Caldes de Montbui es un pueblo del Vallés Oriental en el que cada año, el segundo fin de semana de julio, escenifican la ejecución de doce 'brujas', en recuerdo de los ajusticiamientos que tuvieron lugar en la localidad en el siglo XVII y de los que fueron víctimas doce mujeres a las que se acusó de tener tratos con el diablo. Las mujeres que eran acusadas de brujería en aquellos años oscuros solían ser campesinas que conocían bien la flora local, con la que preparaban medicamentos caseros que algunos consideraban pócimas malignas.

Conocían esas campesinas la fina línea que a menudo existe entre un remedio y el veneno, entre las propiedaces beneficiosas de una planta y su toxicidad, y algunas de las especies que podían usar en su particular farmacopea son consideradas hoy entre las más venenosas.

Plantas mágicas

Si hay que mencionar alguna planta en especial por su relación con las brujas -o con las botánicas acusadas de brujería- y por su toxicidad, en algún momento aparecerán en la selección los nombres de la mandrágora, el estramonio, la belladona y el beleño, tanto el blanco como el negro. Son plantas denominadas mágicas por esa conexión antigua con la brujería. En realidad, se trata de plantas con poderosos efectos alucinógenos que contienen conocidos alcaloides como la atropina o la escopolamina (la que se emplea en la preparación de la burundanga, la denominada droga de la violación).

Además, estos principios activos pueden ser absorbidos por la piel y producen sensaciones de ingravidez que a menudo se han vinculado con los supuestos vuelos de las brujas sobre sus escobas. Y su historia venenosa no acaba aquí, porque los galos usaban la planta para envenenar sus flechas y la consagraron al dios celta Belenus, dios de fuego, Sol y luz al que la especie debe su nombre común. También por este dios recibió su nombre la localidad asturiana de San Juan de Beleño.

En las Pitiusas, el beleño negro es raro, pero es abundante el blanco ( Hyosciamus albus), y ambos comparten nombres populares tan contradictorios como herba de Santa Maria o caramelos de bruixa. Tradicionalmente, los ibicencos usaron esta planta para aliviar el dolor de muelas, fumando sus semillas o tomando una infusión de sus hojas.

También denominada flor de la muerte o adormidera de zorra, es fácil de encontrar bajo las murallas renacentistas de Vila, y respecto a este particular hábitat, en el libro 'Plantas medicinales. El Dioscórides renovado', puede leerse: «Se cría lozano al pie de los muros y en sus rendijas, entre cascotes, en los escombros junto a las corralizas y en todas partes donde el hombre o sus rebaños dejaron inmundicias, mayormente en las bajuras, en todo el litoral y en las islas Baleares y Pitiusas, porque es una especie de los países mediterráneos».

Las flores de esta planta, que pueden contemplarse a partir del mes de marzo, forman inflorescencias en espiga. Su corola, de color pálido, es irregular, de pétalos redondeados, de un tono oscuro, morado o negro, en el interior. Lo que más destaca son sus grandes estambres, con detalles violáceos, y su pistilo completamente violeta. El resto de la planta está cubierto de pelos blancos, algunos de ellos viscosos y, por tanto, desagradables al tacto.

Si su nombre común se debe a un dios celta, el nombre científico, Hyoscyamus, que significa haba de cerdo, hace referencia al capítulo de la 'Odisea' en el que Circe, la maga, hace beber a los compañeros de viaje de Ulises una poción alucinógena de beleño con la que llegan a creer que se han convertido en cerdos. Con el beleño, las brujas son capaces de volar y algunos hombres se convierten en gorrinos.