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Dominical

La miel de Ibiza, única en el mundo

La Associació d’Apicultors pitiusa se ha marcado un objetivo: conseguir la Indicación Geográfica Protegida (IGP) de la miel de Ibiza

Apicultor de Ibiza Toni Escobar

La miel ibicenca es única y se recolecta en esta isla desde hace cientos de años. Son las dos principales conclusiones a las que llega el ‘Estudio justificativo’ elaborado por la Associació d’Apicultors d’Eivissa con el fin de conseguir, junto a otros requisitos, la Indicación Geográfica Protegida (IGP) de este néctar. La IGP protege un producto, en este caso la miel de Ibiza (si se consigue), «contra toda usurpación o imitación de la denominación registrada y garantiza el verdadero origen del producto para sus consumidores», según fija la Unión Europea, que es donde se presentará la solicitud: «La protección -concluye la UE- garantiza al consumidor y a todos los productores de la zona geográfica determinada derechos colectivos sobre el producto, siempre que se cumplan determinados requisitos». El informe, en el que el presidente de los apicultores ibicencos, Vicent Marí, ha invertido cuatro años de investigaciones, sirve para «acreditar» que el producto ibicenco «es diferente a los demás por sus parámetros organolépticos [lo que se percibe por los sentidos, como el sabor, la untuosidad] y palinológico [procedencia del polen]», apunta Marí, que espera presentarlo ante la UE en marzo.

En el estudio se subraya que el origen de la miel de Ibiza se remonta a los inicios de su civilización: «Sabemos que el rastro de la apicultura pitiusa no se pierde en ningún momento y que el aprovechamiento de la miel y la cera se mantuvo sin interrupción desde los tiempos de Ca na Costa [sepulcro megalítico de Formentera datado en el 2040 antes de Cristo] hasta la colonización árabe [año 902] de las islas». La tradición apícola de Ibiza, insiste el presidente de los apicultores «ha dejado muestras arqueológicas muy interesantes. Los antiguos pobladores, desde los fenicios incluso, ya practicaban, al igual que otros territorios que habían conquistado, la apicultura en nuestras islas».

Abejas de Ibiza en un panal Toni Escobar

Tras la conquista cristiana de 1235, los repobladores «llegaron con conocimientos y experiencia sobrada para mantener las colmenas que los árabes tenían en Ibiza». Según Marí, es fácil hacerse una idea de cómo trabajaban los apicultores del medievo con las abejas con sólo fijarse en «las contadas colmenas arcaicas que nos quedan, las llamadas caseres d’abelles», que eran construidas con cañas, barro, piedras y troncos huecos.

Las caseres ancestrales que han sobrevivido desperdigadas por los bosques de la isla son un rastro inequívoco del pasado apícola de Ibiza y la demostración, por su particularidad constructiva, de que este se remonta a muchos siglos atrás: «Han pervivido desde posiblemente los fenicios, en el siglo VII a.C., hasta nuestros días, y fueron utilizadas hasta la segunda mitad del siglo XX para la producción de la miel de Ibiza». Algunas aún siguen activas y producen miel, pero muchas han desaparecido conforme el campo era urbanizado.

«Sabemos que el rastro de la apicultura pitiusa no se pierde en ningún momento y que el aprovechamiento de la miel y la cera se mantuvo sin interrupción desde los tiempos de Ca na Costa [sepulcro megalítico de Formentera datado en el 2040 antes de Cristo] hasta la colonización árabe [año 902] de las islas»

Esas caseres son únicas: «Eran construidas con dos piedras verticales, con unas dimensiones que oscilaban entre 120 hasta 180 centímetros de longitud, por 60 a 80 centímetros de altura. Tenían una losa superior a modo de corona, de medidas de entre 120 a 180 centímetros, por 60 a 80 centímetros de ancho. En su interior se alojaba un cilindro realizado con verduc, tanto de acebuche como de sabina, recubierto de hojas que eran compactadas en su interior y exterior con una masa de tierra y cal. En la parte inferior se disponía rocalla de diversa granulometría para su mejor drenaje, y todo ello se recubría con Posidonia oceanica para su aislamiento». La parte frontal y trasera del cilindro (el fon) se tapaba con una lámina de madera o piedra plana, y se abrían unos pequeños orificios (piquera) en la parte frontal para que las abejas pudieran acceder al interior. Todo se sellaba con arcilla y cal.

