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Resolviendo el misterio de los corales mediterráneos

Investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales recogen muestras en Ibiza de madrépora mediterránea y ‘Oculina patagonica’ para averiguar sus interrelaciones y si la segunda especie ha sido siempre mal identificada como una especie invasora

Colonia de madrépora mediterránea en sa Conillera. CAT

La madrépora Cladocora caespitosa es el único coral del Mediterráneo capaz de crear arrecifes, y ahí reside, en buena medida, su importancia y su condición de especie emblemática. Es un antozoo endémico que en la actualidad se enfrenta al reto del calentamiento global, que se encuentra en regresión y que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) incluyó en la lista de especies en peligro en 2015. Balears hizo lo mismo poco después, en la revisión del ‘Llibre Vermell dels Invertebrats Marins del Mar Balear’.

Sin perder de vista que se trata de una especie en regresión, la bióloga Violeta López Márquez asegura que en Ibiza han podido observar un gran número de colonias, y en muy buen estado, en las inmersiones realizadas para recoger muestras para la investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) en la que está trabajando. En realidad, son dos investigaciones, y las dos usan el análisis genético para analizar los patrones de diversidad y los cambios en la expresión génica de un grupo de especies con determinadas interacciones.

Recogida de muestras de oculina. CAT

En el caso de los corales –el proyecto Coralien– se ha escogido el binomio madrépora mediterránea y Oculina patagonica, que se considera un buen ejemplo de interacción entre una especie autóctona y otra invasora. Coralien, además de poner de manifiesto si las dos especies compiten por el espacio y hasta dónde llega el comportamiento invasor de la segunda, podría resolver un misterio que lleva planeando sobre los corales mediterráneos desde los años 60. Fue en esa década cuando se identificó como Oculina patagonica una colonia de coral hallado en Génova, lo que significaba que, sorprendentemente, había llegado al Mediterráneo una especie descubierta a principios del siglo XX en el extremo sur de América y que fue descrita sobre un fósil; es decir, la descripción de la especie se basó solo en fósiles, sin que se hallara ninguna colonia viva. Hasta que se encontró la colonia de Génova. Y, desde entonces, conocemos a este coral como Oculina patagonica, aunque, año tras año, son más los expertos que dudan de su relación con la Patagonia y con el fósil descrito hace más de un siglo.

El misterio lleva planeando sobre los corales del Mediterráneo desde los años 60 del pasado siglo

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«Y, realmente, por los últimos estudios que tenemos, parece que el origen de esta especie podría estar o bien en las costas atlánticas africanas o bien incluso en el Mediterráneo y, por lo tanto, no sería exótica». Así lo explica Violeta López, que añade que, aunque se desconoce si es una especie alóctona, «lo que sí podemos decir es que tiene un comportamiento invasor y sabemos que se está extendiendo. Por su forma de crecimiento, parece que es un coral incrustante, que empieza a rellenar rápidamente aquellas rocas que quedan peladas por la acción de los erizos y que podría ocupar el nicho de otras especies como Cladocora caespitosa».

Madrépora mediterránea en s'Espartar. CAT

De hecho, en la primera inmersión que el equipo de investigadores llevó a cabo en Ibiza, en es Vaixell (ses Bledes), fue sencillo encontrar Oculina en la pared del islote, a una media de seis metros de profundidad, y puede destacarse que prácticamente todas las colonias se encontraban en superficies de roca desnuda con buena densidad de erizos.

A Violeta López la acompañaban los biólogos José Templado e Iván Acevedo, del MNCN-CSIC, que contaban con la colaboración en Ibiza del biólogo Pablo Montoto y que también destacaron la gran cantidad de Oculina patagonica hallada en el lugar.

Si finalmente pudiera demostrarse que esta especie misteriosa no procede de la Patagonia, tal nombre dejaría de tener sentido. El problema, señala la investigadora, es que para tener la información genética adecuada habría que completar el estudio con ejemplares de las costas atlánticas africanas «para ver si, como se sospecha, la especie pudo entrar desde allí al Mediterráneo. Hay indicios de que la expansión comenzó por el sureste ibérico, pero necesitaríamos muestras de esa Oculina atlántica –si existe, porque no se ha encontrado– para resolver el misterio». La otra posibilidad es que no haya llegado, sino que ya estuviera aquí porque se trate de una especie propia del Mediterráneo con un comportamiento invasor potenciado por el calentamiento global.

Buscando corales en es Vaixell (ses Bledes). CAT

En el transcurso del proyecto Coralien se han tomado muestras «desde las costas de Chipre hasta las costas del Levante español. Hemos muestreado a lo largo de muchas áreas del litoral del Mediterráneo occidental», explica la investigadora, que destaca las grandes colonias que han observado en Chipre y que añade que aún faltan muchos datos, especialmente de las costas africanas y del Mar Egeo.

Resalta asimismo que en Ibiza les ha llamado la atención que las colonias de Oculina y de madrépora mediterránea no suelen encontrarse en el mismo lugar, mientras que en Cabo de Palos, en Murcia, en una sola inmersión lograron las suficientes muestras de las dos especies sin ningún problema, «estaban una al lado de la otra». El seguimiento tanto de la particularidad de Cabo de Palos como de la de Ibiza «son muy importantes para el proyecto», para el análisis de la competencia por el espacio que pudiera revelarse entre los dos corales. «Vamos a ver si se pierde diversidad en aquellas zonas en las que la dos especies están juntas».

En la imagen, dos colonias de ‘Oculina patagonica’. CAT

Proyecto Extremys

La «alarmante pérdida de biodiversidad» en el Mediterráneo es, de hecho, el punto de partida tanto del proyecto Coralien como del proyecto Extremys, y el objetivo es analizar la dinámica que produce cambios potenciados por el calentamiento global –extinción, expansión, regresión o hibridación– y sus consecuencias demográficas y genómicas.

Entender las implicaciones evolutivas a corto y largo plazo es importante para llegar a conocer las tendencias de la biodiversidad marina.

De esta forma, el estudio del binomio Cladocora caespitosa–Oculina patagonica se completa con el análisis de otras interacciones, como la del cangrejo araña invasor Percnon gibessi (muy extendido en las Pitiusas), que podría estar compitiendo con Porcellana gibbesi (cangrejo de porcelana).

Se han elegido, asimismo, las relaciones entre los gasterópodos endémicos del Mediterráneo Gibbula divaricata y G. rarilineata, que son un buen ejemplo de la evolución de dos especies divididas por barreras geográficas; la conexión entre dos peces filogenéticamente muy próximos, pero de medios acuáticos distintos, como son los blénidos (cabots) Salaria pavo y S. Fluviatilis, y las relaciones entre dos platelmintos (gusanos planos), Archilopsis spinosa y Coelogynopora biarmata, que ilustran también el proceso de invasión entre aguas salobres y dulces.

Y todo este trabajo, finalmente, deberá ayudar a adoptar mejores medidas de conservación y gestión en un mar que padece, como ningún otro, los efectos de un cambio climático al que ya resulta obligado referirse como crisis climática.

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