El Atlético demostró ante el Celta que sabe sufrir. Que incluso desangrándose por culpa de los errores propios, como el cometido por Savic para dejar a su equipo con diez, es capaz de manifestarse como cabeza de cartel. Puede dar un mal concierto, desafinando en ataque por culpa de una versión deshilachada de Griezmann.
Incluso salvarse de caer del escenario con un gol salvado en la línea por Oblak. Pero todavía preserva ciertos toques de ingenio para sobrevivir en la carestía. Así lo manifestó con un triunfo balsámico en Balaídos. Cuando tenía todo en contra, Memphis, cuya aportación al equipo rojiblanco había sido nula desde su llegada, se estrenó para dar un triunfo de oro en el último suspiro.
Primera parte insípida
El Atlético tiene la responsabilidad de por lo menos tocar bien los grandes éxitos. LaLiga necesita que la banda de Simeone no toque de oreja y se deje llevar por los escenarios como si fuera un compromiso contractual. Porque no anda sobrada la competición de referentes. El show business precisa de rivales a los que todos quieran batir. También de equipos con afán de mejora, como el Celta de Gabri Veiga.
Ya se puede poner este complemento circunstancial, con respeto de Iago Aspas, porque el canterano celeste se ha erigido como el faro de un equipo que caminaba sin rumbo. Veiga contra Barrios (novedad en el once junto a Llorente), otro producto de la base, aunque sustituido al inicio del segundo tiempo. Éste, vestido de rojiblanco, con el deber que exige, pero mucho más preciso que la mayoría de sus compañeros en el arranque del duelo en Vigo.
Son el producto interior bruto de dos equipos que basaron el guión del primer tiempo en el centro de campo. Se produjo un inicio intenso, sobre todo por parte de los célticos, que pusieron el alma en juego. Figueroa Vázquez puso coto a la algarabía muy pronto, con amarillas para el propio Gabri Veiga y Aidoo, quien cortó en falta un avance de Morata. Estuvo muy aislado el delantero madrileño, al que, como a sus compañeros, le sigue faltando ese punto de precisión que le hace caer en fuera de juego o tener la mira desviada.
El bloque bajo es una expresión de moda en el fútbol actual, sobre todo cuando se aplica como lo hizo el Celta en tiempo inicial. El Atlético quedó reducido a centros laterales. Los locales jugaron con una marcha más, electrocutando a los rojiblancos con movimientos inteligentes como los de Carles Pérez, al que no tembló el pulso para intentarlo desde lejos. No se atrevió nadie en el bando contrincante, que revoloteaba, como las gaviotas de Balaídos, a la espera de un gesto inspirador de Griezmann. Dejó uno, pero no en el campo, sino ayudando a su excompañero Mingueza a ponerse las botas tras un pisotón involuntario.
Expulsión y resurrección
Tras la reanudación, la estadística invitaba a vivir un momento clave, porque hasta el minuto 60 es el momento favorito del Atlético para anotar y el que más detesta el Celta para defender su portería. Para aprovecharlo, Simeone introdujo a Carrasco en lugar de Barrios, con el objetivo de naturalizar a Griezmann, que acaba haciendo de todo en cada partido. Esto se tradujo en una ocasión, pero no fue tan clara como la que estuvo a punto de costarle el primer gol al Atlético.
Oblak salvó sobre la línea un disparo a medida de Aspas, que se quedó en un mano a mano con el esloveno después de un error de Savic, quien firmó un partido calamitoso. A ojos de Simeone, el plan no había funcionado y Griezmann salió en otra ventana de cambios previa a la acción que rompió el partido. El central montenegrino perdió la posición ante Seferovic y el colegiado le expulsó, al interpretar que era el último defensor. Tercera roja para Stefan.
El Celta estuvo a punto de conseguir el combo: falta, superioridad y travesaño. Aspas superó la barrera con un gran lanzamiento, el larguero escupió la bola y el heredero Gabri Veiga no pudo empalar con precisión. Todavía podía ser peor para el Atlético, porque su salvavidas, Oblak, se dolía. Grbic salió rápido a calentar. El meta aguantó, pero su debilidad espoleó al Celta, que en plena tromba estuvo a punto de conceder un gol que no acertó a certificar Memphis.
El neerlandés parecía ahogarse en sus expectativas, pero entonces Carrasco encontró una vía. Regateó hacia dentro y sacó un disparo que pegó en un jugador del Celta. El balón quedó suelto y lo aprovechó Depay para darse una media vuelta suave. Bordeando el error, aunque suficiente para batir a Iván Villar. Sin saber cómo, el Atlético había sobrevivido. El acierto que le había esquivado en citas anteriores apareció en un escenario donde fue inferior. Pero el tema final fue decisivo y determinó el resultado, lo que más pesa para este Atlético.