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Coses Nostres

Los retos de la tortuga

Desde 2019 se han detectado nidos de tortuga boba en playas de Balears y la especie ha cobrado especial relevancia en el panorama conservacionista de las islas

Una de las tortugas nacidas en Ibiza que el pasado mes de septiembre se soltaron en es Cavallet.

Desde que, en junio de 2015, una tortuga boba intentara nidificar en Santa Eulària, estos quelonios en peligro de extinción se han convertido en una especie prioritaria y emblemática en la conservación marina balear y mediterránea. Ya entonces el biólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Adolfo Marco vaticinaba que el aumento de la temperatura del agua podría llevar a más ejemplares a buscar zonas de desove lejos de sus áreas habituales. Y así fue como, ya en julio de 2019, una hembra escogía Platja d’en Bossa para poner 58 huevos. Esta se considera la primera puesta de Balears, al menos la primera de la era actual, porque existen referencias de finales del siglo XIX y principios del XX de la existencia esporádica de nidadas en el litoral del archipiélago. 

La tortuga boba –tortuga babaua en catalán y Caretta caretta en su nomenclatura científica– nunca ha sido una extraña en aguas de las islas y, en alta mar, no es extraordinario observarla alimentándose de las miles o millones de barquetes de Sant Pere (el hidrozoo Velella velella) que, preferentemente en abril y mayo, llegan hacia las costas arrastradas por las corriente.

Antaño cazada para su consumo, hoy sus amenazas más importantes son otras: la contaminación de los mares, las capturas accidentales en artes de pesca, el calentamiento global y las colisiones por el aumento de las embarcaciones de recreo; desde el Consorci per la Recuperació de Fauna de les Illes Balears (Cofib) suelen insistir en la ingesta de plásticos y las redes de pesca como los dos grandes problemas de la fauna marina, los que motivan principalmente la intervención de los centros de recuperación. 

En el informe ‘Mar Balear 2021’, impulsado por la Fundación Marilles, se recoge que en Balears se observan principalmente «individuos juveniles y subadultos. Pueden verse ejemplares de tortuga marina durante todo el año, pero los varamientos son más abundantes entre los meses de junio y septiembre. Las causas del varamiento son indicadores de los impactos que inciden mayoritariamente sobre la especie. Destacan las capturas accidentales en anzuelos de palangre, que representan el 36 por ciento de las causas de varamiento entre los años 1993 y 2014». 

La tortuga boba o cayume es la más cosmopolita de las tortugas marinas y puede hallarse tanto en el Atlántico como en el Pacífico, el Índico y el Mediterráneo, el más alto rango geográfico de todas las tortugas de mar. Y existen diferencias genéticas entre los individuos de procedencia atlántica –los habituales en el mar balear– y la población que se reproduce en la cuenca del Mediterráneo oriental. En aguas pitiusas, además de esta especie de reptil marino, también puede verse –visitante esporádica– la tortuga laúd (Dermochelys coriacea), la más grande de las tortugas marinas; si la tortuga boba puede medir, por regla general, alrededor de un metro y pesar entre 80 y 200 kilos, la tortuga laúd es una bestia de más de dos metros y media tonelada. Asimismo, en el litoral balear puede encontrarse la tortuga verde (Chelonia mydas), aunque se trata de una especie de hábitos más pelágicos y más rara. 

PROTOCOLOS DE SALVAMENTO

Los expertos aconsejan siempre avisar al 112 en caso de encontrar una tortuga herida, tal vez enmallada, porque intentar ayudarla sin asesoramiento veterinario podría agravar el problema; el enmallamiento puede provocar graves infecciones en las aletas que pueden extenders y requerir antibióticos.

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