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Dominical

Unas carreras de trote en s'Alamera

Mariano Torres pasó buena parte de su infancia en el hipódromo de Sant Jordi y a los 15 se convirtió en jinete. Ahora aprovecha su amplio bagaje en 'Història del trot eivissenc', un minucioso recorrido por los orígenes de esta afición

Imagen de la primera carrera celebrada en Ibiza, con uno de los participantes llegando a s’Alamera. | CINE IBIZA/AISME

El 10 de julio de 1948 se celebró la primera carrera de trotones en Ibiza. No había hipódromo y los seis caballos con sus jockeys partían de Can Sifre. La crónica del Diario de Ibiza, publicada tres días después, destacaba que «millares de personas se situaron a lo largo de todo el trayecto para presenciar la carrera». «Nunca vimos multitud tan grande en esta isla para presenciar unas pruebas». No en vano, se trataba del acto principal programado por el día de Sant Cristòfol, una de las festividades más importantes de la época. Tras recorrer 2.050 metros, los participantes cruzaron la meta en s’Alamera, entre «salvas de aplausos» del público llegado de todas partes de la isla.

Mariano Torres recita de memoria a los protagonistas de esa jornada. «Joanet Cantó, Toni Bassó, Torretombada, Capelleta, Burgos y Puvil, que no era el de mi familia», precisa. El otro Puvil al que se refiere es Josep Ribas, el fundador del hipódromo de Sant Jordi 30 años después de esa cita pionera. Torres tenía ocho años el día que, tras casi dos años y medio de obras, empezaban las carreras de trotones en la finca de su tío. Su madre vendía entradas, a 100 pesetas para los hombres y a 50 para las mujeres, mientras que su padre servía en un quiosco a los pies de las gradas.

En la imagen, sobre el chivo, Salvadoret Ribas, 'Fita'. DI

Había tanta afluencia de público en esa época que, además del bar principal, aún en servicio en el mercadillo de los sábados, se habilitaba esa otra barra. Su madre le cuenta que, en la época dorada de la hípica en Sant Jordi, se llegaban a vender 2.000 tiques, pero los niños entraban gratis, al igual que los propietarios de los caballos y los socios del hipódromo. «Se juntaban 3.000 personas».

«Como en el bar del chiringuito no había electricidad, antes de las carreras iba con mi tío a comprar barras de hielo en Vila. Las poníamos en un barreño, con las bebidas, y esa era nuestra refrigeración», bromea al recordarlo. «Yo hice de todo en el hipódromo. Con ocho años, nada más abrir, le pedía a mi tío ir con él a las cuadras a poner paja o limpiar las guarniciones».

Vicent Tur, 'Pujol', a los mandos de Victorino en el hipódromo de Can Bufí 1965. DI

A los 15 años se animó a participar como conductor y, salvo en su época de estudiante de Empresariales en Mallorca, siguió compitiendo hasta los 40. Esa pasión, heredada de su entorno familiar, le ha motivado a la hora de escribir ‘Història del trot eivissenc’, un libro en el que aprovecha su envidiable memoria, su archivo personal y multitud de horas inmerso en el Arxiud’imatge i so d’Ibiza i Formentera, el Arxiu d’imatge i so municipal y la hemeroteca de Diario de Ibiza.

Hay un detalle que revela su meticulosidad. Torres acude a la entrevista bien surtido de documentación. Guarda una ingente colección de los programas de las jornadas de trotones. En uno de esos folletos, de cuando tenía ocho años, anotó en lápiz el orden de llegada de todos los participantes de cada una de las carreras. El recorrido histórico de su libro mantiene ese mismo rigor que ya exhibía en su infancia.

Una carrera de 1950 en sa Blanca Dona, con 'Curuné' y el caballo Brillante. AISME

Los inicios

El vencedor de la carrera del día de Sant Cristòfol fue Joan Torres Cantó, al mando de Bacardi, un caballo de 15 años con gran reputación en Mallorca. La afición a los trotones en Ibiza nació por la influencia de la isla vecina, donde había llegado esta modalidad por sus conexiones con el puerto de Marsella.

Mientras que en el resto de España las competiciones son al galope, los aficionados de Baleares se decantaron por los caballos tirando de un carro ligero al trote, una modalidad surgida en Francia y Estados Unidos a finales del siglo XIX. «Durante las guerras mundiales, hubo caballistas que marchaban a Algeria, hacían escala en Palma y acababan dejando allí sus animales», apunta Torres.

