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Dominical | Coses nostres

El blanco perfecto

La garceta común es un ave que, aunque no nidifica en las Pitiusas, puede verse en las islas durante todos los meses del año. Poblaciones enteras de garzas fueron exterminadas en Europa a lo largo de más de un siglo para fabricar sombreros con sus espléndidas plumas

Una garceta en Ibiza.

A lo largo del siglo XIX, la industria de las plumas, principalmente para los sombreros de las damas consideradas elegantes, se convirtió en un negocio que movía grandes cantidades de dinero al mismo tiempo que exterminaba a millones de aves en todo el mundo. La industria de la moda nunca ha sido aliada de la biodiversidad. Desmond Morris, en ‘El contrato animal’, relata que «un solo país sudamericano llegó a matar un millón y medio de garzas reales en un solo año para abastecer el mercado europeo». Añade muchos más datos: «Trescientos mil albatros de una sola isla del Pacífico en un único cargamento, y treinta y dos mil colibríes en una sola compra realizada por un comerciante de plumas de Londres. Los caprichos del mundo de la moda tienen muchas cuentas que rendir».

La garceta común (Egretta garzetta), con sus inmaculadas plumas blancas, también ha sido objeto de este comercio. Así nos lo recuerda SEO/Birdlife en su monografía sobre esta especie: «Como sucedió con otras ardeidas, la garceta común fue víctima de una intensa persecución que tenía por objeto obtener sus vistosas plumas ornamentales, usadas en la fabricación de sombreros. Actualmente, las principales amenazas giran en torno a la degradación de los humedales o la reducción de su superficie».

En las Pitiusas, esta garceta –garseta blanca en su nombre popular– es un ave que, aunque no nidifica en las islas, puede verse prácticamente todo el año, principalmente en los humedales de ses Salines, pero también pescando en las orillas del litoral. En invierno, su población es más estable y, en ocasiones, pueden verse algunos grupos numerosos en los pasos migratorios de primavera y otoño. Así lo explica el ornitólogo Oliver Martínez, miembro del Grup d’Estudis de la Naturalesa (GEN), que añade que en los meses de verano quedan menos ejemplares, los que no emigran para su reproducción.

En la citada monografía de SEO/Birdlife puede leerse que Balears y la Península son tanto una importante zona de invernada como territorio de paso para numerosos individuos procedentes de Europa, «especialmente aves francesas originarias de las nutridas colonias de La Camarga.» En el último recuento de aves que se ha llevado a cabo en las Pitiusas, en el mes de enero, se han contado 16 ejemplares en Ibiza, 13 de ellos en ses Salines; en el recuento de enero de 2018, un grupo numeroso de paso por la isla hizo que la cifra se elevara a 30 ejemplares, 19 de ellos en ses Salines.

Pico de daga

Las deslumbrantes plumas blancas de la garceta contrastan con su pico negro en forma de daga y sus patas también negras, con pies amarillos como los ojos. Y es ese plumaje blanco por completo el que comparte con otras dos especies de garzas que pueden verse en las islas, la garceta grande (Egretta alba) y la garcilla bueyera (Bubulcus ibis; esplugabous en catalán), la más pequeña y común. La primera, según explica Oliver Martínez, solía ser rara en las Pitiusas, pero «cada año se ven más ejemplares»; la segunda, originaria de zonas tropicales, está expandiéndose con rapidez por prácticamente todo el planeta.

En cuanto a su comportamiento, Egretta garzetta muestra dos característicos y remarcables métodos de pesca. El primero de ellos, en solitario, es la forma en la que hace temblar sus pies amarillos en el agua fangosa, una táctica que al parecer emplea para hacer salir a insectos y peces del barro. La otra estrategia de pesca, mucho más sorprendente, la realiza en colaboración con los cormoranes en las orillas de la costa. Las dos aves tienen formas de pescar muy distintas pero que se compaginan muy bien; el cormorán bucea espantando a los peces hacia la orilla en la que se encuentra la garza acechando y cortando el paso a las presas.

Este comportamiento de cormoranes y garzas trabajando unidos es frecuente y es fácil verlo a menudo en las costas de las islas. Sólo hay que observar.

La clave: Pérdida de hábitats

La principal amenaza que pende sobre las poblaciones de garzas –al igual que ocurre con casi todos los grupos animales, desde los paquidermos a los insectos– es la enorme presión humana sobre sus hábitats, la pérdida de los mismos porque son urbanizados o su degradación por contaminación. 

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