"El niño puede jugar desde hoy". El niño es un maliense que acababa de cumplir 12 años, forofo declarado de Vinicius Jr que entrena desde hace meses con un club de un barrio de La Laguna, pero semana tras semana se desesperaba al ver que no podía participar en los partidos con sus compañeros porque su ficha debía aceptarla la FIFA y nunca acababa de llegar.

Hasta hoy. La FIFA ha aceptado la ficha que necesitaba Souleymane para jugar con su equipo y ha dado instrucciones para que se aplique correctamente la excepción humanitaria al resto de menores llegados en patera que están en su misma situación.

La entidad ha confirmado esta decisión a la magistrada Reyes Martel, la juez de Menores de Las Palmas de Gran Canaria que ya le había convencido en noviembre de 2022 para cambiar su normativa sobre los traspasos internacionales de menores de forma que se adapte a la singularidad de los niños en desamparo que están bajo la tutela del Gobierno de Canarias, la Junta de Andalucía, la Generalitat de Cataluña o la Comunidad de Madrid, entre otras administraciones.

"Señores del fútbol, soy un niño de 11 años que quiere jugar. Llevo entrenando casi dos años y esforzándome para poder jugar pronto con mis compañeros de equipo. Ellos también quieren (que) juegue y siempre me están preguntando cuando podré", dice la carta que Souleymane decidió escribir y que ha conmovido a numerosos estamentos del fútbol

"No entiendo por qué a ellos les dejan jugar y a mí no, la única diferencia entre ellos y yo es que soy negro y he nacido en África. Es lo que menos debería importar, pero en este caso no es así", se lamentaba el niño, al que EFE se refirió con el nombre ficticio de Souleymane porque su familia prefiere mantenerlo en el anonimato.

El caso de este niño no es aislado. Educadores de centros de menores de Canarias y Andalucía han corroborado a EFE que los niños bajo su cuidado sufren el mismo problema y la propia directora general de Protección a la Infancia de las islas, Iratxe Serrano, ha precisado que están intentando desbloquear numerosos casos.

El problema de todos es el mismo: la FIFA les aplica la normativa de la que se dotó hace años para evitar abusos con los menores, cuando detectó que numerosos clubes europeos se habían lanzado a fichar jóvenes promesas en África, América Latina y Asia y se habían dado casos lacerantes, con algunos niños abandonados a su suerte tras no convencer a los equipos que los habían traído a Europa.

En noviembre pasado, la FIFA aceptó a petición de España un cambio en el Reglamento sobre el Estatuto y la Transferencia de Jugadores que ampliaba la excepción "humanitaria" ya existente para los refugiados a aquellos niños que "han sido reconocidos como vulnerables y requieren la protección del Estado", siempre que el club que los inscribiera no tenga la condición de profesional.

Si embargo, la mayoría de las solicitudes de inscripción que se elevaron desde entonces a su sede en Zúrich por parte de ese tipo de clubes habían sido denegadas. El problema, ahora resuelto, parecía estar en cómo se interpretaba desde Suiza la condición de que fueran niños protegidos "por el Estado", porque en España las competencias al respecto las tienen las autonomías, los gobiernos regionales. Ellos son "el Estado" en lo que concierne la tutela de un niño declarado en desamparo, tanto si es español como si es extranjero.

También había problemas con la solicitud por parte de máximo órgano rector del fútbol mundial de una carta de los padres sobre los motivos de "su traslado a España", carta que estos no podían enviar, porque no se encuentran con los chicos, sino que siguen en África, y en algunos casos ni siquiera están localizados. Ahora, se animará al propio niño a escribir una carta explicativa sencilla.

"¡No me lo puedo creer! Estoy a punto de llorar", ha confesado a EFE la madre de acogida de Souleymane, Elena Cotarelo, que decidió hacer público el escrito desesperado del pequeño porque ya no sabía a quién acudir y porque pensaba que con ese paso no solo podía ayudarle a él, sino hacer visible un problema que estaba causando angustia a muchos menores que ven encontrado en el fútbol un cauce de integración en la nueva sociedad que los ha acogido, más allá de la mayor o menor habilidad de cada uno con el balón.