Los mallorquines organizaron carreras de manera oficial a partir de 1929. Tanto Bacardi como los cinco caballos a los que se impuso se forjaron en ese circuito de la isla vecina. Menos de un mes después de aquella cita pionera en Vila, se celebraron otras dos carreras el 7 de agosto de 1948, con motivo de las fiestas patronales. El 24 de agosto, los vecinos de Sant Antoni seguían el mismo ejemplo y dos grupos de jinetes se enfrentaron en sendas pruebas para festejar a su patrón, Sant Bartomeu.

Mariano Torres, en las instalaciones de Diario de Ibiza. V. Marí

Si en Vila se aprovechó la carretera de Sant Josep, entonces sin asfaltar, un campo de cereales junto al cementerio, después de la siega, sirvió de pista en Sant Antoni. La demanda de más carreras ya estaba en marcha y no iba a tardar en crearse un circuito fijo.

Sa Blanca Dona

Sant Cristòfol fue de nuevo la fecha elegida para estrenar la pista de sa Blanca Dona, en 1949, en los terrenos donde ahora se levanta el polideportivo y el colegio de Primaria. La entrada de ese día costaba cinco pesetas para los hombres y tres para las mujeres. Nacía de manera provisional, pero su uso se prolongó hasta agosto de 1960, cuando el solar pasó a titularidad militar para construir un cuartel.

«La afición se empezó a multiplicar. Los días de carrera partía un autocar desde s’Alamera y la carretera de Sant Antoni estaba repleta de gente que subía andando», destaca Torres. Era una jornada de fiesta para el público y los propios competidores, que se desplazaban para competir con el mismo caballo con el que trabajaban en la finca habitualmente.

Antoni Marí Tur, 'Bassó', con Itron en una carrera celebrada en el hipódromo de Can Bufí en 1965. DI

Esa es otra de las razones principales por las que se impusieron los trotones en una sociedad eminentemente agrícola. «Era una raza de caballos robustos que venían sobre todo de Francia, con buenas piernas que les permitían faenar en el campo. Uno de raza árabe para galopar no sirve para trabajar», detalla.

«Toni Guillem, que era el padre de Toni Costa [exdiputado socialista y exdirector de Paradores Nacionales] se juntaba con un vecino, Miquel Cocons, y los dos bajaban desde Corona con sus carros para competir en sa Blanca Dona». Por el camino se les sumaba Joan Joanet, que venía de Sant Antoni. «Después de la carrera, regresaban todos juntos. Esa era su fiesta». De igual manera, un buen grupo de vecinos de Corona se amontonaban en dos taxis las jornadas en las que Guillem y Cocons se enfrentaban a los jinetes del resto de la isla.

La prensa de la época calificó la primera prueba en sa Blanca Dona «como el mayor evento deportivo registrado nunca en Ibiza». «Se formaba tanto tumulto que un día falleció una mujer atropellada al acabar la carrera». Las pruebas aún no se celebraban semanalmente, pero sí con cierta regularidad, hasta que llegaron unos años de escasa participación. Este vaivén ha sido una constante de los trotones y las etapas de popularidad creciente se alternan con otras de declive.

Imagen aérea del Glory Park en Can Bufí, perteneciente a una felicitación navideña de Mike Hewitt. DI

Como recoge el libro, «el 5 de agosto de 1954 se acordó hacer tres carreras con siete caballos», de manera que se veían obligados a correr dos veces. Pero «en verano de 1958 se notó un poco más de animación con la llegada de nuevos caballos». A mediados de mayo de 1959, culminaba uno de esos «momentos álgidos para los caballistas ibicencos», cuando se desplazaron a Mallorca Xico Ribas Puvil, Pelegrí Vargas, Vicent Bufí y Xico Burgos para competir en una diada del Gran Premio Nacional. Burgos conseguiría dos segundos puestos en las carreras de la mañana y dos victorias en las vespertinas. Sin embargo, un año después la pista de sa Blanca Dona se despedía de las competiciones hípicas, que no regresarían a la isla hasta cinco años después.

Can Bufí

El siguiente capítulo del libro repasa la historia del hipódromo de Can Bufí, que se estrenó el día de Santa Maria de les Neus de 1965 por iniciativa de Vicent Bufí. El vencedor de la primera carrera fue Rafel Vargas, hijo de otro de los grandes pioneros de los trotones en Ibiza, Pelegrí.

