC). Necrópolis del Puig des Molins. / P. Baguzzi

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

Sabemos por los clásicos que Ibiza ya fue en sus primeros tiempos una ciudad abierta y cosmopolita, como vuelve a serlo en nuestros días. Diodoro de Sicilia (s. I aC) y Timeo de Taormina (s.IV aC) nos la describen habitada «por toda clase de extranjeros», una frase que podríamos leer hoy en el Diario de Ibiza. ¿Se repite la Historia? ¿Cambian las cosas para seguir igual? El caso es que Ibiza, hoy como ayer, es una Babel que acoge lenguas y gentes de todos los vientos. Es como si Ibiza estuviera predestinada a ser la ‘Isla de Jauja’ a la que todo quisqui quiere venir a pasárselo bien. Es lo que le dice Consencio (s. IV aC) en carta a su amigo Agustín de Hipona, San Agustín para nosotros: «En otros tiempos, quise venir a estas islas con la intención de pasar en ellas todo el tiempo que me quedara de vida, en indolencia y entretenido ocio. 

Es algo que, todavía hoy, ardientemente deseo». (Epist. XII, 6, 2). Lo que quiere el bueno de Consencio es retirarse a nuestras islas y disfrutar del dolce far niente. Como en nuestros días hacen, -para no hacer nada, que de eso se trata- miles de jubilados extranjeros. Y si creemos a los clásicos, Ayboshim no era sólo un buen lugar para el ocio, lo era también para el negocio que, como sabemos, a los fenicios-púnicos se les daba bien. El sesudo Aristóteles comenta que Cartago conseguía el favor popular enviando periódicamente ciudadanos de pleno derecho a las colonias -caso de nuestra bendita isla-, donde era fácil que hicieran fortuna. (Pol. VI,5,1320b, 4 y ss). 

No todos los tiempos fueron en la isla prósperos y felices, los hubo convulsos, pero aquí contemplamos un periodo de relativa calma, cuando en los siglos V y IV aC, la isla aumenta su población en la ciudad y en el campo, potencia su agricultura, explota las Salinas, desarrolla su infraestructura productiva y mejora sus intercambios comerciales como descubre la creciente demanda de ánforas, hecho que multiplica los alfares y potencia la exportación de excedentes, vino, aceite, higos secos, aceitunas, sal, salazones, lanas, teñidos de púrpura, etc. Como comenta Benjamí Costa, la isla mantiene su papel como centro redistribuidor de mercancías foráneas, pero también produce y exporta sus propios productos. Una bonanza comercial que se mantiene, incluso, en el siglo III aC., cuando el choque de Roma y Cartago, lejos de perjudicar a la isla, la beneficia porque hay una mayor demanda que mantiene el negocio. Con la 2ª Guerra Púnica las cosas darán un vuelco, pero esa es ya otra historia. Nosotros volvemos atrás y nos quedamos en la bonanza que trae a la isla a quienes quieren hacer negocio y a los que, como nuestro amigo Consencio, buscan el ocio y la buena vida. 

Llegados aquí, sospecho que en la imagen que pudo tener la isla como mundo feliz, algo tuvo que ver el rijoso Bes, dios enano que se vendía urbi et orbe como icono y patrono de la isla en terracotas, amuletos, escarabeos y monedas de la ceca ibicenca. Bes arrasaba. A tal punto, que se publicitó con fantásticos bulos que incluso los clásicos creyeron a pie juntillas: siendo uno de los atributos de Bes ‘Señor de los animales’ y venir representado con sierpes en las manos, algún espabilado -buscando el efecto llamada-, corrió la voz de que, gracias al favor del dios enano, la tierra ibicenca era sagrada y repelía las serpientes. Parece que el inventor de la historia se olvidó de Formentera que, bautizada Ophiusa o Colubraria, se creía un nido de serpientes. La pequeña pitiüsa, deshabitada, no daba negocio. ¿O tal vez temían que le hiciera la competencia a su hermana mayor? Yo no lo sé. El caso es que el fama de Bes fue a más y los mandamases decidieron que la isla tuviera el nombre del mismísimo dios, se llamaría Ayboshim, Isla de Bes. Hicieron diana. Tener a Bes como dios tutelar era mejor negocio que el del vino, la sal o el aceite. Sobre todo, porque Bes era una divinidad todo terreno. Servía para todo. Era protector del hogar, de los niños, de las parturientas, de las madres, del buen sueño y abogado de los muertos en el Más Allá. Ningún otro dios daba más. Seguro que en la ciudad tuvo un templo y hacían cola para pedirle favores. 

Tal vez algún lector piense que exagero. En absoluto. Lo cierto es que Bes está muy presente en nuestros días y sigue dando fama a la isla con su imagen alegre y loca, emplumado, danzando y tocando tambores y flautas. Asociado a sátiros y silenos, Bes era también el dios de la música, el baile, la jarana, el vino y la fiesta. Divinidad africana, a los fenicio-púnicos les llega a través de Egipto, donde ya tenía una mala fama. O buena, según se mire.En papiros de las dinastías XVIII y XIX lo vemos tatuado en los muslos de hetairas desnudas. Y en las llamadas habitaciones de Saqqara aparece bailando con sierpes y cuchillos, rodeado de mujeres asimismo desnudas que lo presentan como dios del amor sexual y de los placeres libertinos. También en Saqqara han aparecido un gran número de amuletos fálicos, exvotos eróticos con clara referencia a las casas de prostitución que tenían los templos y representado con una verga desmesurada. En una insólita terracota, vemos a cuatro figurillas de Bes que cargan un falo mayor que el de un burro. 

El domador de oráculos

En el templo de Seti I, en Abidos, tenemos grafittis en los que a Bes se le llama domador de oráculos y donador de sueños. Que indujera a la dormilona por arte de birlibirloque o con alguna hierba no lo sabemos, lo que sí sabemos es que Bes aparece vinculado íntimamente a la diosa Hathor, divinidad que se asocia a la embriaguez, la música y la danza. ¡Buena pareja, la de Hathor y Bes! Y aquí lo dejo. Está claro que estas virtudes festivas de Bes siguen muy vivas. Hacemos honor a su nombre que hoy lleva la isla. Ibiza mantiene su fama de fiesta y desmadre, de droga y sexo. Después de casi tres mil años, seguimos igual. Que Bes nos bendiga, pero no nos pasemos.

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