Diario de Ibiza

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Coses nostres

Criaturas bioluminiscentes

Los ceriantos son antozoos del mismo grupo que las medusas que pueden verse con relativa frecuencia en los fondos de Ibiza y Formentera y que poseen luz propia en sus tentáculos

Cerianto fotografiadaen los fondos de s’Espartar.

Su aspecto –con su considerable tamaño y sus llamativos tentáculos bioluminiscentes agitados por la corriente– llama poderosamente la atención en los fondos de arena en los que se asienta, a menudo a más de doce metros de profundidad, aunque pueden verse ejemplares más pequeños a un metro. Los ceriantos no son animales raros en las aguas litorales de Ibiza y Formentera, a pesar de no ser tan abundantes como sus primas las anémonas (la más conocida es la ortiga de mar o fideos) y son siempre organismos que los submarinistas quieren encontrar en sus inmersiones por su hipnótica belleza.

El nombre común del cerianto (Cerianthus membranaceus) es anémona tubo mediterránea, pero no se trata realmente de una anémona. La diferencia estriba en el sistema que emplea para sujetarse al fondo; las anémonas poseen un disco pedal (una suerte de ventosa como un pie) para amarrarse al suelo, mientras que los ceriantos se fijan mediante una especie de tubo que se entierra en el sedimento. Si el animal se siente amenazado puede ocultarse dentro de la galería excavada en la que se asienta el tubo, una estructura protectora creada usando como cemento la sustancia mucoide que segregan y arena.

Pero a pesar de la fascinante forma en la que viven en su galería, la doble corona de sus tentáculos mecidos por las corrientes resulta, sin duda, lo más espectacular de estos animales que pueden parecer criaturas extraterrestres y que, aunque son propias del Mediterráneo, pueden encontrarse en otras latitudes, como en el Atlántico oriental. Esos tentáculos, con los que atrapan crustáceos y larvas de peces, son urticantes como lo son los tentáculos o filamentos de anémonas y medusas y, además, son bioluminiscentes, lo que significa que generan –por una reacción química– luz propia. La bioluminiscencia no es una característica extraña en el mundo marino ni en el grupo de los antozoos, pero en los tentáculos de los ceriantos cobra un aspecto muy especial. La abundancia de filamentos, que suelen superar los veinte centímetros de longitud, y los fondos oscuros del mar en los que habitan, hacen que esa ligera luminiscencia destaque –en tonos verdosos, amarillos, blancos y morados– como la melena de una sirena agitada por el mar.

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