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Imaginario de Ibiza

Aguamarina líquida, la gema de los recodos de Ibiza

Frente al debate sobre cuáles son los valores que atraen al turismo a la isla solo cabe contemplar la transparencia e intensidad galvánica que adquiere la costa pitiusa en sus recodos de arena. No hay fiesta ni opulencia que igualen su intemporalidad y belleza

El recodo de es Pujolets.

El océano es más antiguo que las montañas y está cargado con los recuerdos y los sueños del tiempo. (H. P. Lovecraft).

De entre todas las gemas que cotizan en joyería, el aguamarina es la que mejor refleja la tonalidad y los matices que adquiere el mar ibicenco sobre los fondos arenosos de las calas. Este variedad de berilo, que en las entrañas de la tierra forma estructuras alargadas, hexagonales y traslúcidas, y que oscila entre el turquesa y el esmeralda, bien podría definirse como mar sólida. Antiguamente, los marinos lo portaban encima como un talismán que les protegía frente a naufragios y tempestades, y los alquimistas de la edad media incluso lo empleaban como antídoto contra el veneno.

La imagen que acompaña esta página ilustra a la perfección ese color de aguamarina tan característico de nuestros paisajes costeros, no siempre fácil de encontrar en otras latitudes mediterráneas. Está tomada en es Pujolets, precioso recodo de casetas varadero que cierra Cala Tarida por su extremo norte.

Antiguo refugio de residentes

Hasta hace pocos años, los rincones abruptos de la costa ibicenca, como es Pujolets y tantos otros, constituían el último reducto de los ibicencos. En sus refugios-varadero se guisaban paellas dominicales, se dormían siestas y se disfrutaban apacibles jornadas veraniegas en convivencia con vecinos, paisanos y algún que otro turista despistado. La saturación humana que se registra en las grandes playas en temporada, sin embargo, ha transformado estos recovecos en paisajes ineludibles para el viajero, desplazando al residente, que además de belleza exige placidez. 

Cuando esta bahía occidental se halla en calma, es Pujolets mantiene el mismo tono desde el otoño a la primavera, y a veces incluso hasta bien entrado el verano. Llega un momento, sin embargo, que la mar colapsa y emerge del fondo la microalga, bruma sólida compuesta por una urdimbre de escamas y filamentos microscópicos que sustrae a la orilla toda su exuberancia, sustituyendo el fulgor del aguamarina por la parquedad mortecina de un pardo pantanoso. Algunas temporadas, cuando los temporales del invierno centrifugan el fondo con suficiente violencia y arrastran este albarazo a mayores profundidades, es Pujolets mantiene su viveza casi intacta todos los días de la temporada. Son, en todo caso, años excepcionales.

El eterno desparrame

Quien ha pasado suficiente tiempo embriagándose de esta maravilla, solo puede sonreír al escuchar a los salvadores de la patria afirmar que aquello que atrae al viajero a Ibiza es el lujo edulcorado, los festivales playeros y el eterno desparrame. Habrá, sin duda, a quien le fascine esta amalgama de fuegos de artificio, pero no hay imán ebusitano más poderoso que el aguamarina de la costa.

Mientras se pueda acudir a es Pujolets y a tantos otros lugares, y zambullirse una y otra vez en este milagro de la naturaleza, la gente seguirá viniendo más allá de modas y tendencias. Sin embargo, resulta difícil valorar el tremendo impacto y frustración que experimenta todo aquel que, impulsado por las postales paradisíacas que ha contemplado en revistas o en las redes sociales, acaba sorteando acantilados y descendiendo desfiladeros hasta orillas como la de es Pujolets, para descubrir que el anhelado paraíso ahora es una ciénaga.

Combatir esta degeneración medioambiental ya no constituye solamente una prioridad ecológica, aunque eso debería ser suficiente aliciente como para esforzarnos sin ambages. También es una urgencia económica, pues al mismo ritmo que se apague el brillo de las playas, irá extinguiéndose nuestra forma de vida. No es asunto baladí, pues los vertidos al mar, el abandono del campo, la falta de cuidado del bosque, la obsolescencia de las infraestructuras sanitarias y el abuso urbanístico, entre otros muchos desastres, son vectores del mismo problema. Y en Ibiza prácticamente no se hace nada al respecto. Ni se planean o consensuan estrategias a largo plazo ni no se contempla el medio ambiente desde una visión de conjunto; como un paraguas a cuya sombra se despliega todo lo demás.

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