Acabada la final, y acompañado de todo su equipo, Rafa Nadal se coló en el vestuario de la pista central de Melbourne. Se tiró derrengado al suelo y de inmediato se levantó para ponerse a hacer bici estática después de conquistar el Open de Australia, su Grand Slam número 21 que le coloca por encima de Djokovic y Federer.

"Es increíble verme aquí con el trofeo frente a todos vosotros porque hace mes y medio no sabía si volvería a jugar al tenis", había dicho minutos antes el tenista balear ante los miles de aficionados que habían asistido a una final increíble. Realmente increíble.

"Ha sido uno de los partidos más emotivos de mi carrera como tenista", había confesado Nadal antes de subirse a esa bicicleta estática mientras charlaba con Carlos Moyá, su entrenador, y Marc López, que estrenaba en el Open de Australia su nuevo trabajo dentro del cuadro técnico que acompaña al tenista de Manacor.

"Estoy seguro de que tú ganaras varias veces este torneo", le dijo con ese tono tan deportivo como elegante Nadal a Medvedev. “Rafa, creo que has hecho un gran partido. Enhorabuena por tu vigésimo primer Grand Slam”, le había dicho antes el ruso. Luego, ya en el gimnasio, el mallorquín recibió la visita del australiano Rod Laver, una de las grandes leyendas del tenis mundial.

“Es uno de los momentos más emocionantes de mi carrera”, ha dicho Nadal, quien a sus 35 años encontró en Melbourne la recompensa a meses complicados, donde llegó a plantearse su carrera deportiva debido a su grave lesión en el pie derecho, unido, además a que quedó confinado por contagiarse del coronavirus. Ahora, en cambio, abandona Australia con su leyenda todavía más grande. “Hace poco no sabía si jugaría más Open de Australia, pero ahora estoy lleno de energía y espero veros a todos en el 2023”.