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Libros

William S. Burroughs, el trazo oscuro de una vida a contracorriente

Publicado en 1988 y actualizado tras la muerte del autor, el libro de Ted Morgan sobre el escritor de la generación beat, con episodios tan terribles como el asesinato de su mujer, por fin ve la luz en España

William S. Burroughs

A principios de los noventa, James Grauerholz, representante y asistente de William S. Burroughs, aprovechó la conocida afición del escritor a las armas de fuego para lanzar una colección de camisetas tiroteadas y firmadas por el autor de El Almuerzo Desnudo. Unos meses más tarde, Gap y Nike decidieron contratar al escritor para protagonizar sendas campañas de publicidad destinadas a captar la atención de los consumidores más jóvenes. No obstante, a aquellos que eran más veteranos y conocían bien la vida y la obra del escritor -especialmente su afición al uso de estupefacientes y el asesinato de su esposa, la escritora Joan Vollmer-, esta decisión no dejó de sorprenderles.

«En un anuncio televisivo de Nike aparece un anciano que viste traje y sombrero mientras filosofa sobre tecnología. Mi marido dice que se trata del autor William Burroughs. Teniendo en cuenta la naturaleza explícita de su obra, no me entra en la cabeza que Nike haya decidido usar a Burroughs como portavoz. ¿Podría dirimir nuestra discusión?», escribía una lectora llamada Danielle Palermo al diario Kansas City Star en octubre de 1994. El responsable del periódico respondía a la lectora confirmando la intuición del esposo y aprovechaba para entrar a valorar la decisión de la marca de ropa: «la elección de Burroughs por parte de una empresa identificada con el ejercicio y la vida sana es ciertamente extraña».

Si bien podía resultar inusual, la estrategia de las dos marcas de ropa por vincularse al autor estadounidense no era nueva. Ya en 1989, William S. Burroughs había participado en la película de Gus Van Sant Drugstore Cowboy, con un pequeño papel cuya importancia más allá de lo cinematográfico no pasó desapercibida para la crítica de cine Pauline Kael, quien destacó que el cameo del escritor aportaba a la película una suerte de «sello de aprobación hipster».

La apuesta de Van Sant hizo que, a partir de entonces, marcas y artistas considerasen que Burroughs era una palanca óptima para activar comercialmente al público más cool. En lo que no repararon fue en que tal vez era el escritor quien se estaba aprovechando de la repercusión de esas compañías para hacer lo que siempre había procurado con su literatura: socavar las bases de la sociedad estadounidense, empezando por grupos juveniles como los boy scouts y acabando por los colectivos de defensa de la moralidad, los cuerpos represivos de la policía y la judicatura.

Prueba de ello es la conversación que William S. Burroughs mantuvo con Mick Jagger en marzo de 1980. El motivo de la charla era escribir una entrevista que se publicaría en un libro conmemorativo por el vigésimo aniversario de The Rolling Stones. Durante el encuentro, Burroughs comentó a Jagger la importancia de su trabajo como músico. Mientras que sus libros vendían, en el mejor de los casos, cientos de miles de ejemplares, la música pop podía alcanzar de forma inmediata a millones de personas a la vez, lo que facilitaba la revolución cultural.

Lejos de mostrarse impresionado por la teoría de Burroughs, el cantante tuvo una respuesta escéptica, replicó que las películas y la televisión eran más efectivas que el rock and roll, preguntó qué era eso de la revolución cultural y, antes de recibir la respuesta, se permitió el lujo de afirmar que le sonaba a idea trasnochada. «Agarrando los brazos de su silla y hablando con lentitud deliberada, como si se dirigiera a un niño retrasado, Burroughs dijo: ‘¿Eres consciente de que hace treinta o cuarenta años un taco no podía aparecer publicado en una página impresa? ¿Y preguntas qué revolución cultural? Hostia puta, hombre, ¿qué crees que hemos estado haciendo todos estos años?’».

Esta y otras anécdotas se recogen en Forajido literario. Vida y tiempo de William S. Burroughs, la biografía de más de setecientas páginas que el escritor Ted Morgan comenzó a escribir en 1985 a pedido del propio Burroughs y que acaba de ser publicada en España por EsPop ediciones.

