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Tenis

El viacrucis de Nadal: de entrenar con muletas a abrazar su 21º Grand Slam

El tenista mallorquín empezó la preparación del Open de Australia peloteando, en Manacor, con los pies clavados en la pista, estático, sin poder desplazarse debido al dolor de su pie

Rafa Nadal, con el trofeo del Open de Australia.

Un día le preguntaron a Vicente Engonga, uno de los futbolistas que más personalidad e implicación ha demostrado en el Real Mallorca, cómo podía intuirse que la vida de un deportista de élite empezaba a apagarse. Y Engonga contestó: “No te retira la edad, ni siquiera la falta de velocidad o resistencia física; te retira el hecho de que, de pronto, te das cuenta que tu cerebro no actúa con la rapidez que actuaba antes”.

De ahí que Rafa Nadal no decaiga ni en sus peores momentos de flaqueza, tanto dentro como fuera de la pista. La estabilidad de su cerebro, su experiencia en la alta competición, el conocimiento de su cuerpo, le convierten, gracias a su privilegiada mente (deportiva) en, casi, casi, invencible, pues su espíritu de superación y su capacidad para levantarse tras una adversidad le convierten en un ganador superior.

Ganar en equipo

Es posible, sí, que muchos no crean a Nadal cuando habla de que sus triunfos son los triunfos de un equipo. Cuando dice que todo se lo debe a su esfuerzo personal pero, sobre todo, a la colaboración de su equipo, liderado por Carlos Moyá. Ese equipo, inseparable en todos los sentidos, ha sido, de nuevo, el auténtico protagonista de una gesta que ni siquiera el propio Nadal podía imaginar: ganar un Grand Slam, el nº 21, arrancando en las peores condiciones de las últimas dos décadas, es decir, viniendo de cinco meses sin competir, de una lesión crónica incurable y de un Covid-19 que le mantuvo inactivo durante días, pocas horas antes de coger el vuelo rumbo a Melbourne para protagonizar otra gran gesta.

Si hablas con los protagonistas de esa gesta te dirán que todo es obra de Nadal, pero no es cierto. Los profesionales de este proceso te cuentan que no han inventado nada, aunque todo en el entorno del tenista balear es original, propio, personal y muy mallorquín. Técnicamente, te cuentan, lo que han hecho se denomina ‘return to play’, es decir, la readaptación deportiva para conseguir que un deportista lesionado se recupere, se readapte a la competición y vuelva a jugar. Eso, en un tenista de 35 años, con lesión grave y cinco meses inactivo, no era nada fácil de lograr. ¿Cómo se hizo? Con lo que ellos también definen como “entrenamiento cooperativo”.

Nadal, cuenta su equipo, se conoce tan bien, por edad, experiencia y aprendizaje, que aporta la información adecuada para programar los entrenamientos

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En el grupo de Nadal, nada se hace porque lo dice Nadal, ni siquiera porque lo decida Moyá. Todo en la vida, entrenamiento, competición y juego de Nadal se hace consensuadamente. “El consenso en todo lo que hacemos”, cuenta uno de los implicados, “arranca, cómo no, del propio Rafa, de lo que llamamos ‘conciencia informada’, basada en el gran conocimiento que Rafa tiene de su cuerpo, de su estado físico. Nadal tiene, por experiencia, edad y porque así ha sido educado, un gran autoconocimiento de sí mismo. De esa manera, no solo se autoregula sino que nos aporta la información que nos falta, a nosotros, los profesionales, los expertos, los técnicos, para programar los entrenamientos”.

Así empezó todo

Todo este proceso, en el camino hacia la gloria absoluta en Melbourne, arranca, cómo no, de situaciones desesperadas, duras, tristes, dolorosas. De ser eliminado en Roland Garros por Novak Djokovic, de no acudir a Wimbledon, de una intentona fallida en Washington y Cincinnati y, sí, de la comprobación de que ese escafoides roto de su pie izquierdo es una lesión incurable.

De ahí arranca el Nadal que, con más fuerza mental que física, supera en cuartos de final el golpe de calor que le pudo hacer caer ante el rebelde Denis Shapovalov, soporta el intento de remontada de Matteo Berrettini en semifinales y acaba remontando ante el duro (y favorito) Daniil Medvédev en la final.

