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Imaginario de Ibiza

¿Puede provocar emoción una escalera?

La escalinata que supera el desnivel existente entre el Castillo y la Catedral, en Dalt Vila, fue en su día una de las intervenciones arquitectónicas más polémicas ejecutadas en Ibiza. Hoy conforma un monumento indiscutible y conmovedor, que pone de manifiesto que la contemporaneidad requiere de largas digestiones

La escalera de acceso al Castillo concebida por los arquitectos Elías Torres y José Antonio Martínez Lapeña (1991). Xescu Prats

Es inútil toda polémica si no hay esperanza de que resulte provechosa (Juan Luis Vives)

Uno de los rincones de Dalt Vila que desde hace años me produce mayor frustración es la escalera de acceso al Castillo concebida por los arquitectos Elías Torres y José Antonio Martínez Lapeña (1991). La frustración no la causa este prodigio del diseño, extraordinariamente polémico en su día, que me maravilla en cada ocasión que lo contemplo, tanto desde un lado como otro del angosto callejón que separa la Catedral de la Almudaina. El fiasco, muy al contrario, lo provoca la valla cutre y avejentada, sostenida por unas rústicas bases de hormigón, que cierra el paso hacia los peldaños, impidiendo ascender por ellos y recrearnos en sus insólitos planos y volúmenes desde otras perspectivas.

No recuerdo cuándo fue la primera vez que la observé, pero aún era muy joven y en aquel instante me pareció vislumbrar la modernidad más extraordinaria que hasta entonces se había concebida en Ibiza. Probablemente lo fuera y por eso corrieron ríos de tinta. La escalinata de marès, no cabe duda, representa una de las primeras intervenciones monumentales que siguieron una máxima que ahora, treinta años después, ya resulta irrefutable: las intervenciones en edificios históricos deben evitar mimetizarse con lo antiguo; camuflarse en los trazos y texturas de la arquitectura original.

El hecho de recurrir a los materiales y formas constructivas primigenias, logrando que el apéndice nuevo parezca vetusto en un santiamén, supone un engaño al observador, incapaz de distinguir lo pretérito de lo reciente. Muy al contrario, dichas actuaciones requieren la introducción de líneas y volúmenes contemporáneos, que rompan con las características del monumento y las sitúen con precisión en el presente, incluso para el testigo profano.

A pesar de que la piedra arenisca se utilizó con asiduidad en la construcción de las murallas, muy especialmente en los vértices de los baluartes, que por sus ángulos afilados requerían una mayor precisión por parte de los canteros, el tratamiento que aplican Torres y Martínez Lapeña rompe por completo con el resto de este entorno monumental. La arquitectura de sillares irregulares y cantos erosionados, a medio camino hacia la mampostería, contrasta con los bloques trazados con tiralíneas y la invisible argamasa de la obra contemporánea. Mientras las trazas antiguas conjugan únicamente líneas horizontales y verticales, Torres y Martínez Lapeña trazan diagonales que sobresalen del monumento vetusto, formando un caparazón papirofléxico, con múltiples planos y pliegues, que abraza esta esquina del Castillo y se funde con él.

En ocasiones, según desde donde se escudriñan las formas y recovecos de la escalera, podemos llegar a imaginar que del lienzo de la Almudaina, de rigurosa verticalidad medieval, comienza a brotar un baluarte renacentista, como los siete que se avanzan al perímetro de la fortaleza del XVI, con sus taludes y trazos oblicuos. Ni tan siquiera el gigantesco cartel informativo de la obra del parador que degrada la torre situada en lo alto de la escalera, o las lamentables rúbricas garabateadas en los muros de ésta por los gañanes que suben a la Plaça de la Catedral, sustraen fuerza al monumento. Es una de las maravillas de Dalt Vila, aunque fuera creada antes de ayer.

La clave

LA ANTIGUA RAMPA DEL CASTILLO

La escalera de Elías Torres y José Antonio Martínez Lapeña fue construida para sustituir la rampa que permitía superar el desnivel existente entre el Castillo y la Catedral, derribada a finales del siglo XVIII. La escalinata fue erigida con el mismo material arenisco que se emplea en muchas zonas de las murallas, aunque tratado de forma completamente distinta, tanto constructiva como arquitectónicamente. Sin duda, volver a ascender por ella conformará uno de los muchos atractivos del Parador de Turismo, cuya obra, por cierto, ya se eterniza. 

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