No habrá sexo en esta jornada de descanso del Tour. Que nadie se escandalice, por favor. Los ciclistas no son distintos al resto de los mortales, como los futbolistas, los tenistas o los atletas. Un Tour representa muchos, muchos días fuera de casa y hasta que apareció el maldito covid, que tanto preocupa ahora a los equipos que disputan la ronda francesa, un día de descanso ya fuera en los Alpes, como ahora, en los Pirineos o en cualquier otra zona de Francia, representaba la visita de la pareja y siempre, siempre, el compañero de la habitación se perdía por el hotel el tiempo que fuera necesario para que se pudiera disfrutar de la intimidad sin prisas y sin disputar una contrarreloj.

En este Tour, ni siquiera, los ciclistas comparten habitación. Todos duermen individualmente porque hay tanto pero tanto miedo a un contagio por covid que hay que procurar en lo posible evitar que el virus ponga en jaque a los equipos. Y, ojo, que nadie aparezca sin mascarilla en las zonas más restringidas del Tour. Es como si gritasen a uno aquello de ‘penitengiate’, como si apareciese Salvatore y montase en bici y en ‘El nombre de la rosa’.

El recuerdo de otros tiempos

Sigue habiendo un AC (antes del coronavirus) en la ronda francesa. Las novias, mujeres, las parejas que sean, ya no viajan en la jornada de descanso. Antaño los hoteles, en un día como este lunes, se llenaban de críos, de cochecitos, de biberones. Ahora, solo hay soledad y, por supuesto, nada de sexo, cero patatero en intimidad. Solo las vídeo llamadas, da igual que sea antes o después de la peor de las etapas, sirven para que el corredor tenga contacto visual con su casa y un día de reposo se vive en plan colega con todos los miembros del equipo: desayuno, una salida en bici para que los músculos de las piernas no se adormezcan, un café o coca-cola por el camino, comida relajada, siesta, faceTime, masaje, cena, infusión, unas risas y a dormir, que el martes comienza el festival de verdad con todas las cuestas por los Alpes.

El puñetero coronavirus ha cambiado, siempre a peor, la vida de las personas y el ciclismo ha sido golpeado de forma feroz. Este año, después de dos ediciones, solo hay que hacer uso de la mascarilla en el contacto con los corredores. Pero, ojo, que no se te ocurra dejarla olvidada porque siempre los miembros de seguridad se acercarán y te ofrecerán una; por cierto, con los colores de la bandera francesa.

Los más jóvenes corredores no habrán conocido las jornadas de descanso en plan fiesta mayor. Llegaban los amigos de los directores con carne fresca, vino de la tierra. Se hacían barbacoas y hasta hubo una ocasión en la que alguien, en Pau y en el Tour de 2010, comió un solomillo que no tocaba.

Ahora ya no hay festival en las habitaciones, ni paseos cogidos de la mano, ni bebés a los que dar el biberón, ni madre a la que besar, ni padre al que abrazar, ni hermano o hermana a la que contarle lo mal que se ha pasado en la primera semana o como se planteó la victoria más inesperada. El covid lo ha cambiado todo y hasta ha hecho que una jornada de descanso se viva sin chispa y sobre todo sin sexo.