Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Las nuevas 'Historias para no dormir'

Por fin se extiende por aquí el resurgir de la serie antológica de terror y suspense, formato idóneo para el desarrollo de nuevos e inquietos talentos o, por qué no, como sucede en estas nuevas ‘Historias para no dormir’, la confirmación de algunos ya conocidos

Imagen promocional de ‘Historias para no dormir’, con algunos de sus protagonistas.

Rodrigo Cortés, Rodrigo Sorogoyen, Paco Plaza y Paula Ortiz, cuatro directores importantes del cine español reciente, se han prestado ahora a reexplorar premisas conocidas de Historias para no dormir, la clásica serie de Chicho Ibañez Serrador, en un trabajo que pudo verse en el Festival Fantástico de Sitges antes de su estreno en Prime Video y, por supuesto, de su llegada a TVE, que se espera para dentro de seis meses.

«Han llamado a cuatro directores de cine para que hiciéramos cine», apunta Cortés, director de películas como Buried o Luces rojas, casi como todavía sorprendido por la potencia de la apuesta, algo inusitado en un país como España. «El adjetivo ‘cinematográfico’ se usa con ligereza, se promete para casi todo lo que se hace. Pero si algo diferencia al cine de la televisión es la apuesta por el lenguaje visual. Y hemos tenido la inclinación de apostar de forma decidida por ello: jugando duro con la luz, con el corte, con los subtextos actorales, etcétera», explica para este reportaje.

Cortés se encarga de escribir y dirigir (y montar y poner canción) a La broma, una visión cotidianamente noir del triángulo de crueldad formado por un bromista insufrible (Eduard Fernández), su despegada esposa (Nathalie Poza) y su colega de trabajo (Raúl Arévalo) con artimañas ocultas. De trama simplificada a la vez que mayores complejidades morales, la producción avanza de forma implacable hacia un nuevo final. «No creía que tuviera mucho sentido hacer una traslación literal de la historia original», explica Cortés, también coguionista del episodio de Ortiz. «Me interesaba crear una historia más atmosférica, más afilada. Que si alguien tuviera la tentación de querer a otro, ese amor nunca se viera sobrepasado por el que sienten por sí mismos».

Chicho Ibáñez Serrador y su guionista habitual Luis Peñafiel (es decir, el propio Chicho) alternaron entre argumentos propios y premisas tomadas prestadas a autores como Ray Bradbury, Edgar Allan Poe o Robert Arthur (La broma). Del primero adaptó, por ejemplo, Marionetas, S.A., rebautizado como El doble para una intriga conyugal y tecnófoba propia de La dimensión desconocida.

Un ‘thriller’ romántico

En su soberbia adaptación al cine (esto puede ser la película española del año), Sorogoyen (al que debemos apuestas como las de El reino o la serie Antidisturbios) profundiza en la parte conyugal: más que una parábola moral sobre los peligros de la clonación, su aportación es un estudio electrizante de los misterios de pareja, de lo imposible de conocer realmente a la persona con quien duermes.

«Cuando era más joven, mis referentes cinematográficos y todo lo que quería hacer eran películas de parejas. Mi coguionista Daniel Remón y yo nos hemos esforzado en hacer un thriller romántico: estudiar a esa pareja [David Verdaguer y Vicky Luengo, enormes] y hacerlo en modo de thriller. Muchas veces la vida en pareja puede ser un thriller».

Tanto La broma como El doble pintan el amor como literal campo de batalla. El segundo es aún más deprimente por desarrollarse en un mundo futuro bastante parecido al de 2020-2021 en al menos un aspecto: todavía no nos hemos librado de las mascarillas. En parte por no ver más mascarillas, Paco Plaza (la saga REC, Verónica) decidió volver atrás en el tiempo con Freddy, relato ficticio de un rodaje de Chicho, ese Chicho que a principios de los ochenta introducía la nueva temporada de Historias para no dormir despotricando de los rodajes en vídeo y de los indignos recursos que le había tocado manejar.

«Me encanta la presentación de Freddy, en la que manifestaba su insatisfacción por el resultado conseguido», explica Plaza, buen conocedor de Chicho por haber trabajado en el proyecto Películas para no dormir. «Me gustaba la idea de ayudarle a reivindicarse y a protestar por las condiciones en que trabajaba. Pero quizá, sobre todo, rendir homenaje a esa figura pública tan icónica. Tampoco hay tanta gente que haya visto sus dos películas. A Chicho se le conoce más como el señor del Un, dos, tres..., de las presentaciones de Mis terrores favoritos... Aquella mezcla de humor socarrón y género. Quería recoger esa esencia y ponerla en pantalla». Lo que no quiere decir que aquí falten un aparente ventrílocuo (Miki Esparbé, que comparte pantalla con el murciano Carlos Santos) o un muñeco diabólico, eso sí, más parecido al Fats de la película de culto Magic que al viejo Freddy.

