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Coses Nostres

El acantilado finito

La erosión constante de la costa acantilada de es Bol Nou –agravada por la extracción de piedras y tierra de la base– y su composición poco compacta contribuyen a que el riesgo de desprendimientos sea «alto y continuo»

En la imagen se aprecia bien la importante erosión que sufre la base del acantilado.

Había que construir rápidamente carreteras, asfaltar caminos, talar árboles y realizar desmontes para ‘abrir la isla al turismo’. Pocas imágenes tan gráficas hay como esta expresión para explicar la pérdida de virginidad de paisajes que hasta entonces eran eso: vírgenes. Las máquinas entraron a saco en decenas y decenas de parajes que habían permanecido intactos desde, literalmente, miles de años, hasta remontarse a eras geológicas». De esta forma explica el periodista Joan Lluís Ferrer, en su libro ‘Ibiza: la destrucción del paraíso’, el impacto de la vorágine turística en los paisajes de la isla. Y la expresión ‘abrir la isla’ cobra su sentido en es Bol Nou, porque hasta que el turismo no acarreó la necesidad de llegar a cualquier tramo del litoral no había ningún acceso fácil hacia esa zona de la costa que no fuera por mar; las máquinas abrieron la entrada que hoy conocemos, frente al restaurante. La playa de es Bol Nou –y la posibilidad de llegar a las calitas contiguas más cercanas a las casetas varadero del oeste– son el fruto de una de esas heridas que el turismo infligió al paisaje.

Hoy, es una concurrida playa que recibe a los bañistas con un cartel que advierte de posibles desprendimientos; probables, en realidad. De hecho, este verano ha caído un gran tramo del acantilado inmediatamente posterior a la ‘puerta’ que las máquinas abrieron. Las grandes rocas desprendidas han dejado algo más estrecho el camino que conduce a las calitas, pero no ha evitado que centenares de turistas y residentes elijan cada día este lugar para bañarse, un área que se encuentra dentro del parque natural de ses Salines.

«El riesgo de desprendimiento es tan habitual porque son formaciones poco compactas, poco cohesionadas. Conglomerados y costras son muy permeables y captan agua fácilmente, provocando que la formación se debilite. Si a ello sumamos la erosión continua de la base del acantilado por el mar y la pendiente, se entiende que el riesgo de desprendimientos sea alto y continuo». Así lo explica el geólogo Luis Alberto Tostón.

Además, a estas debilidades de las paredes, a ese desgaste en la base, hay que sumar las erosiones que directamente provocan los bañistas que extraen piedras de los conglomerados para amontonarlas o usan la tierra roja para darse los famosos baños de barro, tan perjudiciales para el entorno como el amontonamiento de piedras (caramulls); en algunas zonas de la falda del acantilado se aprecian los huecos que la constante extracción de tierra ha ido abriendo en las capas inferiores, dejando las franjas de roca inmediatamente superiores prácticamente suspendidas como cornisas.

Sedimentos continentales

«Aunque lo primero que puede pensarse, al estar al borde del mar, es que esos acantilados están formados de sedimentos marinos, en realidad son sedimentos continentales. Son varias secuencias de conglomerados y arcillas que finalizan con una capa de costra calcárea. Son de espesor irregular, con capas variables en cada secuencia, aunque dominan los conglomerados muy heterogéneos, con cantos mezclados de muchos tamaños y aspectos». El geólogo concluye que todo ello nos lleva a la conclusión de que las formaciones que hoy podemos ver son consecuencia de «un transporte corto y rápido que se lo llevo todo por delante y lo depositó tan mezclado como lo vemos. Todo es del periodo Cuaternario, menos de dos millones de años atrás, y los conglomerados representan momentos de grandes lluvias, las arcillas revelan su disminución y las costras calcáreas nos hablan de momentos semiáridos, como en la actualidad; arriba del todo está la costra calcárea actual, como un voladizo sobre toda la formación».

Desde el agua se aprecia mejor la composición de la pared, las franjas de cantos incrustados y de tierra, la erosión, los distintos colores, la debilidad de la base y la cornisa superior de la costra calcárea a la que Luis Alberto Tostón hace referencia. Desde el agua se calcula mejor el riesgo. El acantilado seguirá cayendo.

La clave

Desprendimientos continuos

En septiembre de 2019, intensas tormentas provocaron la caída de parte del acantilado este y hubo que cerrar el acceso a un extenso tramo de costa. Este verano, el desprendimiento se ha producido en el primer recodo hacia el oeste tras la entrada a la playa. "Comparando fotos, año tras año, se ve que siempre hay nuevos bloques caídos del acantilado", comenta el geólogo.

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