Coses nostres: La estrella espinosa de las dunas

William Shakespeare contribuyó a asociar los cardos marinos –Muy abundantes en verano en Formentera e Ibiza– Con supuestas propiedades afrodisíacas

Cardos fotografiados apleno sol en Migjorn.

Cardos fotografiados apleno sol en Migjorn. / CAT

Cristina Amanda Tur

Cristina Amanda Tur

En Formentera, hay dunas –metros y metros de arena– cubiertas completamente de cardos marinos, una especie que crece con preferencia en terrenos arenosos y que destaca por sus hojas agrupadas en rosetas basales, de espinas afiladas y de un color verde aguamarina tirando a gris plateado. Estos cardos resaltan, asimismo, por un amenazador aspecto que indica que, irremediablemente, te vas a pinchar si osas tocarlos.

Al cardo o eringio marino se le atribuyen propiedades afrodisíacas, una reputación a la que, en buena medida, contribuyó William Shakespeare cuando citó la planta en su comedia ‘Las alegres comadres de Windsor’, publicada en el año 1602. Para ser más precisos, el personaje protagonista, John Falstaff, hace referencia a una forma en la que las raíces de estos cardos eran consumidas, confitadas y vendidas como dulces llamados eringos (eringoes en el inglés de Shakespeare). En el libro ‘Plantas medicinales’. El Dioscórides renovado, de Pío Font Quer, se señala asimismo esta forma de consumo y se explica que las raíces –tanto del cardo marino (Eryngium maritimum) como del cardo corredor (E. campestre)– se cuecen con miel y azúcar. Font Quer, sin embargo, no hace referencia a sus propiedades afrodisíacas, sino que alude a sus «facultades diuréticas», debidas a la saponina que contiene la raíz (un glucósido que puede resultar muy tóxico). Por otra parte, más allá de sus propiedades, también tiene usos gastronómicos y sus tallos pueden sustituir a los espárragos y usarse en ensaladas.

Los cardos de arena –card marí o panical marí– pueden encontrarse en toda la costa levantina hasta Girona y en todas las islas del archipiélago balear. En el ‘Herbari virtual del Mediterrani Occidental’ puede leerse que esta planta dispone de un rizoma «que puede alcanzar mucha profundidad anclando la planta al sustrato móvil que son los arenales». Por ello, los cardos cumplen una función importante para consolidar y mantener los sistemas dunares que aún quedan en las Pitiüses. El cardo corredor marino –su nombre más común y completo en castellano– florece desde finales de mayo y durante todo el verano y es una especie geófita, lo que significa que antes de florecer ha pasado algunos meses bajo tierra como tubérculo o bulbo.

Otra curiosidad sobre este cardo marino que vale la pena citar es el origen etimológico de su nombre. Eryngium –género que incluye una gran variedad de cardos– podría proceder de Erinaceus o erungion (el nombre latín del género de los erizos y su origen griego). Tal nombre le habría sido dado, como resulta evidente, por sus afiladas hojas, aunque hay que señalar que esta no es la única hipótesis que existe sobre la denominación científica de los cardos.

A pleno sol

Los cardos marítimos son plantas que no toleran el frío ni la sombra y que crecen –hasta medio metro de altura– bajo el sol del verano sobre las dunas de las playas. Su preferencia por la arena y el sol la convierten en una planta característica del litoral de las islas. Y, durante la noche, los cardos son visitados por algunas polillas polinizadoras. 

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