Diario de Ibiza

Ibicencos contra soviets

Medio centenar de ibicencos se alistaron en la División Azul «para luchar contra el comunismo», explica Juan José Negreira en ‘Prietas las filas’, libro en el que analiza pormenorizadamente la participación de baleares en el frente del este durante la Segunda Guerra Mundial.

La participación de pitiusos, mallorquines y menorquines en la División Azul es una parte de la historia de Balears «muy poco conocida, difusa, sacada en múltiples ocasiones de su contexto histórico y social y, por qué no decirlo, tergiversada desde su regreso en los años cuarenta hasta hoy», indica José M. Estévez Payeras, coronel de Infantería de Marina en la reserva, en el prólogo de ‘Prietas las filas’, el último (y gigantesco, tanto por su extensión, unas 800 páginas, como por su investigación) trabajo de Juan José Negreira Parets. Estévez alaba su «capacidad de análisis, imparcialidad y el necesario espíritu crítico. No hace prisioneros». Y lo que es más importante, «con datos desmonta leyendas y lugares comunes, pequeñas mentiras y exageraciones mil veces repetidas hasta ser consideradas verdad».

Negreira comenzó a investigar a los divisionarios en 1988, hace casi 35 años. Tres años después publicaba ‘Voluntarios baleares en la División Azul y Legión Azul’. En 2011 escribió otra obra al respecto. Pero ahora acaba de presentar un volumen (¿el definitivo?) que casi multiplica por cuatro las páginas de la obra de 1991 fruto de su infatigable labor investigadora y que destaca por plantar cara a las medias verdades que desde hace años se leen sobre aquel episodio histórico. En este tercer libro analiza en profundidad la aportación balear y ofrece «un perfil lo más exacto posible del componente humano balear que la conformó», señala el autor. Negreira fue uno de los primeros investigadores que entrevistaron a aquellos combatientes, hasta los años 80 casi ignorados o mudos, aún, por el espanto vivido: «Debido al síndrome del excombatiente, por el que a su regreso no suelen contar mucho de todo lo vivido, y mucho menos a desconocidos, algunos de ellos me confesaron al ser entrevistados que esa era la primera vez que iban a hablar del tema, llegando incluso algunos a no haberlo hecho nunca ni siquiera con su familia», señala el historiador.

El mallorquín, muy ligado a Ibiza, reconoce que «el mero hecho de hablar hoy día de la División Azul, lleva implícita una cierta carga de polémica. Polémica no solo producto del guerracivilismo ideológico imperante, sino, sobre todo, por un reciente relato antidivisionario generado desde hace apenas una década». Cree que, actualmente, «no solo se le rebaten los principios ideológicos que la sustentaron, sino que ahora directamente se le niega la mayor: ni fueron voluntarios, ni su motivación fue ideológica, ni fueron tan valientes en el combate ni generosos en la retaguardia».

Portada del libro.

Y él, con datos, demuestra que sí, que fueron voluntarios y que les movía, ante todo, su anticomunismo: «La División Azul no se sintió nunca una unidad anti rusa, sino más bien todo lo contrario. En su ánimo, en su espíritu y en sus fines, siempre se mantuvo la máxima de ser quienes precisamente iban a liberar al pueblo ruso de las garras del comunismo». El primer contingente tuvo entre sus filas «una mayoría de falangistas más ideológicamente puros, es decir, con las mismas reivindicaciones revolucionarias anteriores a la Guerra Civil, y por las que habían dado una cuota muy alta de ‘mártires’ caídos en los campos de batalla. A partir de 1942 con la llegada de los sucesivos relevos, estos ya pertenecerían a una mentalidad más cercana al nuevo Movimiento Nacional, es decir a una Falange totalmente integrada en el nuevo régimen, con más lealtad al Caudillo [Francisco Franco] que a los 27 puntos programáticos de Falange».

El alistamiento comenzó a finales de junio de 1941. El 26 de junio aparecía en Diario de Ibiza el primer anuncio: «Milicia de Falange Española Tradicionalista y de las JONS de Ibiza y Formentera. Guerra contra el comunismo». Únicamente se admitirían «falangistas, ex combatientes y ex cautivos, los cuales disfrutarán de grandes ventajas».

