La sala primera del Tribunal Supremo decidió, en marzo de 1995, que desestimaba el recurso interpuesto por las herederas de los pintores Narcís Puget Riquer y Narcís Puget Viñas, que reclamaban la propiedad de 130 obras que ambos legaron al Estado. Se ratificaba así el fallo de noviembre de 1991 por la Audiencia Provincial de Balears y se ponía así fin a más de una década de litigios por ese valioso tesoro pictórico, legado con la condición de que se creara un museo con esa obra en Can Comasema (o Can Llaudis).

El alcalde de Ibiza, Enrique Fajarnés, acogió el fallo con satisfacción, pues significaba «dar vía libre definitiva» a la creación del Museo Puget en Dalt Vila. El Consistorio, de hecho, se había adelantado a la sentencia al ejecutar diversos trabajos de mejora en el edificio de Can Comasema.

También se conoció aquellos días que la escasa plantilla de los dos museos arqueológicos de Ibiza, el Monográfico de Puig des Molins y el de Dalt Vila, era uno de los motivos que impedían (cuando no estaban en obras) la apertura de ambas instalaciones al mismo tiempo. Se tenían que alternar en horarios de mañana y tarde. La conselleria balear de Cultura admitía esa carencia y contemplaba ampliar en siete plazas su catálogo de personal en Ibiza. Pero ambos museos tampoco abrían a la vez porque uno de ellos, el de Puig des Molins, seguía de obras (y lo que te rondaré morena). El Ministerio de Cultura aseguraba que volvería a funcionar en verano. La dirección del museo (que dio en el clavo) lo dudaba.

50 años

Hachís en el ajedrez. La Policía detuvo en el aeropuerto de Madrid a Earl Williams, un narcotraficante de nacionalidad norteamericana que tenía su base en Ibiza y que era buscado por la Interpol. En la isla «se hacía pasar por pintor». Desde las Pitiusas mandaba hachís a Estados Unidos y a la Península. En sus viajes siempre le acompañaban dos mujeres (una canadiense y una estadounidense) que portaban la droga en corsés especiales que podían transportar hasta cuatro kilos.

Compraba la mayor parte del hachís en el Líbano y en Marruecos, que simulaba en el interior de libros y en tableros de ajedrez.

75 años

Un tramo para cada gremio. Tras el parón producido en la Guerra Civil y en la posguerra, la ciudad volvió a celebrar en 1944 la procesión del Viernes Santo, «que resultó magnífica», según Es Diari. El alcalde quería repetir aquel éxito, para lo que animó a los vecinos a que iluminaran sus fachadas «cuanto les fuera posible», para lo cual les instaba a «avisar a los electricistas cuanto antes para los trabajos de instalación que piensen efectuar». Se estableció un orden para los conductores del Santo Cristo del Cementerio, según su gremio: los pescadores, los cazadores, los barberos, los panaderos, los albañiles... Cada uno tenía asignado un tramo.

100 años

Grafitis en el monumento a Vara de Rey. Sólo 16 años después de que Alfonso XIII inaugurara el munumento a Vara de Rey, «la chiquillería mal criada» le había perdido el respeto al militar y había «hecho verdaderas filigranas al carbón» en él, criticó Es Diari aquella semana de marzo de 1920. Es decir, lo habían llenado de grafitis: «Y por lo visto han complacido la mar a los encargados de evitar y corregir tales abusos los referidos arabescos, porque es lo cierto que pasan los días y no hay quien les ponga mano», añadió el periódico. Aquellos pequeños pecadores podían confesarse en el oratorio «semipúblico» inaugurado esa semana en La Consolación.