Burroughs y su biógrafo se habían conocido en 1972 en Londres, gracias a la mediación de Brion Gysin, escritor inglés conocido de ambos debido a sus largas temporadas en Tánger. «En cuanto que amigo de un amigo, hicimos buenas migas. Él quería saber qué tal estaba Brion y a mí me cautivó su personalidad de ilota, que disimulaba vistiendo con elegancia y siendo educado en grado sumo. También, averigüé que era completamente honrado en sus tratos con otras personas. Pagaba sus facturas, nunca extendió un cheque sin fondos y no se escaqueaba a la hora de abonar su parte de la cuenta en los restaurantes», recuerda en el prefacio Morgan, a quien el escritor, debido a su rostro circunspecto e inexpresivo, su acento llano y nasal del Medio Oeste y su humor negro, le recordó a una suerte de Buster Keaton: «En uno de sus viajes a Londres, el funcionario de aduanas que revisó su pasaporte le preguntó: ‘¿Cuál es el propósito de su viaje a Inglaterra, señor Burroughs?’. ‘Disfrutar de la comida y el buen tiempo’, respondió él».

Sin paños calientes

A mediados de los 80, Ted Morgan se había especializado en la escritura de biografías de figuras como Winston Churchill, Franklin Delano Roosevelt, William Somerset Maugham y otras grandes personalidades del mundo anglosajón, entre las que Burroughs consideró que él también podía encajar.

No estaba desencaminado. Por esa época, el autor que se había visto obligado a exiliarse a París para poder publicar sus obras sin miedo a ser procesado por obscenidad, trasladarse a Tánger para vivir sin problemas su homosexualidad (y practicar sexo con menores) o viajar a Perú para poder experimentar con la ayauasca, era ya un creador admirado en medio mundo. El hecho de que décadas antes hubiera asesinado a su esposa, con huida a México aparejada, no parecía importar. O quizá, incluso sumaba en un mundillo cultural en el que la misoginia campaba a sus anchas .

Grupos de rock como Soft Machine o Steely Dan habían tomado sus nombres de sus libros, Frank Zappa quiso hacer una versión musical de El Almuerzo Desnudo, Patti Smith se había declarado admiradora del escritor, The Beatles habían incluido su rostro en la portada del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, había aparecido en el programa de humor Saturday Night Live y hasta había sido aceptado en la Academia e Instituto de las Artes y las Letras. «Fue declarado miembro en 1983, gracias a los esfuerzos de Allen Ginsberg», comenta Morgan, que destaca cómo Burroughs «se enorgullecía de pertenecer a tan augusta asamblea y codearse con escritores que le gustaban, como Kurt Vonnegut y Norman Mailer».

Finalmente, Ted Morgan aceptó el encargo de narrar la vida del escritor. La única condición que puso fue trabajar con total libertad y sin censura. «Sabía que hablaría con sinceridad sobre cuestiones que cualquier otro habría intentado ocultar. En cuanto que escritor que había denunciado a hipócritas y farsantes, era incapaz de ser ni una cosa ni la otra. Había leído mi trabajo y era consciente de que mis libros no eludían las partes menos favorecedoras de mis biografiados», recordaba Morgan que, a pesar de todo, tuvo que transigir en un aspecto: «Lo único que me pidió fue que no revelara que estaba tomando metadona, pues pensó que menoscabaría su reputación».

En consecuencia, Forajido Literario. Vida y tiempo de William S. Burroughs es un relato profusamente documentado, ameno, sin concesiones y contextualizado con hechos históricos, de la vida del miembro de la generación beat que mejor supo adaptarse a los cambios sociales de su época. Un título que, sin restarle importancia a la trascendencia del biografiado, evita caer en la hagiografía y no elude los capítulos más oscuros de la vida de escritor. Entre ellos, la tormentosa vida de su hijo Billy o el asesinato de la madre del muchacho, Joan Vollmer.

Aunque en el prólogo de su novela Queer el escritor estadounidense romantizó el asesinato de su esposa al afirmar «me veo forzado a reconocer que nunca me hubiera convertido en escritor de no haber sido por la muerte de Joan», Morgan recoge un testimonio que abochorna a cualquiera que lo lee. Según George Laughead, profesor de la Universidad de Kansas, una de las últimas veces que estuvo con el escritor antes de su muerte, Burroughs comenzó a gritar: «¡Pégale un tiro a esa perra y escribe un libro! ¡Es lo que hice yo!». Por mucho que su asistente, James Grauerholz, intentase quitarle hierro al asunto, argumentando que era un comentario impropio del escritor provocado por el abuso durante la velada de alcohol, drogas y por el impacto emocional que le había causado la noticia de la grave enfermedad que sufría su amigo Allen Ginsberg, Ted Morgan no se dejó impresionar: «¿Impropio? no para los lectores de Burroughs. Tampoco para Joan Vollmer Burroughs».

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