La intensidad del tono azul eléctrico con matices violeta de la flor de la viborera es su seña de identidad, una herramienta cromática con la que la planta ejerce un eficaz atractivo para las abejas. Estos himenópteros disponen de una buena visión para los colores, sin embargo no perciben el color rojo y, a cambio, distinguen tonos ultravioleta que son invisibles al ser humano. Flores como la de la viborera reflejan esos tonos y convierten la reflexión ultravioleta en su estrategia polinizadora. Es más, esta flor, una de las usadas en los estudios sobre la percepción cromática de los insectos, cuenta además con unas guías de néctar (las líneas más claras verticales que pueden observarse en la imagen) que conducen al polinizador al interior de la cápsula en forma de trompeta; aunque el ojo humano también puede verlas, para las abejas el contraste es mucho mayor.

Existen alrededor de 60 especies del género Echium (del griego víbora), conocidas como viboreras porque la forma triangular de las semillas parece recordar la cabeza de uno estos reptiles. El final bífido del pistilo también podría explicar tal relación, aunque son muchos los pistilos con estigma bífido existentes en la naturaleza. Echium vulgare es la especie tipo, pero en los campos y caminos de Eivissa y Formentera la especie que puede encontrarse es E. plantagineum, que presenta las hojas en una roseta basal al estilo de muchas especies del género Plantago (de ahí el nombre) y que destaca de otras Echium por el tamaño de sus estambres, que sobresalen significativamente de la corola. Es una especie muy abundante que puede verse en todas las islas del archipiélago, incluyendo los islotes de Cabrera. Y su abundancia explica que fuera la planta cuyo polen destacaba en un estudio sobre la miel pitiusa que se presentó hace poco más de dos años. Para llevar a cabo el estudio, una tesis de final de máster de Sara Guillaumet, se analizaron 55 muestras de mieles de Ibiza y Formentera y en todas ellas se encontró polen de viborera.

En zonas de litoral y arenales pitiusos también puede hallarse la especie E. arenarium, algo más pequeña y con los estambres más cortos. Viborera, buglosa, hierba de las víboras, viperina o lengua de buey son algunos de los nombres comunes en castellano de esta planta, una nomenclatura popular que comparten todas las especies dentro del género Echium. En catalán, algunos de sus nombres, usados en las islas, son maneula, viperina y llengua de bou. El efecto que puede provocar el alcaloide que contiene este vegetal es a menudo comparado con el del curare, un término con el que se alude al veneno que nativos de América del Sur -sobre todo jíbaros- usan para emponzoñar las puntas de sus flechas o de los dardos de sus cerbatanas y que se prepara con una mixtura de diversas plantas. La comparación se debe a lo que se relata de la viborera en 'Plantas medicinales. El Dioscórides renovado', donde se afirma que el alcaloide que contienen las especies del género Echium, la equiína, paraliza el sistema nervioso «a la manera del curare de los indios americanos». Sin embargo, si tal referencia podría dar al lector la impresión de que se trata de un veneno muy poderoso, continua el texto así: «Pero esta planta lo contiene en cantidades tan pequeñas que, en realidad, es inocua». Este tóxico 'suave' puede encontrarse en tallos y hojas.

Las flores de la viborera se han usado tradicionalmente para elaborar un emplasto con el que tratar infecciones de la piel, y con la raíz se puede preparar un colorante de color rojo. En cosmética, se sigue usando como emoliente para pieles sensibles y con tendencia a enrojecer.

Veneno de serpiente

Resulta curioso el elevado número de especies vegetales que se han considerado en algún momento remedios eficaces para sanar mordeduras de serpiente. En este caso, en el libro de Pío Font Quer 'Plantas medicinales. El Dioscórides renovado' se explica la razón: «En otros tiempos, la manera de resolverse los ramilletes florales, que recuerdan la forma de una culebra enroscada; lo abigarrado de su tallo, con sus numerosas manchas oscuras, que tiene algo de viperino; y aun la forma de cada uno de sus fructículos... señalaron a los antiguos sus pretendidas virtudes contra las mordeduras de aquellas culebras».