Todos ellos cuentan con su merecido recuerdo en ‘Història del trot eivissenc’, junto con los caballistas más destacados hasta la actualidad. «Hoy en día debes tener un caballo con unas condiciones extraordinarias para correr y un amateur apenas puede competir con ellos», lamenta Torres.

Así, pese al aumento cualitativo, este perfeccionamiento ha acarreado un descenso de la participación. «Sé que no podemos volver atrás, pero me gustaría que aún hubiera caballistas que trabajaran en el campo y luego corrieran los domingos Así se fomentarían las carreras, porque ahora están un poco vacías», lamenta.

Portada del libro 'Història del trot eivissenc', editado con el patrocinio del Consell de Ibiza y el Ayuntamiento de Ibiza.

Portada del libro 'Història del trot eivissenc', editado con el patrocinio del Consell de Ibiza y el Ayuntamiento de Ibiza. DI

Can Bufí fue el escenario de otra de esas etapas de esplendor, con sala de fiestas incluida. Un estadounidense, Mike Hewitt, arrendó las instalaciones y llevó a cabo a cabo una ambiciosa remodelación en 1972 para crear el complejo Glory Park, que funcionó también como canódromo. La aventura duró solo dos años. «Entonces, mi tío se decidió a levantar un hipódromo, con la colaboración de Joan Vich [el primer director] y Rafel Vargas Pelegrí que trabajaba en una constructora», recuerda Torres.

Auge y caída

En su momento álgido, en Sant Jordi se llegaron a organizar jornadas con cinco pruebas por la mañana y cinco por la tarde. «¡Eso eran 60 caballos! En cambio, el sábado pasado fueron tres carreras de trotones en Sant Rafel», se resigna. Este último hipódromo se inauguró en 1984, con un circuito de 800 metros. «Fue un salto cualitativo muy importante, porque era una pista a nivel europeo y unas instalaciones que hoy en día siguen siendo excepcionales».

La afición por los trotones se encontraba en su mejor momento a mediados de los ochenta, pero la isla era demasiado pequeña para dos hipódromos. «Se corría a la vez en los dos sitios y eso fue un gran error», lamenta Torres. El de Sant Rafel no dio el rendimiento esperado y en el 91 fue alquilado por unos empresarios madrileños que pretendían organizar carreras prácticamente a diario durante el verano, con unos premios en metálico inasumibles. Su aventura se fue a pique al poco tiempo, dejando un reguero de deudas.

Durante un tiempo, Sant Jordi quedó como el único hipódromo en activo, hasta que organizó su última prueba el 16 de diciembre de 2007. Cuatro años antes, el Consell de Ibiza reactivó de nuevo el de Sant Rafel, primero en régimen de alquiler y luego adquiriendo las instalaciones. Pese a que ahora dependen de la administración pública, los trotones sobreviven a la competencia del fútbol. «Otro factor que me ha inspirado», subraya Torres en la introducción del libro», es que «hay un grupo de jóvenes que se ha aficionado a este deporte, lo practican y van al hipódromo. Estos jóvenes creo que deben conocer cómo eran las carreras de hace un tiempo, los caballos y los hombres que competían».

El ibicenco que se impuso en Mallorca

Mariano Torres no duda en señalar el año 85 como el de máximo apogeo del trote en Ibiza. Además de organizarse pruebas en dos hipódromos, el de Sant Jordi y el de Sant Rafel, ese año un ibicenco, Xico Bufí, venció en la competición más reputada de la época, el Premi Comunitat Autónoma de les Balears. Sobre todo, logró imponerse a los jinetes mallorquines en su casa, el hipódromo de Son Pardo, cuando Ibiza se encontraba lejos del nivel competitivo de un entorno de mucha mayor envergadura y profesionalizado como era el circuito mallorquín. El jockey ibicenco, que gozaba de gran popularidad desde su época como cantante de Es Amics, era hijo de uno de los grandes pioneros del trote en Ibiza, Vicent Bufí, el fundador del hipódromo de Can Bufí. Tras pasar las fases clasificatorias, que se celebraban en Mallorca, Menorca e Eivissa, el 12 de octubre de 1985, Bufí fue el primero en cruzar la meta de Son Pardo con Sibert, un caballo holandés. «Era el premio más importante de la época, de 400.000 pesetas, que entonces era un pastón», destaca Torres. «Ahora hay ibicencos que ganan en Mallorca, pero Xico Bufí protagonizó la primera vitoria en el trofeo más importante», subraya.

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