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Los cuatro Picos de es niu de s’Àguila

Los farallones que se alinean en esta cala escondida de es Cubells ejercen como testigos mudos de lo que acontece en las cercanas escarpaduras

Los cuatro picos conforman un espectáculo sobrecogedor por lo abrupto.

Como el agua gasta lentamente la piedra, el tiempo gasta los corazones. (Mika Waltari)

A presencia de los islotes que, con su verticalidad, rompen la línea del horizonte. Imposible imaginar Benirràs sin el Cap Bernat, Platges de Comte carente de s’Illa des Bosc, s’Espartar y sa Conillera, Cala d’Hort ausentes es Vedrà y es Vedranell o sa Cala de Sant Vicent vacía de Tagomago.

El mismo fenómeno ocurriría en es Niu de s’Àguila de no existir los cuatro islotes que se alinean en su orilla en progresión descendente. El más elevado, con su pico redondeado, establece el centro de esta cala de Es Cubells y, siguiendo hacia el oeste, el segundo escollo, de silueta triangular y afilada cumbre. El tercero es más achaparrado, en ligera pendiente, como s’Espartar, y el último, más ancho, bajo y prácticamente plano. En realidad aguarda un quinto entre los dos primeros, tan insignificante que apenas araña con su cresta la superficie del agua, desapareciendo al arreciar la más leve marejada.

Los cuatro picos conforman un espectáculo sobrecogedor por lo abrupto, especialmente aquellos días en que la tempestad los azota por la retaguardia y el oleaje rompe sobre su cima envolviéndolos con una toga de espuma. Sin embargo, en los días apacibles, por el agua cristalina que los mece y la cercanía a los cantos rodados que se amontonan en la orilla, invitan a nadar hasta ellos, rodearlos y zambullirse alrededor de sus paredes. El más alejado, el primero, dista de la playa apenas cincuenta metros y fue sobre su corona donde un ave plantó el nido que acabaría alumbrando el topónimo.

Playas bajo el acantilado

La costa que se extiende al pie de es Cubells acoge innumerables recodos donde disfrutar del paisaje escarpado tan característico de esta zona. Primero aguarda la playa de es Cubells, bajo la misma iglesia, y a continuación ses Boques, es niu de s'Àguila y Cala Llentrisca. Entre medias, montones de rincones de fondos atigrados de roca y posidonia, y escuetas orillas, a veces incluso de fina arena, solo accesibles desde las viviendas de la urbanización o por vía marítima.

Salvo para los privilegiados que habitan los chalets suspendidos sobre los acantilados que envuelven la cala y la hacen casi inexpugnable, ya que disponen de escaleras que bajan a ras de mar, alcanzar este magnífico escenario requiere un esfuerzo. Hay que desplazarse hasta la playa de ses Boques, caminar por el pedregal de su orilla hacia poniente, allá donde se asoma el Cap Llentrisca, y atravesar al final un angosto sendero que serpentea cuesta arriba y abajo.

En el último tramo del camino, esa obra inverosímil que cose el acantilado con gigantescas grapas de acero y que ha convertido el precipicio de roca y arcilla, siempre a punto de desmoronarse por el peso del chalet que sustenta, en una muralla escalonada e indigna del paisaje natural que caracteriza esta costa.

El dificultoso trayecto queda sobradamente compensado por el agua clara, la tranquilidad abrumadora y la presencia de los farallones y de la punta de es Jondal, que se asoma tras ellos. Aquellos que, por el contrario, quieran asomarse a esta cala evitando el tránsito por la costa, pueden disfrutar de los cuatro picos desde la carretera que cae hacia la urbanización, cuatrocientos metros después de la garita de vigilancia. Aunque desde arriba no resultan tan espectaculares, la fenomenal perspectiva de la bahía equilibra la experiencia.

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