Zamorana, Milagros Pierna estudió Filología Hispánica en la Universidad de Salamanca y de allí, casi de inmediato, llegó a Ibiza, una tierra que su familia consideraba casi el fin del mundo.

Con 24 años y dos trenzas -que todavía algunos recuerdan- y las oposiciones recién aprobadas, se hizo en 1981 con la plaza de catedrática de Lengua Española y Literatura en el Instituto Santa María. «Pensaba quedarme en Ibiza dos o tres años pero apareció un ibicenco, y aquí estoy», apunta Milagros Pierna.

Con el hábito de tratar que sus alumnos se enamoraran de Lope de Vega o de Pérez Galdós, su amor por la literatura, los libros publicados, las obras de teatro que ha escrito, adaptado o incluso en las que ha actuado, parecía difícil que esta profesora prejubilada con 60 años en 2017 se quedara quieta. Aunque confiesa que al principio no quería hacer nada, ni tener obligaciones.

Sin embargo, sus dos nietas recién nacidas consiguieron que Milagros Pierna reviviera lo que a ella le habían hecho desde muy pequeña: «Me dormían contándome cuentos, así que yo también lo hacía con mis hijos y mis nietas. Les contaba historias que me inventaba, les hablaba de cualquier cosa que tenía a la vista, un cuadro, una mesa, construía un relato y lo transmitía».

Irene y Valentina, las mellizas que estos días cumplen cinco años, fueron creciendo, y Milagros fue sofisticando sus relatos, tanto que se fabricó un pequeño teatrillo rojo con el que a través de láminas de colores iba contando los cuentos a las niñas.

Un día pensó, que ya que había sofisticado tanto su método de contar cuentos, quizá era buena idea que otros niños también tuvieran la oportunidad de escucharla. Y así fue. Desde entonces, dos o tres veces al mes, cuenta historias a los niños en algunas bibliotecas y colegios. «Casi siempre son pequeños, menores de seis años. Aunque como suelen venir con sus padres, intento que ellos también se involucren y participen en las historias», dice la catedrática.

El tarea es larga, tener una cuento listo antes de lanzarse al auditorio puede llevarle un mes. «Lo preparo, lo leo, lo adapto, trabajo la voz y si hay alguna víctima en casa, se lo cuento; si no, lo grabo, que es lo que suelo hacer para ver como resulta», detalla.

Además de las láminas de colores que van pasando por el teatrillo -algunas las hace ella misma o su marido- se ayuda de una foto suya de cuando tenía tres años y otra de la persona que le contaba los cuentos. «Les digo que a mí me dormían contándome cuentos y que es mi manera de devolver lo que he recibido», explica. Para Milagros, que no se dedica profesionalmente a contar cuentos, su mayor felicidad es «ver las caritas de los niños» y añade que un auditorio feliz paga todo el trabajo de preparación.

Animada con este entretenimiento, durante los meses de inactividad por el coronavirus, ha hecho un curso para contar cuentos a los adultos, donde la ironía y el humor juegan un papel importante. Ahora solo falta el estreno de este reto.

Algunos cuentos en internet

Durante los meses de confinamiento, Milagros Pierna aprovechó la falta de actividad para grabar algunos cuentos en un canal que se ha creado en You Tube. Como le faltaba su público, ponía unas fotos de su nietas para simular que les contaba los cuentos a ellas.