Su flor es tan delicada que fácilmente caen sus pétalos al tocarla. Su fragilidad, su textura arrugada y semitranslúcida, e incluso su tono de rosa fucsia o malva, recuerdan sin duda al papel de seda que se usa para hacer manualidades. Destaca el contraste del suave color rosa de su corola de piezas arrugadas con el intenso amarillo dorado de su centro de estambres. Esos estambres tan llamativos, que rodean el gineceo y que producen gran cantidad de polen, poseen un atractivo especial para los insectos polinizadores, sobre todo para los himenópteros, a los que atrae el color amarillo. Es por ello que estas flores tienen una gran importancia en la producción de miel en las islas.

La estepa blanca ( Cistus albidus), conocida en muchos lugares de España como jara, es uno de los arbustos más abundantes de los campos, pinares y matorrales ibicencos y está presente en todas las islas mayores del archipiélago. Las hojas de su tallo son de un mate verde claro y están cubiertas de suaves pelillos blancos que dan nombre a la especie ( albidus). Han sido usadas tradicionalmente como repelente de insectos (frotándose la piel) y como estropajo, para fregar platos y limpiar herramientas, y es por tal uso para limpiar enseres que en las islas es habitual aún oír llamar a esta planta como estepa d'escurar o herba d'escurar. Incluso había quien usaba las suaves hojas elípticas para limpiarse los dientes o las fumaba secas como sustituto del tabaco.

Es una especie tan popular como abundante y no hay ibicenco que no sepa identificar esta estepa, la única del género con flores de color rosa. Además de sus citados usos, cabe añadir que de algunas especies de jaras se extraía un fijador usado en perfumería, aunque de las variedades que pueden hallarse en las Pitiusas se extraería menor cantidad de producto que de la jara pringosa que puede encontrarse, en abundancia, en Andalucía.

Cistus albidus es una especie propia del Mediterráneo occidental y de ambientes soleados y secos. Y si el rosa de sus pétalos contrasta con el amarillo de sus estambres, la fragilidad de la flor lo hace con la resistencia de sus semillas y de las cápsulas que las contienen. Son capaces de resistir bien los incendios del bosque mediterráneo, y esta característica explica que sean las jaras las plantas que prosperan enseguida en los claros que ha dejado el fuego en el terreno.

La negra

Además de la estepa blanca, en las islas podemos encontrar otras especies del género Cistus, especialmente la estepa negra ( Cistus monspeliensis), que, a pesar de su nombre, se caracteriza por su flores blancas, más pequeñas que las rosadas de la jara blanca. Sus hojas tampoco se parecen, ya que son alargadas y de un verde oscuro. También pueden encontrarse la estepa borda ( Cistus salviifolius), de blancas y pequeñas flores, y el esteperol ( C. clusii), que, al contrario que las tres primeras, es más frecuente en los campos y garrigas de Formentera que en las de Ibiza.

El esteperol es corrientemente llamado romero macho por el gran parecido que guardan sus hojas con el romero; de hecho, la confusión es habitual, pero las flores de una y otra especie son muy diferentes y, en floración, es imposible confundirlas. Comparten hábitat entre los pinos, pero el esteperol amplía su radio de acción desde los pinares a las zonas de suelos arenosos de los alrededores de las playas.

Para diferenciarlos, en realidad, en el Herbari Virtual del Mediterrani Occidental aportan la mejor sugerencia: «No hay más que oler las hojas (del esteperol) y darnos cuenta de que no tienen aroma». Nada huele como el romero.

A la sombra de la jara

En las raíces de las jaras, sobre todo de la estepa blanca, crecen y se enroscan unas plantas parásitas también muy conocidas en las islas y denominadas magranetes de mel. En el mes de marzo, surgen de la tierra, con unos colores amarillos y rojos espectaculares, para ser polinizadas por las hormigas. Del dulce sabor de estas plantas, de las que en Ibiza existen dos especies, deriva la expresión això es mel de magraneta.