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Ídolo roto

La reconstrucción de una leyenda

El libro 'Jesús Rollán, eterno' de los periodistas Paco Ávila y Alberto Martínez busca recuperar la figura del portero de waterpolo, que cayó en el silencio tras su muerte

Jesús Rollán, en una imagen de archivo de 1996, el año del oro de Atlanta. EFE

No es fácil recuperar y dar valor a la figura de un deportista único como Jesús Rollán, cuyo nombre quedó en un limbo de sombras y silencio después de que se quitara la vida un 11 de marzo del 2006, a los 37 años, en el centro de terapia de La Garriga, donde estaba ingresado. Eso es lo que han intentado los periodistas Paco Ávila (Moncada y Reixach, 1964) y Alberto Martínez (Barcelona, 1984) en el libro "Jesús Rollán, eterno. Vida y muerte de una leyenda” (Editorial Corner), que saldrá a la venta este 19 de mayo.

“La idea era reivindicar a Rollán como personaje. Fue una figura del deporte excepcional y sigue siendo una referencia en el mundo del waterpolo muchos años después de su muerte. Nadie se había atrevido a escribir sobre él, ni a contar su historia cuando es una figura más que interesante por sus títulos y su carisma. También pretendíamos normalizar, si puede llamarse así, la situación que genera entre las familias y en las sociedades el tema del suicidio, que es un tema tabú”, comenta Paco Ávila, el inductor inicial del proyecto, que se presentará el 23 en Casa del Llibre en Barcelona, y el 27 de mayo en la sede del COE.

“Teníamos claro que queríamos explicar toda la historia y no pasar de puntillas”, remarca también Alberto Martínez. “Fue el portero de un equipo de leyenda, plata en Barcelona-92, oro en Atlanta-96, dos veces campeón del mundo. Pero detrás de su historia aparece el tema del suicidio, el del acompañamiento emocional que tenía aquella generación de deportistas y también es un retrato de la historia del deporte en una época muy concreta, en la que lo importante era conseguir los éxitos y las medallas”.

 Superar un muro de silencio

En la reconstrucción del personaje, se encontraron al principio con el hermetismo de la familia y del círculo de amigos de Rollán. No cruzaron la frontera de la confianza hasta que no garantizaron la confidencialidad y el 'off the record.' Apenas hay citas textuales en el texto. “A la familia le costó, pero se abrió después de leer los dos primeros capítulos y acabó por convertirse en una forma de terapia”, cuenta Martínez.

Alberto Martínez y Paco Ávila posan con el libro sobre el mítico portero de waterpolo.

Una sesentena de testimonios y entrevistas les ha permitido completar un retrato más que fidedigno del mítico portero, en el que no se eluden su adicción a las drogas, la depresión, en el que se dejan suficientes pistas sobre su relación con la infanta Cristina, la falta de apoyo por parte de Iñaki Urdangarín, amigo personal, pese al requerimiento del entorno del jugador y la ayuda que le llegó de Alejandro Blanco, presidente del comité olímpico, en los momentos más duros de su adicción. También reconstruyen los últimos pasos de su carrera y la depresión que aceleró su caída.

“Tanto con el tema de la infanta como con el tema de las drogas somos transparentes, pero no profundizamos porque no buscábamos el morbo ni creemos que aportara nada a la historia. No era un tema que quisiéramos explotar”, cuentan los autores que han preferido centrarse en otros aspectos de su personalidad. “Era muy competitivo en todo. Explicamos la historia que recibió una carta del Madrid para pasar una prueba. Jugaba bien a básquet, tenis, corría, saltaba. La causalidad le llevó al waterpolo, pero igual nos perdimos un gran jugador de fútbol. Y llevaba la competición a extremos incluso con compañeros“, dice Ávila. “También era muy generoso y altruista. Pensaba más en sus amigos que en él mismo. Ese fue uno de sus problemas”, remarca Martínez. 

El libro descodifica algunas de las claves que rodearon la vida de Rollán pero también deja un regusto amargo por algunas preguntas abiertas, que difícilmente encontrarán respuestas. “La sensación que nos dejó mientras lo escribíamos es que tenía mucha gente alrededor, pero en realidad estaba solo. La familia desconocía su situación. Desde el año 86 y el 2004, lo vieron muy poco, porque estaba siempre de viaje, concentraciones, torneo… Y a los amigos que se preocupaban, les decía: ‘tranquilos que yo controlo’. Pero tras su muerte todos tenían la necesidad de cerrar una herida abierta y creo que este libro lo ha conseguido”, concluye Paco Ávila.

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