La Comandancia Militar de Ibiza fue «la más adelantada en ofrecer voluntarios», apunta Negreira. El 28 de junio de 1941 «se recibieron los primeros listados pitiusos de Ingenieros, Infantería, Artillería, Intendencia e, incluso, el caso más llamativo, el del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas nº 1 Cuarto Tabor». Y es el «más llamativo», subraya, pues en él se recoge entre los alistados un numeroso grupo de suboficiales y soldados procedentes del Protectorado Español de Marruecos, lo que por entonces se denominaban «tropas moras». La relación nominal de la tropa de este Tabor que deseaba «ir voluntaria a luchar contra el comunismo» diferenciaba entre «españoles» y «moros»: «Cabos españoles 4, soldados españoles 21, sargentos moros 4, cabos moros 31, soldados moros 138, cornetas moros 8, ofreciendo un total de voluntarios de 206».

E, insiste Negreira, se apuntaban por decisión propia: «Pese a que persiste la machacona teoría de que no eran tan voluntarios como se dice, la documentación de estos días nos viene a demostrar lo contrario. Esta voluntariedad, o más bien el interés oficial de que así fuera, es recogida en todos estos partes, sin que hasta el momento se haya encontrado uno solo que fuerce a lo contrario. Más bien al revés, es decir, de voluntarios que por el motivo que fuera decidieron echarse atrás, sí que vamos encontrándolos a lo largo del legajo». Por ejemplo, el telegrama enviado por el comandante militar de Ibiza: «Comandantes Lecea y Vidal de Artillería Infantería respectivamente voluntarios ir luchar contra comunismo no lo son para totalidad campaña conforme señala radiograma ayer interesando este caso ser eliminados». El 1 de julio de 1941 seguían llegando listados de voluntarios, por un lado, y de retractados, por el otro, al Estado Mayor, como el del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas nº 1 Cuarto Tabor en Ibiza, que remitió dos listados: uno por el que se añadían un cabo y veintidós soldados «moros y seis europeos»; y otro con una «relación nominal del personal que renuncia a participar en la lucha contra el comunismo», y que estaba formada por «cinco cabos y 35 soldados moros y dos cornetas y trece soldados europeos». 

No todos se alistaron «desde la misma militancia política, pero sí desde un mismo sentimiento compartido: su convencimiento de ir ‘a salvar al pueblo ruso del comunismo estalinista que tanto daño había hecho en España’». Compartían ese denominador común «desde su militancia política, fueran falangistas, requetés o simplemente derechistas; desde su fe cristiana, y desde su experiencia de la brutal represión religiosa llevada a cabo en zona republicana con miles de asesinados, así como desde su vida militar con unos valores patrióticos muy bien alimentados por el nuevo régimen y por la inercia de toda una campaña durante la Guerra Civil». Por tanto no es de extrañar que, creyéndose llamados por un sentido del deber, estos hombres abandonaran su patria, sus familias y sus trabajos para marchar a Rusia». 

Rechaza, además, el «argumento cansino» de que se presentaron voluntarios inicialmente «por los beneficios económicos que ello les pudo reportar. Estos voluntarios no tuvieron conocimiento oficial ni de cuánto, ni de quién ni cuándo iban a cobrar sus pagas o sus extras si las iba a haber».  

Transporte de repatriados por heridas en 1942. El ibicenco Antonio Tur Suñer aparece en la segunda ventanilla por la izquierda y con el brazo en cabestrillo.

Antonio Tur Suñer (el más alto) durante su convalecencia en el hospital de Hof.

Juan Juan Marí durante su estancia en el hospital de Riga en 1943.

Juan Juan Marí, con gorro ruso a la izquierda, días antes de la batalla de Krasny Bor.

El ibicenco Jorge Asenjo.

Negreira analiza, además, cómo, conforme avanzaba el alistamiento, algunos voluntarios (y los que lo eran en potencia) ponían pegas: «Los gobernadores militares se iban encontrando a la hora de confeccionar las listas que los posibles voluntarios les reclamaban exactamente a dónde se iba a combatir y por cuánto tiempo, pues solo deseaban hacerlo contra el comunismo y en la Unión Soviética, sin que pudieran ser trasladados a ningún otro frente occidental». Es, por ejemplo, lo que se colige de un telegrama enviado el 29 de junio de 1941 por el Comandante Militar de Eivissa al Capitán General de Balears: «Consecuente a lo ordenado por V. E. en radiograma cifrado de 27 actual remito las adjuntas relaciones del personal de tropa de los Cuerpos, Unidades y Servicios de esta Isla que desean ir voluntariamente a luchar ‘contra el comunismo’ (…) Debiendo significar a V. E. que todas (…) están hechas a base del primero de los citados cifrados, o sea, para luchar contra Rusia, por lo que conviene aclarar si ‘por todo el tiempo de la campaña’ se entiende solamente la de Rusia, ya que en caso contrario y por consultas que sobre el particular se me hacen, sería bastante el personal de todos los empleos y clases que desistiría de ir».

