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Coses nostres

El cáliz de cristal blanco

La colección de vidrio del museo arqueológico pitiuso reúne decenas de piezas destacables como la copa translúcida y desgastada, de origen romano, que se desenterró en s’Illa Plana

Esta copa blanca fue hallada en un ajuar funerario en s’Illa Plana.

Humilde, desgastada y sencilla. Es la copa que Indiana Jones hubiera escogido –frente al oro y las piedras preciosas– como el cáliz de Cristo en el muestrario de tazones que custodiaba José de Arimatea en el templo secreto. La copa romana hallada en las excavaciones de s’Illa Plana a principios del siglo XX tiene ese aspecto de cáliz modesto, ajado por el paso de los siglos y hoy recompuesto como si se tratara de un rompecabezas (que es como los restauradores reconstruyen las piezas de cristal). Nadie ha sospechado nunca que se trate del Santo Grial, desde luego, y es nada más –y nada menos– que una copa de un ajuar funerario.

La pieza fue hallada durante las excavaciones llevadas a cabo por Arturo Pérez-Cabrero –fundador de la Sociedad Arqueológica Ebusitana, el origen del actual museo– en una zona próxima a Talamanca, donde se iniciaron los trabajos en s’Illa Plana. En ese lugar concreto fue descubierta una tumba con paredes de piedra y cubierta con otras cuatro o cinco rocas apoyadas en esas paredes. El ajuar de esta sepultura estaba formado por la copa de vidrio blanco y unas cuantas monedas de bronce. Sin embargo, las monedas no llegaron al museo, y, sin ellas, la datación de la fecha del hallazgo no es lo precisa que podría haber sido. La copa, que ha sido restaurada y muestra un aspecto bien distinto al que tenía al ser extraída, indica que el enterramiento se produjo en torno al siglo III después de Cristo.

A partir de este descubrimiento, la zona de excavación se trasladó al centro de s’Illa Plana y se hallaron un aljibe con 52 osamentas, fragmentos de huevos de avestruz, los cimientos de un edificio, un pozo con diversas estatuillas de barro y otro con restos humanos y –quizás lo más importante– los restos de lo que Pérez-Cabrero ya consideró que podía tratarse de un templo fenicio donde se realizarían sacrificios a alguna divinidad. A ello apuntaba el hallazgo de un rectángulo con un gran pilar en el centro, con cinco osamentas, restos cerámicos y, cerca de la estructura, un capitel de estilo dórico. En el lugar se siguieron hallando objetos y hubo nuevas excavaciones en el 35, pero, finalmente, las máquinas arrasaron s’Illa Plana y ese pequeño trozo de tierra de 500 metros de longitud por 350 de ancho quedó completamente urbanizado y no se pudieron extraer de él todos los secretos del pasado. El santuario de s’Illa Plana seguirá siendo un misterio, pero, eso sí, en el museo han seguido trabajando en la restauración y estudio de todas las piezas que en el islote se hallaron y que llegaron a sus almacenes.

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