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Golf

Arabia Saudí desata la guerra abierta en los 'greens'

El LIV, la Liga de golf financiado por fondos saudís, se prepara para iniciar su segunda temporada en medio de un pulso tóxico con la PGA y el circuito europeo que hace tambalear la estructura de este deporte

Dustin Johnson, en un US Open, en una imagen de archivo. EFE

De un lado están el norirlandés Rory McIlroy, número uno del mundo, y Tiger Woods un icono, ganador de 15 ‘majors’. Los defensores de la tradición del golf. Sus estandartes. Los que se mantienen firmes al lado del circuito estadounidense (PGA Tour) y del europeo (DP World Tour). Del otro, jugadores como elexnúmero uno mundial Dustin Johnson, Sergio García o Phil Mickelson, seducidos por los contratos multimillonarios de una nueva competición, el LIV golf, financiada por fondos soberanos de Arabia Saudí, que amplía sus fronteras en una segunda temporada, a punto de iniciarse, y que está haciendo tambalear las bases de este deporte.

En medio de esos dos bandos se ha abierto un abismo que, conforme pasan los meses, se hace más profundo. Un desafío en toda regla a las estructuras del golf, una guerra en todos los ámbitos, a la que algunos jugadores intentan poner un punto de cordura como el vasco Jon Rahm, que desde el primer momento declaró su lealtad al circuito, pero que ha intentado tender puentes para que la división no vaya a más.

“Tenemos derecho a jugar donde queramos”, afirma Rahm, una de las estrellas del circuito europeo y estadounidense, especialmente molesto porque el conflicto se traslade a la Ryder Cup, la competición entre Europa y Estados Unidos, que este año se disputará en Roma (29 de septiembre a 1 de octubre) y ya se ha cobrado víctimas, caso de Sergio García o el sueco Henrik Stenson, destituido de su papel de capitán europeo de la Ryder por su adhesión a la Liga Saudí.

Más torneos, más dinero

El LIV golf nació hace un año como una propuesta alternativa a los circuitos profesionales con la imagen visible del australiano Greg Norman al frente. Pero sin demasiada credibilidad en sus inicios, pese a las promesas del respaldo multimillonario de un fondo de inversión público del gobierno de Arabia Saudí. La competición nacía como un intento de lavado de imagen del país, que se enfrenta a críticas constantes por su historial en derechos humanos o el recuerdo aún presente del asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Las primeras amenazas a los jugadores de verse excluidos del circuito y un paso atrás de algunos de los reclutados dejaron la impresión de que el LIV acabaría en el olvido. Pero poco más de seis meses después, está más vivo que nunca.

En 2023, el circuito LIV contará con 14 torneos, siete más de los que se disputaron en su temporada inicial y más dinero que nunca, avanzando con fuerza en Estados Unidos, que albergará ocho citas. El 24 de febrero se iniciará en Mayakoba, en la Rivera Maya (México) y concluirá el 3 de noviembre en el Royal Greens Golf de Yeda (Arabia Saudí). Entre las novedades destaca la presencia del que se disputará en el Real Club Valderrama, en San Roque (Cádiz) sede hasta ahora de uno de los torneos españoles que integraban el DP World Tour (del 30 de junio al 2 de julio) y referencia histórica de la Ryder Cup que se disputó en España en 1997.

El goteo de jugadores hacia el LIV ha sido constante desde sus inicios, hasta seducir, por ejemplo, al último ganador del Open Británico, el australiano Cameron Smith. Estrellas del circuito estadounidenses (Dustin Johnson, Bryson DeChambeau, Phil Mickelson), grandes campeones (Brooks Koepka, Patrick Reed, Henrik Stenson), figuras europeas de la Ryder (García, Ian Poulter, Lee Westwood), nuevos talentos del circuito (Joaquim Niemann, Abraham Ancer o Matthe Wolff) o ganadores de siete de los últimos 13 Masters se han unido al proyecto. ¿Las razones? Algunos hablan de un estilo de vida más equilibrado. De la posibilidad de pasar más tiempo con la familia. Pero a nadie escapa que el dinero es el hilo conductor. Cheques con infinitos ceros, un gancho que algunos han acabado por admitir. También es un pulso por el poder. Los jugadores apenas tenían peso en el PGA Tour y su descontento también ha impulsado la división.

Un proyecto rupturista

El dinero saudí ya había entrado en la Fórmula 1 o en la Premier League. Pero aún no lo había hecho en el golf y su irrupción se ha producido con un proyecto rupturista (una competición individual pero también por equipos, tres días de juego, 54 hoyos, salidas simultáneas y la opción de jugar en pantalón corto) y un poder económico difícil de igualar.

Las negociaciones para reclutar a algunas de las estrellas dejaron cifras mareantes. Unos 200 millones para Mickelson, cerca de 125 millones para Johnson o DeChambeau. Unos 100 millones para Koepka, en torno a los 50 para Sergio García, Charl Schwartzel o Patrick Reed. Greg Norman aseguró a Fox News que LIV había ofrecido entre 700 y 800 millones de dólares a Tiger Woods, que este no aceptó. “Se lo que el Tour ha hecho por nosotros, la historia que representa y no entiendo que haya jugadores que ahora le den la espalda a lo que les ha permitido llegar hasta donde están”, zanjó.

Las cifras en premios también resultan mareantes: 25 millones a repartir en cada torneo, 50 en el último. El madrileño Eugenio López-Chacarra, de 22 años, reclutado por estar entre lo mejores amateurs universitarios de EEUU, fue uno de los triunfadores en el torneo del LIV que recaló en Bangkok, en octubre. Su premio por la victoria, cuatro millones de euros, hizo palidecer el de Jon Rahm por esas mismas fechas en el Open de España, unos 300.000 euros.

En manos de los jueces

La reacción del PGA Tour no se ha hecho esperar. Es cierto que ha expulsado a los disidentes, lo que provocó que 11 jugadores lo denunciaran por suspenderles y violar las leyes antimonopolio. El juicio está previsto para agosto de este año.

Pero al tiempo, se ha visto obligado a cambiar. A partir de este 2023, ha cambiado su sistema de competición y ha creado una serie de torneos especiales (17 en total) y ha arrancado el compromiso de los jugadores de competir. La idea es que 25 de los mejores estén siempre. Los premios aumentan al menos hasta los 20 millones de dólares. Y en el Tour Campionship, que decide los bonos de la FedEx Cup (el sistema de puntuación que define al mejor del año) será de 60 millones. "Ahora tenemos más peso y voz en el Tour", admite Rahm.

El circuito europeo no ha ido tan lejos, pero sí que multó con 105.000 dólares a aquellos como el donostiarra Adrián Otaegui o Ian Poulter por participar en uno de los eventos del LIV, el Portland Invitational. Estos acudieron a los tribunales ante el veto de jugar en Escocia y los jueces levantaron la sanción de forma cautelar.

Habrá que ver ahora que sucede con las cuatro citas del Grand Slam (Masters de Augusta, Open Británico, Open de EEUU y PGA Championship), aunque desde Augusta ya se han pronunciado y aceptarán a los jugadores que cumplan con los requisitos. "Creo que los 'grandes' deberían quedar al margen de los circuitos", sugiere Rahm.

“El tema está fuera de control. Vamos a tener un deporte roto durante mucho tiempo”, advierte McIlroy. No hace mucho, el golf dirimía sus diferencias sobre el campo y ahora se ha instalado en un conflicto dentro y fuera de los ‘greens’ del que no se intuye la salida.

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