El reclutamiento de voluntarios fue paralizado aquel mismo verano en estas islas (y en Canarias) por tratarse de «zonas geoestratégicas de primer orden y, por tanto, muy apetecibles por su situación tanto para las fuerzas del Eje como para los Aliados, pues verían seriamente mermadas sus fuerzas si se procedía a dicho envío», detalla Negreira. En total hubo 1.141 alistados baleares, sin contar los voluntarios de Milicias y los «voluntarios moros» del Tabor de Regulares, así como 600 divisionarios (los que finalmente viajaron a Rusia).  

Con minuciosidad, Negreira desgrana el número de baleares que integraron el primer contingente enviado a luchar a Rusia: «82 hombres de un total aproximado de 18.000». De ellos, cinco pitiusos: el soldado Antonio Verdera Marí, (alistado en las milicias en Tarragona); el sargento Antonio Tur Suñer (desde el Regimiento Infantería 12 en Lorca); el soldado José Serra Serra (desde Melilla, donde estaba en el Regimiento Infantería 59), el sargento Antonio Ribas Marí (desde Salamanca, del Regimiento Ingenieros 7 ), y el soldado José Cardona Torres (apuntado en las milicias de Madrid). «Fue un grupo de lo más heterogéneo. Diseminados por toda la geografía española, procedentes de una amplia diversidad de unidades, jefaturas, armas y cuerpos, y cubriendo casi la totalidad del escalafón militar», comenta el autor de ‘Prietas las filas’.

Aquellos pitiusos no juraron fidelidad a Adolf Hitler «como canciller del Tercer Reich (lo cual hubiera llevado implícita una obediencia política), sino únicamente como máximo responsable de las fuerzas armadas alemanas», recalca Negreira, que insiste en que la División Española «única y exclusivamente» acudió al campo de batalla para «combatir contra el comunismo en la Unión Soviética, y no en ningún otro frente ni contra cualquier otra potencia».

Dos ibicencos «castigados» y un «indeseable» por error

Además de condecoraciones, algunos pitiusos fueron castigados por la Justicia militar durante su estancia en el frente. Es el caso de Juan Bonet Cardona, condenado al «pelotón de castigo «durante dos meses. Llegó a Rusia en julio de 1943. Cuenta Negreira que en su «media filiación», elaborada por su compañía, aparece anotado a mano en rojo: «Ratero. Detenido por acusársele de querer pasarse». Luego, en azul: «No me parece probable sea verdad». El autor deduce de su expediente que, debido a las «malas compañías que tuvo durante su viaje a Rusia, la sección de inteligencia interior de la División estuvo muy al tanto de él» y que quizá «ante el temor de que pudiera pasarse al enemigo fue detenido preventivamente». Juan Bonet Cardona dijo haberse alistado a la División «porque su mujer le había engañado».

Otro castigado fue el soldado ibicenco Juan Froilán Secundín. El motivo, «ausentarse sin permiso del campamento sin permiso y faltar a la lista de retreta». Fue condenado a formar parte del pelotón de castigo durante un mes.

Inicialmente, el soldado Juan Torres Tur fue devuelto el 4 de diciembre de 1942 por «indeseable», al ser acusado de haber sido «teniente en el Ejército rojo y voluntario en la Legión Francesa». A su llegada a Palma prestó declaración en la Causa nº 4/43, en la que aclaró que «había sido un error de identificación, pues la persona acusada se llamaba en realidad Juan Tomás Tur Torres». Poco después fue declarado inocente.

Un ibicenco con la medalla contra el bolchevismo

Cuando Francisco Franco, en vistas de cómo se desarrollaba la guerra y de las presiones de los aliados, decidió pasar ser de no beligerante a neutral, retiró a la División Azul, pero para no contrariar a Hitler mantuvo lo que se llamó Legión Española de Voluntarios, La Legión Azul, con muchísimos menos componentes. Entre ellos estaba el brigada Antonio Cardona Marí nacido en 1918 en Santa Eulària. Afiliado a Falange justo el 18 de julio de 1936, en la Guerra Civil sirvió en una unidad de Ingenieros, en la que obtuvo una Medalla de Campaña, una Cruz Roja al Mérito Militar y una Cruz de Guerra. En 1941, destinado en el Grupo Mixto de Ingenieros nº 1 en Eivissa, se alistó en la División Azul, pero como se cerró el alistamiento en Balears para no vaciarla de soldados, no pudo entonces viajar a Rusia. Cuenta Negreira que el 26 de marzo de 1943 volvió a alistarse para la División Azul. En Rusia obtuvo la Cruz de Hierro de 2ª clase y la Cruz del Mérito de Guerra de 2º clase con espadas alemanas. Al disolverse la División pasó a la Legión Azul. En julio de 1944, ya en Madrid, Alemania le concedió la Medalla Conmemorativa contra el Bolchevismo.