Todo empieza con un Nadal caminando, muy lentamente, ayudado de las muletas tras una intervención misteriosa en Madrid. Ese Nadal, que inició los entrenamientos de cara a Australia con las muletas junto a la línea de fondo de su pista talismán en la Academia, que se pasó un montón de días, no uno, ni dos, ni tres, muchos, golpeando la bola en estático, sin desplazarse, sin moverse, con los pies fijos en la pista, pero sintiendo la pelota en su muñeca, estaba dispuesto no solo a soportar el dolor, que era grande, sino a someterse a un régimen alimenticio “casi de monje”, con el descanso adecuado y una enorme disciplina para poder volver a sentirse vivo y tenista, según relatan varias de las personas de la Academia de Manacor que le han visto trabajar, y muy duro, estos últimos meses.

Fe ciega en Rafa

“Los planes se trazaban día a día, pues vivíamos de la incertidumbre que generaba su pie, la recuperación de esa lesión. Jamás hubo una queja suya, ¡jamás!, pero sabíamos que él sufría, un día con más dolor que otro, con cierta inmovilidad, tristeza, pero siempre con confianza. Él jamás dejó de creer. Es Rafa Nadal y todos estamos acostumbrados a que, de pronto, lo veríamos sano y resurgir”, explica un miembro de su equipo. Ese ‘team’ que es “la parte socioafectiva que mantiene vivo y competitivo a Rafa”.

En este sentido, todos los consultados convierten a Moyá en la persona clave en este proceso de resurrección. “No hay duda de que para Rafa dejar a su tío Toni y ponerse en manos de Carlos fue una decisión muy importante, pero sumamente acertada. Moyá es muy inteligente, conoce mucho a Rafa, analiza los partidos y los rivales con enorme sensatez y prepara los entrenamientos con habilidad. Pero, sobre todo, en lo que es genial es en apaciguar a la fiera, en controlar al pura sangre que es Rafa. Moyá es partidario de que ‘menos es más’ y siempre toma las decisiones con enorme determinación. Y todas buenas para Rafa, todas”, cuenta una persona que ya no pertenece al equipo de Nadal, pero que ha trabajado con él.

En los últimos meses, relatan los implicados en el akelarre de gloria que ha supuesto la conquista del 21 Grand Slam que ha convertido a Rafa Nadal ya en un deportista mítico, ha habido días buenos, regulares, malos y horribles. “Ha habido un martes con dolor, un miércoles que hacía mucho frío, un jueves donde Rafa no quería trabajar y ahí ha surgido siempre el equipo que lo ha hecho todo posible y agradable. Porque Rafa, en efecto, trabaja con gente cercana, con gente de su entera confianza, con gente amiga, con profesionales que le adoran pero, sobre todo, con un equipo que le obliga a trabajar siempre, cada día”.

Y llegó el Covid-19

Al margen de la lesión, las muletas, el dolor, la incertidumbre del pie, lo peor en este largo y, al final, exitoso proceso fue el Covid-19 del que se contagió en Abu Dabi. Se produjo en los días claves, en el pico más importante de la preparación cuando ya estaba haciendo las maletas rumbo a Australia. Y fueron siete días de parón “total”, cuatro días con fiebre alta en la cama y tres días tirado en el sofá. “Y, a todo eso, hay que sumar lo que significa para un deportista de alta competición estar confinado una semana entera antes de una de las competiciones más importantes de su calendario. Tremendo”.

No hay duda de que ese ‘return to play’ ha ido acompañado, de la mano de un inspiradísimo y siempre discreto Moyá, de una meticulosa y paulatina manera de evolucionar el juego de Nadal intentando acortar la duración de los juegos, mejorando ostensiblemente su saque, el que le salvó en el quinto set ante Shapovalov, siendo más agresivo cuando se pueda, tratando, en fin, de desgastarse lo menos posible.

“De ahí que sacar adelante aquel martes con dolor, aquel miércoles con frío, aquel jueves donde Rafa tenía pereza, haya sido vital, importantísimo, decisivo para culminar con un triunfo más que inesperado para todos en Melbourne”, insiste un miembro destacado del equipo de Nadal. “Porque sacar, como sea, el entrenamiento de ese día adelante, aunque duela, es lo que te da la fortaleza mental para, luego, afrontar los puntos y juegos vitales en los que le demuestras a tu rival que vas a ser duro de pelar. Cosa que, en Rafa, es marca de la casa”.

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