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Imaginario de Ibiza

Na foradada, tierra trágame

La cueva de Barbaria, a la que se accede por un agujero en el suelo, fue antaño refugio de ganado. Hoy constituye una de las mayores atracciones turísticas de Formentera, así que mejor sumergirse en su interior al amanecer, cuando aún permanece en soledad

El acceso. X.P.

¿Qué impulsó a los hombres a dejar las cuevas, a salir del útero de la naturaleza? (Stephen Gardiner)

Los personajes de las novelas del escritor japonés Haruki Murakami pasan mucho tiempo inmersos en la oscuridad de un agujero bajo tierra. Cada vez que afrontan un cambio trascendental o deben solventar un grave problema, el destino o su propia voluntad les lleva a encerrarse en la negritud de un pozo. Como si mediante esta conexión con las entrañas del planeta y el aislamiento con el resto de la humanidad, brotaran una sabiduría y unas certezas inaccesibles en la superficie.

Es poco probable que quien haya vivido la experiencia de adentrarse en soledad en la cueva de na Forarada haya sentido que atravesaba un umbral de sabiduría. Sin embargo, si habrá advertido cierta sensación de cambio, de letargo, de inmersión en un nuevo estado donde el cuerpo y la mente se equilibran de otra manera, con mayor percepción de uno mismo. La impresión tal vez sea equiparable a la que se tiene al acceder al interior de un templo antiguo, más allá de la religión que en su interior se profese.

El interior. | X.P.

Por eso, zambullirse en los entresijos de Formentera a través del agujero de na Foradada es una experiencia que se ha de vivir al amanecer, muy temprano, después de atravesar la vena de asfalto que discurre por el erial de Barbaria, aún inmerso en sombras. Y así llegar cuando el día ya clarea y la silueta del faro se proyecta sobre el pedregal, casi apuntando a esta abertura en la tierra.

El agujero, una circunferencia todo lo perfecta que permite la aleatoriedad de la naturaleza, tiene el borde redondeado por el agua y quizás el tacto de los millones de manos que a lo largo de la historia se han apoyado en él para adentrarse en sus fauces. Quien contempla la oquedad en mitad del páramo solo puede asombrarse por la aleatoriedad de su posición. Obliga a preguntarse si alguna vez alguien paseó absorto en la inmensidad del océano –pues el cabo de Barbaria es el territorio más austral de las Pitiusas y la invisible costa de Argel, al otro lado, ni tan siquiera se intuye en el horizonte–, y fue engullido por el agujero al no percibirse de su presencia.

La altura de la cueva que alberga en su interior es escasa, pero se requiere de un montículo de piedras, sobre el que se apoya una rudimentaria escalera, para descender al interior con comodidad. El techo de la caverna es abombado, al contrario que el paisaje en la superficie, y el suelo, con algunos picos, se halla surcado por senderos lisos cubiertos de tierra. A diferencia de otras cuevas sin salida, na Foradada no genera inquietud ni produce la sensación de albergar bestias agazapadas y colonias de murciélagos. Una vez amanece, la oscuridad ya no existe gracias a la inmensa abertura que aguarda al final de este antiguo refugio de cabras. Una vez se atraviesa la luz cegadora al final del túnel, aguarda un espectacular balcón sobre el Mediterráneo y el silencio es un estruendo.

La trilogía de Barbaria

El Cap de Barbaria, más allá de su paisaje soberbio, casi lunar, concentra tres atractivos: la cova na Foradada, cuyo interior visita cada turista que pasea por la zona, siempre que sus condiciones físicas le permitan deslizarse por el agujero; el faro bicolor de Barbaria, inaugurado en 1972, y la torre des Garroveret, más al este, erigida en el siglo XVIII como parte de la estrategia de defensa frente a los corsarios berberiscos concebida por la corona española. 

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza

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