Tres mutilados, dos muertos y dos Cruces de Hierro

Hubo 48 alistados en Eivissa, 43 procedentes del Ejército y cinco en las milicias. De ellos, media decena acabaron heridos, en tres casos mutilados: el cabo Antonio Muñoz Planells, cartero herido gravemente de metralla en la pierna derecha en el Voljov el 23 de julio de 1942; el soldado José Torres Ripoll (falangista herido en combate en su pierna derecha el 4 de agosto de 1942; el 21 de abril de 1943 fue nuevamente herido en la zona de Kolpino, esta vez gravemente), y el sargento Antonio Tur Suñer (el 12 de octubre de 1942). Suñer fue herido gravemente en el cuello en el combate del 12 de octubre de 1942: «Estuvo ingresado 10 días en el Hospital Militar de Narva, seis en el de Riga, 45 en el de Königsberg y 10 en Hof, donde le dieron el alta declarándolo no apto». Obtuvo la Cruz de Hierro de 2ª clase alemana.

Además, dos ibicencos fallecieron. El primero, el 17 de febrero de 1942, fue el soldado Antonio Verdera Marí, también falangista y que se alistó en 1941 «posiblemente en las Milicias en Tarragona». Otro fallecido fue el soldado falangista (afiliado desde septiembre de 1936) Jorge Manuel Asenjo Pineda, caído el 10 de febrero de 1943 en la batalla de Krasny Bor, cuando sólo tenía 20 años de edad. Hijo del teniente coronel de Infantería Manuel Asenjo Alonso, en 1941 era jefe de Falange en sus Milicias. Su padre se había presentado voluntario en junio de 1941, pero no pudo incorporarse. E intentó que su hijo no lo hiciera. Falleció junto a su capitán, Enrique Losada Cabrera. Inicialmente fue dado por desaparecido, hasta que pudo concretarse su situación de «muerto en combate gracias a los testimonios de sus compañeros», detalla Negreira.  

Hubo uno, el ibicenco José Serra Serra, a quien se dio por muerto: «Se llegó a celebrar misa de difuntos en su pueblo de Sant Jordi [promovida por Falange], recibiendo semanas después sus padres una carta de este voluntario remitida desde el hospital militar de Königsberg». Había sido herido el 14 de noviembre de 1941. Nacido el 1 de enero de 1919 y de oficio sastre, se afilió a Falange Española el 1 de abril de 1937. Se alistó en la División Azul en 1941 desde su Regimiento de Infantería nº 59 en Melilla, donde realizaba su servicio militar desde septiembre de 1940. En Rusia fue herido de bala en las operaciones de la cabeza de puente: «Debido a las grandes dificultades de evacuación que se sufrieron en aquellos combates, este soldado fue inicialmente dado por muerto». Repatriado el 16 de diciembre de 1942, fue uno de los miembros fundadores de la Hermandad de Combatientes de la División Azul de Balears.

Entre los heridos en Rusia figura, además, el cabo ibicenco Antonio Costa Serra. Ocurrió en febrero de 1943, en Krasny Bor, batalla por la que el cabo de artillería Juan Juan Marí (nacido en Barco de Valdeorras, Orense, sus padres eran ibicencos que emigraron, primero, a Mallorca, donde Juan sería llamado a filas durante la Guerra Civil) fue distinguido, por su valor y actuación, con una de las condecoraciones más apreciadas entre los divisionarios: la Cruz de Hierro de segunda clase. El cabo de Transmisiones Antonio Costa Serra también fue distinguido (se le concedió la Cruz Roja del Mérito Militar) tras ser herido en el maxilar en Krasny Bor.  

Antonio Tur Suñer, entre dos enfermeras en Könisberg.

El ibicenco Asenjo (con una cruz sobre su cabeza) en Krasny Bor.

Juan Costa Torres, tercero por la derecha, con sus compañeros sanitarios.

Asenjo (con una cruz sobre él en la imagen) apunta con una Luger.

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