Ara, Joan, vull deixar-te per escrit algunes cartes i comentaris que fan palesa la bona harmonia que tengueren cap al teu pare els quatre bisbes amb qui, sent delegat episcopal o conseller de Cultura i Patrimoni, vaig col·laborar per promoure, restaurar, conservar i difondre el patrimoni historicoartístic de la Diòcesi d'Eivissa i Formentera. Avui parlarem de Manuel Ureña Pastor i de Xavier Salinas Viñals.

Manuel Ureña Pastor (1988-1992)

Dia primer d'octubre de 1989 vaig rebre un document signat pel bisbe Manuel Ureña Pastor nomenant-me, a tenor dels cànons 131 i 133 del Dret Canònic, delegat episcopal de patrimoni « a fin de que, en el ámbito de sus competencias, promueva y coordine la acción de la iglesia diocesana». A partir de llavors foren molts els projectes i les realitzacions que portàrem endavant. Bé, no tantes, perquè tan sols vaig poder exercir el càrrec menys de dos anys. Entre el fum dels Ducados comentàvem problemes i solucions, alegries i disgustos, que de tot tenguérem. Don Manuel és un home afable i senzill. No era estrany trobar- lo comprant fruita i verdures a S'Hort Nou, on en Pepe l'atenia amb la bonhomia que el caracteritza. El bisbe és pensador, emprenedor, amb caràcter i de florida oratòria.

A don Manuel el traslladaren, primer a Alcalá de Henares, després a Múrcia i llavors a Saragossa d'on, a dia d'avui, hivern de 2013, és arquebisbe. Vaig sentir dir que havia de ser nomenat cardenal de Barcelona. Però es va posar la política catalana a enredar i els vents de l'esperit -Sant?- se l'endugueren a terres aragoneses.

Post scriptum. Don Manuel ara -octubre de l'any 2016- viu, retirat, a València.

Xavier Salinas i Viñasl (1992-1997)

El nuevo obispo llegó cuando yo era conseller de Cultura y Patrimonio. Como tal, asistí a su consagración, que tuvo lugar en el pabellón de sa Blanca Dona -la Catedral estaba en obras- y que se desarrolló con solemnidad. Una muchedumbre abarrotaba el graderío. Las banderas parroquiales daban colorido y testimonio de una fe de siglos y Lina Bufí y su coro del Conservatorio ponían música y voz al acontecimiento religioso.

No tardó don Javier en granjearse el afecto y aprecio de sus diocesanos. Su cordialidad y simpatía hicieron de él un obispo cercano. Lo traté en el despacho de la Curia y en el Consell. Lo veía especialmente feliz cuando asistía a las fiestas patronales de nuestros pueblos. Compartíamos la singular belleza de las procesiones al ver como, por calles o caminos, la feligresía llevaba en andas imágenes de vírgenes y mártires, confesores o eremitas ¿Cómo no recordar, ahora, los almendros de Corona allá por los senderos del pla y del Archiduque? ¿Cómo no evocar el alegre repique de las campanas mientras su eco se pierde entre valles y torrentes?

Ante estas imágenes bucólicas ya solo falta imaginar al pastor que con su cayado de plata y mano de amigo supo apacentar las ovejas del rebaño. De sus años al frente de nuestra diócesis, recuerdo con especial sentimiento un acto que se celebró en la catedral. Se trataba de la presentación de la Bíblia catalana, traducción interconfesional, edición balear, de los obispados de Mallorca, Menorca e Ibiza. Año 1994.

Don Javier me invitó a participar en el acto. Empecé el discurso haciendo mías las palabras del prólogo de la magna obra: « Donam gràcies a Déu perquè ens fa assaborir en aquest llibre el pa de la seua Paraula en la nostra llengua, la que ha estat per a les generacions mallorquines, menorquines, eivissenques i formentereres la mediació normal per a la transmissió de la fe».

Lamento haber perdido mi parlamento, pero debió ser más bien malo, tirando a peor a juzgar por los comentarios negativos de un personaje del mundillo cultural ibicenco. Seguramente con toda la razón. Con monseñor Salinas hicimos proyectos para restaurar iglesias, mejorar museos, recuperar tallas y pinturas, campanas y órganos, reconstruir via crucis o dar la relevancia apropiada a la festividad del ocho de agosto.

Algo conseguimos, aunque las críticas llegaban a Marí Calbet y a Pere Palau acusándome de que me preocupaba más por el patrimonio eclesiástico que por el civil ¡Pero si la Iglesia es propietaria de gran parte de nuestra riqueza artística y arquitectónica! Menos mal que ambos presidentes me dieron libertad, dentro del presupuesto y las leyes, para hacer lo que estimara más conveniente.

A don Javier le planteé una idea que venía cavilando hacía un tiempo. Deseaba ofrecer, desde la conselleria de Cultura, una exposición que presentara parte del patrimonio mueble histórico-artístico de la Diócesis. Anhelaba que estuvieran presentes las parroquias de Ibiza y Formentera, la Catedral, el archivo de la Pabordia y el Monasterio de San Cristóbal. Me preocupaba la respuesta que obtendría del cabildo catedralicio y del clero -algún párroco, q.e.p.d., siempre fue reacio a cualquier colaboración político-religiosa y algún durísimo encuentro telefónico tuvimos-. El obispo allanó todos los caminos porque puso casi tanta ilusión como yo mismo.

No sé qué gestiones personales hizo, pero se me abrieron todas las puertas. Al cabo de un tiempo -y de muchísimo trabajo- pudimos inaugurar, en el Convent, la magna exposición que llevó por título 'Set segles fa' de la que me ocupo, como habéis podido leer, en un capítulo anterior. Don Javier no pudo presidir su inauguración porque lo nombraron obispo de Tortosa, pero tuvo el detalle de venir a la clausura en la que también presentamos el catálogo de los bienes histórico-artísticos de la Diócesis.

De Tortosa lo trasladaron a Mallorca, de cuya sede episcopal tomó posesión el 12 de enero de 2013 y tú, Joan, llevaste nuestra representación. Por cierto, tu madre y yo estuvimos muy complacidos ya que seguíamos la retransmisión en directo por IB3. El vistoso cortejo de cardenales, obispos, canónigos y presbíteros se dirigía, desde el Palacio Episcopal hacia la gran puerta de la Catedral palmesana.

Cuán enorme fue nuestra alegría al ver, Joan, que don Javier se salía de la presidencia y venía a darte un efusivo abrazo. Entre tanto color púrpura, rojo y blanco te vimos elegante, con traje y corbata. Solemne fue la entrada al bellísimo edificio gótico entre los aplausos de cientos de personas, mientras el órgano y los coros tocaba y cantaban Ecce sacerdos magnus. ¿Te acuerdas? Post scriptum. En septiembre del año 2016, don Javier fue trasladado a la archidiócesis de Valencia, su tierra natal.