A la directora Paula Ortiz (De tu ventana a la mía, La novia) corresponde el difícil desafío de rehacer el icónico El asfalto, Ninfa de Oro al Mejor Guion en Montecarlo en 1966. A partir de un texto de Rodrigo Cortés y Manuel Jabois, Ortiz relata la historia de un repartidor de comida (esos ahora ubicuos riders), Baldo (Dani Rovira), cuyos planes de acompañar a su mujer Ruth (Inma Cuesta) durante una ecografía se tuercen cuando sus pies quedan atrapados en el asfalto.

Solos en un mundo veloz

En su adaptación, Ortiz reconduce aquella idea inicial tan existencial (el drama de ser ignorado mientras desapareces) a nuestro momento, «a la materialidad de hoy, de una calle de cualquier ciudad, de un hombre que trabaja en un trabajo de hoy», en sus palabras. Por el camino, la cineasta transita entre géneros: «Empieza como comedia romántica costumbrista, pasa a la comedia negra o absurda y acaba en una historia de amor muy trágica entre dos personas que no se van a volver a ver». Prepárense un buen té de pasiflora.

El cumpleaños

En la introducción del primer episodio, Ibáñez Serrador apelaba a la indulgencia de los espectadores ante la precariedad de los medios que manejaba la serie. Falsa modestia: esta adaptación de un relato de Fredric Brown sobre un empleado de banca que fantasea con liquidar a su esposa es un despliegue de talento visual, eficacia narrativa y humor negrísimo. En doce minutos.

El muñeco

Chicho coge la premisa de la novela clásica de fantasmas de Henry James Otra vuelta de tuerca y le injerta un relato de Robert Bloch sobre una niña con inquietantes habilidades (Sweets for the sweet) para componer uno de los episodios más perturbadores de la serie. A destacar la interpretación de Teresa Hurtado en el papel de adolescente puñetera. El final es espeluznante.

La sonrisa

Un joven Emilio Gutiérrez Caba y una imponente Tota Alba protagonizan esta adaptación de un relato de Ray Bradbury que tiene mucho en común con Fahrenheit 451. Lo que parece apuntar a una historia de brujería medieval deriva, a través del diálogo de los personajes, hacia una cosa muy diferente y bastante más desoladora.

El asfalto

Este pequeño clásico de la televisión española dibuja un vitriólico retrato de una sociedad cuya indiferencia ante el sufrimiento ajeno adquiere proporciones terroríficas. Narciso Ibáñez Menta borda el papel de patético transeúnte engullido por el pavimento y los decorados de Antonio Mingote refuerzan el ambiente de pesadilla expresionista de ribetes kafkianos.

La zarpa

La entrega más escalofriante de la segunda temporada parte de un relato de W. W. Jacobs, La pata de mono, que gira en torno a un macabro amuleto con el poder de conceder tres deseos a su poseedor. Chicho orquesta el drama con mano maestra hasta llegar a un clímax de terror que se resuelve con un uso eficacísimo del fuera de campo y una soberbia Irene Gutiérrez Caba.

El regreso

Un cuento del popular parapsicólogo Jiménez del Oso sobre una pareja de rufianes que deciden acelerar la muerte de su tío tras enterarse de que este planea dejarlos fuera de su testamento sirve de base a esta historia de conjuras familiares, apariciones fantasmales y venganzas de ultratumba que transcurre entre candelabros y ruidos de tormenta.

La promesa

Chicho se tomó no pocas libertades a la hora de adaptar el relato de Poe El entierro prematuro, la historia de un empresario de pompas fúnebres que tiraniza a su sobrina y a quien le aterroriza la posibilidad de ser enterrado vivo. El crescendo de mal rollo desemboca en un desenlace impactante que un simple efecto de sonido convierte en pavoroso.

El televisor

Capítulo especial, ubicado entre la segunda y la tercera temporada, en el que un Ibáñez Menta arrollador interpreta a un empleado de banca que, en un giro que habría envidiado el propio Rod Serling, ve cómo su vida se va al garete tras la adquisición de un televisor. Una lúcida denuncia del poder alienante de la TV que con este trabajo de Chicho es... historia de la televisión.

Freddy

Con sus 105 minutos, el episodio inaugural de la tercera temporada es un largometraje en toda regla en el que Ibáñez Serrador se sirve de un perverso muñeco de ventrílocuo para componer una personalísima aproximación al giallo, con su trama parapolicial, sus escenografías angustiosas, su generoso uso de los cuchillos y notas de erotismo. 

El caso del señor Valdemar

‘HISTORIAS

Chicho vuelve a un relato de Poe que ya había adaptado en la primera temporada y lo hace con la misma planificación y los mismos actores que entonces. La jugada le sale bien, porque esta nueva lectura en color logra crear un clima aún más ominoso que el de su predecesora, con un Manuel Galiana zombificado difícil de olvidar. 

Compartir el artículo

stats