Autoabastecimiento

Si bien la apicultura, principal aportación dulce a la dieta, «entró en decadencia a partir del siglo XVI, al introducirse en Europa el azúcar de caña y remolacha», aquella «crisis apícola, sin embargo, no pudo afectar mucho a las Pitiusas porque su mismo aislamiento, al dificultar la entrada de azúcar, obligaría a los payeses a mantener sus viejas colmenas», detalla Vicent Marí. «Apenas se notó porque el pagès tenía la necesidad de autoabastecerse. La apicultura se resentiría después, ya en el siglo XIX, cuando la mejora de las comunicaciones hizo que el azúcar llegara también a las islas con cierta regularidad».

"Los antiguos pobladores, desde los fenicios incluso, ya practicaban, al igual que otros territorios que habían conquistado, la apicultura en nuestras islas"

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El estudio justificativo aporta referencias documentales del origen histórico de la miel de Ibiza. Por ejemplo, las menciones que aparecen en ‘De bello Maioricano o Liber maiorichinus de gestis pisanorum illustribus’, datado alrededor del año 1125 y que narra la cruzada pisano-catalana para conquistar Ibiza: «Montes rocosos ciñen toda la campiña, de su suelo brotan innumerables pastos y también frutas, miel en cantidad suficiente, y de las fuentes manan caudales de agua dulce. Su tierra produce mucha cebada y también fértiles viñedos».

Según Marí, la segunda reseña más antigua en relación con la apicultura ibicenca se remonta a 1242: «Se trata de un contrato de arrendamiento de unas tierras en la alquería de Beniformiga, con todo lo que se necesita para su explotación y que incluye ‘les abelles que s’hi puguin trobar’». Se trata de un documento fechado solo siete años después de la conquista de 1235 y del que se puede deducir que para los árabes, «predecesores de los nuevos pobladores de la isla, la apicultura formaba parte de sus actividades agrarias».

Ya sobre 1300, la ‘Crónica de Frare Marsili’ habla de que «melis habet satis» (tiene miel suficiente) la isla. «Asimismo hay una ‘Ordinació’ que también hace referencia a ella en el siglo XIII. Es de una serie de disposiciones emitidas por el Consell respecto a la instalación del mercado, posiblemente delante de la puerta conocida como de la Mar. Es el lugar posteriormente conocido como la Plaça de Vila. La ‘Ordinació’ aporta el dato de los payeses que vendían la miel de Ibiza». También existen referencias, añade Marí, a la cera de las abejas: «De las ‘Ordinacions’ dedicadas al oficio de candelero se deduce que de candelas había de dos tipos básicos, velas de cera de abejas y velas de grasa animal, concretamente de oveja o cabra. El precio de las velas era diferente. Las candelas de cera [que se empleaban en las iglesias] no se podían vender a más de ‘vuit diners la lliura entre venedures e minves e quany a VIII diners la lliura e no més’, mientras que las velas de grasa no se podían vender a más de XIII diners la lliura. Todas las velas tenían que tener las mechas de algodón’. Las de cera eran más baratas «porque duraban menos».

Un apicultor ibicenco maneja un cuadro de una colmena Toni Escobar

Existe, además, un documento judicial de 1320 sobre el pleito entre Berenguer Bru y Ramon Ballet ante la Cúria real de Ibiza por la venta de 77 cases d’abelles que el primero tenía en la alquería del Bolatar. Ramon Ballet aseguraba que Berenguer se las había vendido al precio de cinco sous y seis diners por cada casera. Llegaron al pacto dándose la mano. Pero Bru se echó atrás y Ballet le denunció.

Cuenta además Marí en el informe que presentará ante la Unión Europea que Ibiza estuvo al margen de las innovaciones apícolas «hasta los años 80 del siglo pasado», el XX: «Al contrario -detalla-, no sucedió así en Mallorca y Menorca, toda vez que en el año 1885 el archiduque Lluís Salvador de Austria promovió y activó la apicultura moderna, juntamente con su amigo menorquín Francisco Andreu Femenías. En las Pitiüses se conservaron las tradiciones apícolas hasta bien entrado en siglo XX. El objetivo es que no se pierdan.

