Imaginario de Ibiza: Caló de s’alga, la playa de Siesta

Este pequeño arenal, el tercero situado frente al trazado urbano de Santa Eulària, aguarda al otro lado de la desembocadura del río, protegido por un rompeolas

La tercera playa urbana 
de Santa Eulària. x.p.

La tercera playa urbana de Santa Eulària. x.p. / xescu prats

Xescu Prats

Xescu Prats

El río fluye de una edad a otra y las historias de la gente transcurren en la orilla. (Milan Kundera. ‘La insoportable levedad del ser’)

La urbanización Siesta se extiende a continuación de la orilla oeste del río de Santa Eulària, en su desembocadura, mediante un trazado anárquico de calles desgastadas, construidas a partir de los años sesenta. Podemos imaginar que antaño, cuando el entorno del río era un vergel con huertas, frutales y molinos de agua por el que fluía un entramado de azacayas, los cultivos también se extendían hasta esta zona. En la remota antigüedad pitiusa, allá donde se ubica el yacimiento arqueológico de Can Fita, este margen del arroyo también estuvo habitado por púnicos, romanos y bizantinos.

Con la llegada del turismo, los campos se fueron urbanizando y transformando en ciudad dormitorio de alemanes, franceses y británicos, que en esta costa pedregosa establecieron su segunda patria. Aquí residían aislados del bullicio de los nativos gracias el accidente fluvial, aunque lo suficientemente céntricos como para aprovisionarse por cuatro pesetas con las suculentas delicias que proporcionaba la pesca y la agricultura, y gozar por un tiempo limitado la exótica vida social de los lugareños.

El nombre de aquella colonia, Siesta, resulta lo suficientemente ilustrativo como para vislumbrar lo que allí se podía encontrar: sosiego, placidez y buena vida. Las travesías, bautizadas con nombres de flores, siguen cayendo con una ligera pendiente hacia el mar, salvo las que enfilan hacia la cumbre del Puig d’en Fita, serpenteando entre pinos y chalets.

Aunque desde el cielo toda la urbanización aparece salpicada de manchas azules por las piscinas, sus residentes disfrutan también de una escueta orilla de arena en el rincón conocido como Caló de s’Alga, protegido por un rústico rompeolas al sur y flanqueada al norte por un muelle carcomido por el mar, en sintonía con el declive de las avenidas. La playa aguarda al final de la calle los Lirios, junto al Hotel Grand Palladium, que, por cierto, nada tiene que ver con la empresa ibicenca del mismo nombre. Muy al contrario, este alojamiento clásico y elegante parece extraído de la Riviera genovesa, con una decoración a base de arte y muebles de la escuela florentina, y una piscina interior adornada con estatuas romanas.

Desde la orilla, la urbe se antoja falsamente lejana, ya que en realidad está a tiro de piedra; como si el río determinase una frontera mucho más contundente de lo que realmente resulta. Probablemente antaño así fuera, pues no se podía atravesar salvo ascendiendo hasta el Pont Vell o mojándose los pies. Hoy, sin embargo, se supera con facilidad mediante un puente peatonal sostenido con tensores, prácticamente a la altura de la playa de Santa Eulària, que enlaza el paseo con el rompeolas que aguarda en la ribera contraria de la desembocadura. Desde ahí se extiende la playa de Santa Eulària, que constituye un universo más bullicioso y mestizo, aunque en progresiva transformación estos últimos años, dado que muchos de sus hoteles se han reformado y elevado de categoría, desplazando el turismo familiar por otro de mayor poder adquisitivo.

La orilla del Caló de s’Alga, sin embargo, constituye la playa de Siesta y suelen frecuentarla sus residentes casi en exclusiva, salvo aquellos vecinos del pueblo que no tienen pereza de caminar y encuentran refugio en alguno de sus recovecos. Más allá del arenal y la Punta de sa Guaita, donde la costa es totalmente pedregosa, los fondos vuelven a ser turquesas antes de oscurecerse por la posidonia y el verdor vuelve a apropiarse de los montes.

La tercera playa urbana de Santa Eulària

El Caló de s’Alga puede considerase la tercera playa urbana del Santa Eulària des Riu y la más pequeña de todas. Es el único arenal al sur de la desembocadura. Los dos situados al norte son extensos y tienen forma de media luna, separados por la Punta d’en Castelló, donde aguarda una fuerte ornamental. A continuación, ya se sitúa el puerto deportivo de la localidad, que cierra la bahía por el este, junto con ses Estaques. 

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