En las primeras décadas del siglo pasado, Ibiza acogió en discreto goteo una primera hornada de viajeros que no eran todavía turistas. Poetas, escritores, filósofos, arquitectos, pintores, incluso científicos, en la isla pasaban desapercibidos. Buscaban paraísos perdidos. Buscaban la luz, refugio y silencio. Y aunque no llegaban con la idea de quedarse, tampoco de visita. Algunos permanecían en la isla unos meses y algunos otros, convertidos en residentes, sólo cuando las circunstancias empeoraron ahuecaron el ala. Basta recuperar 'La senda de los elefantes', de Mariano Planells, 'Teoría(s) de Ibiza' o acudir a 'Ibiza, una isla para otra vida', de Danielle Rozenberg, para tener noticias de aquellos primeros viajeros, de los emigrantes utópicos de la contracultura que vinieron después y de la mutación que en pocos años, como se le da la vuelta a un calcetín, nos puso la isla del revés.

De algunos de aquellos viajeros hemos tenido alguna noticia, pero muchos otros han quedado entre dos aguas y nos vendría bien recuperar su aventura en la isla. No en cuatro notas como estas, sino en textos de más enjundia, caso de 'Els camins i les imatges de l'Arxiduc', de Marí Çardona, 'Rafael Alberti en Ibiza', de Antonio Colinas o 'Experiencia i pobreza. Walter Benjamín en Ibiza', de Vicente Valero.

La relectura de la que posiblemente es la entrega más luminosa de Salvador Pániker, 'Asimetrías', me recuerda la estrecha relación que el escritor y filósofo tuvo con la isla y de la que tan poco sabemos. Tenemos, por una parte, las vivencias, descripciones y opiniones que nos ha dejado sobre Ibiza en sus textos biográficos, 'Primer Testamento', 'Segunda memoria', 'Diario de otoño', 'Cuaderno amarillo' y 'Variaciones 95'. Y en paralelo, por otra parte, disponemos de sus textos filosóficos o ensayísticos que, sobre los temas que le preocupaban y ocupaban, -laicidad, misticismo, ética, muerte, trascendencia, etc-, elaboró en Ibiza. Estos últimos no hablan de la isla, pero están entre los que mejor le identifican y más pueden ayudarnos en estos tiempos híbridos y líquidos, de incertidumbres y perplejidades.

Textos fechados

La costumbre que tenía de fechar sus textos, unido a sus frecuentes estancias en la isla que conocemos por sus memorias, nos permiten aproximarnos a los textos que probablemente pensó o elaboró en la isla. Un trabajo del que no cabe ninguna duda, porque no deja de subrayarlo: «En Ibiza, donde paso muchas temporadas, puedo pensar y escribir con absoluta tranquilidad». «Cerca de la mar, junto a un bosquecillo, está la casa en la que escribo». «Es verano y escribo como último recurso, tal vez proceda demorar indefinidamente el sueño y seguir escribiendo». Estas indagaciones que sugiero sobre sus textos exigen un análisis que se me escapa y que aquí no cabe, pero si podemos dejar alguna pista para hacerlo.

Entre los escritos sobre Ibiza, llaman la atención por su calidez y calidad los que vienen en 'Primer Testamento' y en 'Segunda Memoria'. De ellos son los que incluye en 'Teoría(s) de Ibiza', 'Visión de San Carlos' y 'Recuerdos de Erwin Broner'. No me resisto a recoger un pequeño párrafo del primero: «En San Carlos el cementerio es pequeñito porque aquí muere poca gente (?) Más allá del cementerio, donde termina el asfalto, comienza la utopía; una utopía seca, agrícola y diseminada, que toma la forma de un valle de tierra roja que va cayendo armoniosamente hacia la mar. Unos pocos caminos vecinales se encargan de conectar las alquerías blancas, de arquitectura elemental, geométrica, perfecta. En conjunto, con sus higueras, algarrobos y almendros, con sus manchitas de blanco y verde, sobre el fondo rojo, este lugar podría sugerir la pintura de un primitivo fin de siècle».

Y en cuanto al segundo texto, no conozco otro que de Erwin Broner -arquitecto que construyó su casa en es Figueral- nos dé una semblanza más ajustada y elogiosa: «Nada como la relación profesional con un arquitecto para poner definitivamente a prueba el test de la amistad. Si la amistad resiste, ya nunca podrá turbarse. En nuestro caso, la amistad no sólo resistió sino que se acrecentó. Tanto para mi mujer como para mí, Ibiza se convirtió casi en sinónimo de la amistad con los Broner».

Textos similares abundan en sus 'Memorias'. Y por lo que se refiere a sus otros textos, dada la extensión de su obra, dar aquí referencias es imposible. En cualquier caso, si atendemos a sus fechas y a las de sus estancias en la isla, para mí tengo que algunos escritos de 'Filosofía y mística' y de 'Aproximación al origen', pudieron, al menos en parte, pergeñarse en la isla.

La retroprogresión

Mi impresión es que, en los últimos veranos que pasó en Ibiza, ya le rondaba por la cabeza lo que llamó retroprogresión, término acuñado por el mismo y que desarrolla después en 'Asimetrías'. Algo -o tal vez mucho- pudo pesar en su reflexión la invertebrada, radical y acelerada mutación que sufrió la isla, un cambio que no tuvo en cuenta quienes éramos y de dónde veníamos. Lo que la retroprogresión dice es que el futuro se alimenta siempre del pasado, que toda evolución que no conserva de algún modo su punto de arranque es una falsa evolución o, dicho de otra manera, que quien no cuenta con buenos cimientos construye sobre arena. Es una forma de decir que lo retro compensa la euforia de lo progre, y que sólo cuando se avanza desde el origen se consigue un verdadero progreso, algo que Pániker ya vio con mucha antelación en la deriva que en pocos años tuvo la isla. Y como a muchos otros, aquella deriva le expulsó. Acabó vendiendo su casa, forzado por un «urbanismo atroz y por las carnes rojas de los turistas». Me pregunto si siguiendo su mesurada y sabia reflexión, no seguimos endeudados con nuestro pasado. Y si los costes del supuesto progreso no exceden ya a sus ventajas.