Una isla plagada de topónimos apícolas

La toponimia tiene un capítulo aparte en este estudio justificativo, pues «el mundo de la apicultura ha dado nombre a un buen número de personas y lugares de la isla. Los motivos abella (beia) y abegot (begot), son relativamente frecuentes», señala Vicent Marí. Por ejemplo existen el Pont d’en Begot, el Puig d’en Beia, el Canalet d’en Beia, sa Creu d’en Beia, la Capella d’en Beia, el Pujolet d’en Begot, la Tanca d’en Beia, la Botiga d’en Beia o el Pujolet d’en Pep d’en Beia. La presencia frecuente y repartida de estos topónimos por toda la isla «es una prueba evidente de la gran importancia de la apicultura ibicenca». La presencia de caseres centenarias y de himenópteros también ha dado nombre a numerosos accidentes geográficos como el Pujolet de ses Abelles (Benimussa), el Canalet de ses Abelles (al lado del Puig Redó en es Cubells), ses Abelles d’en Raio (en el Puig d’en Raio, en Corona), ses Abelles Bordes (en la Cala de Sant Vicent) o sa Rota de ses Abelles (Sant Miquel). Además, el malnom beia «ya aparece documentado, aunque sea probablemente mucho anterior, en diversas familias de la Ibiza del siglo XVII. Por ejemplo, en Portmany con el apellido Prats; en Buscastell, con el apellido Sala; en Vedrà des Ribes con el apellido Ribes, y en Vila con el apellido Guasch».

El rastro culinario

El informe recalca que «la apicultura está de moda en Ibiza», lo que está facilitando el relevo generacional: «El perfil del apicultor isleño se está modificando. Ya no es una labor exclusiva de las personas mayores. Hay jóvenes que, por curiosidad o por hobby, o gracias a los cursos de formación de la Associació (hasta cuatro se imparten cada año), se animan, de tal suerte que se ha conseguido un perfil más renovado del socio», aunque la edad media sigue siendo muy alta.

Respecto a las cualidades de la miel de Ibiza, Vicent Marí recuerda que en 2017 se realizó un estudio palinológico [sobre los pólenes presentes]: «A principios de verano es cuando se obtiene la más alta cantidad de mieles multiflorales, fruto de las variadas floraciones primaverales. Las mieles de Eivissa son habitualmente multiflorales, originadas de néctares de diferentes floraciones por la escasa extensión de los cultivos». No es habitual recolectar mieles monoflorales, las que provienen de pocas especies botánicas. «En otoño abunda la floración de los algarrobos y del brezo, muy característica de Ibiza y muy apreciada en el norte de Europa», concluye Marí.

La miel no era un alimento de consumo diario en Ibiza, se advierte en el informe: «Su consumo era extraordinario, un manjar para untar el pan o la cuajada, o bien para acompañar los buñuelos de un día de una celebración muy puntual, como la primera comunión, las matanzas, las bodas... Y también como edulcorante de platos tan emblemáticos en la gastronomía local como la salsa de Nadal o el flaó».

Precisamente, la receta del flaó que aparece en el ‘Llibre del Coch’, de Mestre Robert, «uno de los primeros libros impresos de cocina del mundo», da una idea de la importancia que tuvo la miel de Ibiza: «La primera edición que se conserva es de 1520 pero se conoce que es una copia de un texto más antiguo, de alrededor de 1477. En este libro encontramos la receta del flaó, endulzado con la miel de Eivissa», afirma Marí. «Y quant sien cuytes, que hauràn ja perduda la color damunt e seran acolorats un poch, lavors de calt en calt metràs-hi mel fusa o verament axarop de sucre fi ab aygua-ros. E quant se hagen beguda aquella mel o axarop, metràs-y damunt sucre e canyella», se recomienda en esa receta.

Una mieleras en la cripta

Además del rastro dejado por la apicultura ibicenca en la documentación y archivos, en los bosques en forma de caseres y en topónimos, también dejó huella en forma de restos cerámicos: «Entre el conjunto de materiales cerámicos recuperados en la cripta de la Capilla del Salvador, en el año 1907, se hallaron algunos ejemplares de vasijas denominadas tradicionalmente como mieleras». Se trata de un recipiente de forma alargada, de boca exvasada, fondo plano y sin asas, decorado con motivos esquemáticos de un dorado muy rojizo. Eran muy comunes en los siglos XVII y XVIII y servían para contener confituras o miel.

 

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