Imaginario de Ibiza: El renacimiento de Can Pere Mosson

Tras la recuperación de la torre de defensa que se derrumbó en las tormentas de diciembre de 2016, el equipo de arquitectos y constructores que trabaja en esta antigua finca de Sant Llorenç ya ha restaurado una almazara impresionante, los cultivos de una finca que llegó a emplear a cien trabajadores y las azacayas que alimentan de agua la tierra

La torre ya reconstruida y la casa, pendiente de restaurar. | X. P.

La torre ya reconstruida y la casa, pendiente de restaurar. | X. P. / xescu prats

Xescu Prats

Xescu Prats

El pasado nunca se muere, ni siquiera es pasado. (William Faulker)

Nunca quise contemplar el montículo de escombros al que quedó reducida la torre predial de Can Pere Mosson, en Balàfia, tras las lluvias torrenciales de diciembre de 2016. Cuando ocurrió no hacía demasiado tiempo que había recorrido el camino bacheado que parte de la casa parroquial, anexa a la iglesia de Sant Llorenç, hasta la verja encalada, rematada en punta, que rodea el patio de la antigua vivienda, los corrales y la torre, con la intención de tomar algunas fotografías.

Al contemplarlas ahora, aquellas imágenes exhiben un cielo radiante y azul que contrasta con la tonalidad arenosa de las espigas de piedra que conforman los muros originales de la torre y la cal que cubre las partes enlucidas, carentes del menor atisbo de simetría. Ver destruida una de las atalayas prediales más elegantes de Ibiza, tal vez incluso la más estilizada, ya constituyó suficiente castigo, aunque fuera a través de la vía indirecta de las páginas de los periódicos.

El renacimiento de can pere mosson |

Azacaya restaurada / xescu prats

La finca y la casa payesa que la preside, de las que ya hay constancia documental en el siglo XVII aunque pueden ser anteriores, pertenecieron durante siglos al clan de los Guasch de Sant Llorenç. Solo habían transcurrido unos meses desde que la última generación accedió a vendérsela a Jean Marcel, un empresario francés que llevaba enamorado de Ibiza desde 1969 y que había decidido convertirla en su proyecto de jubilación y futuro legado para sus hijos. Apenas había disfrutado unas pocas semanas contemplando y explorando aquella vasta propiedad de 18 hectáreas, cuando la torre se vino abajo.

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Interior de la almazara / xescu prats

En el instante en que el nuevo propietario anunció que la reconstruiría piedra a piedra, prácticamente de cero, con la colaboración del Consell, a muchos nos embargó el escepticismo. Nunca imaginamos que podría conseguir un resultado final tan parecido al original, ni que pudiese mantener ese aura invisible pero perceptible que el paso del tiempo infunde a los edificios históricos. Sin embargo, nos equivocamos.

El terrateniente no solo se propuso erigir de nuevo este refugio frente a las incursiones corsarias, sino que lo vinculó a un ambicioso proyecto de restauración que ya lleva seis años en marcha y que pretende recuperar no solo la torre, sino la finca entera, incluidos los cultivos en bancales que descienden hasta el llano y que, en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, llegó a emplear a cien obreros y agricultores.

El renacimiento de can pere mosson

Entrada a la almazara / xescu prats

Jean Marcel formó un equipo de arquitectos en el que Juan José Serra creó el proyecto básico inicial, Xico Colomar fue designado para coordinarlo, Javier Planas dirigió la obra y Antonio Díaz, del estudio Blakstad, se hizo cargo del proyecto de ejecución de la vivienda. Al equipo se sumaron también el arquitecto técnico Vicent Serra y Sergi Moreno, que se ocupó del seguimiento arqueológico.

Tres años después, la torre volvió a levantarse y hoy, todo aquel que desconozca el terrible episodio del derrumbamiento, difícilmente podría sospechar que no es la original. Comenzaron retirando las piedras y bajo ellas encontraron que no solo había quedado en pie un trozo de muro que ascendía hasta la planta alta, sino también la base de la atalaya, incluida la escalera interior curva que comunicaba los dos niveles principales.

El renacimiento de can pere mosson

Planta superior de la torre / xescu prats

El punto de partida resultó mejor de lo previsto y la reconstrucción pudo ejecutarse siguiendo las medidas originales, a base de piedra, mortero de cal, grava, arena y polvillo de cantera, sin recurrir al hormigón, salvo de manera invisible, en el encadenado de las plantas. Los escasos cimientos, en buena parte culpables del hundimiento, fueron reforzados con inyecciones de resina expansiva y hasta se mantuvo la mayor parte del suelo original, de losas de piedra, el balconcillo, que antaño ejercía de entrada principal mediante una escalera que se replegaba, y el resto de ventanas y ventanucos, desde los que se disfrutar de una panorámica espectacular de los campos de Sant Llorenç hasta el mar lejano. La cúpula que cubre la planta alta, sobre la que aún existe otra estancia que comunica con la cubierta principal, supuso todo un reto, al ser perfectamente circular pero partir de una base ovalada.

El resultado obtenido con la torre es sorprendente y emocionante, pero solo es el principio. El equipo de arquitectos y obreros ha seguido trabajando y su último logro ha sido la restauración completa del trull (almazara), situado a pocos metros de la casa principal y del que ya se tiene constancia a finales del siglo XVII. Impresionan la enorme jácena, la muela de piedra viva, el cielo (agujero en el suelo al que iba a parar el aceite bueno) y el infierno (por el que fluía el agua sucia empleada en el proceso). También el cossi, recipiente cerámico donde se lavaba la ropa, junto a la caldera, la impresionante y elevada cubierta de sabina, que reaprovecha parte de la madera original, y el singular óculo circular que corona la puerta de entrada. Solo quedan algunos remates y la reposición de las piezas de madera que se han podrido o perdido, trabajo que realiza con paciencia, a golpe de aixa (azuela), el artesano Vicent Palermet.

En el exterior también se han recuperado las azacayas que conducen el agua del pozo hasta la alberca, casi aferrada a la almazara, y a los campos de regadío y frutales que, escalonados con muros de piedra seca también reconstruidos en su mayor parte, van descendiendo hasta el llano por la falda del monte, donde aguarda el labrantío de secano.

12 hectáreas cultivadas

Hay en total doce hectáreas cultivadas, en las que se han recuperado árboles antiguos y se han plantado 250 olivos, 400 cítricos que producen naranjas y limones todo el año, un centenar de almendros y algarrobos, una zona de vides, cuatro hectáreas de cereales donde se recupera la variedad de trigo tradicional xeixa y otro centenar de frutales como albaricoques, manzanas, nísperos, peras, melocotones, ciruelas, caquis...

Y aún quedan queda pendiente la vivienda, con la planta baja y alta gemelas, algo ciertamente atípico en el campo ibicenco, y un porche enorme e impactante, con un gran arco en la parte central y varias escaleras. De su restauración ya se han redactado ocho proyectos básicos y aún sigue inmersa en la marea burocrática. También se planea recuperar el molino de sangre y los corrales anexos, al pie de la torre.

Junto al camino, separada de la verja que rodea la vivienda, se halla también la vieja fuente de Can Pere Mosson, que aún acumula agua dulce durante todo el año y que constituye la mejor metáfora de la riqueza que emanaba de esta finca, probablemente una de las más productivas de Ibiza.

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