Anass Bourass e Indre Barkute hicieron buenos los pronósticos y tomaron la catedral de Ibiza en la gran clásica ibicenca de fin de año, recuperando el trono tras los dos últimos reinados de los anteayer ausentes Adrián Guirado y Atteneri Tur. (Ver galería de imágenes)

El corredor marroquí fue el primero en cruzar la línea de meta tras completar en 7 minutos y 49 segundos el empinado trazado de 2.330 metros con salida junto a la plaza de es Martell, en el puerto de Vila. Bourass se dejó llevar en los metros finales ante los aplausos del público que abarrotó la plaza de la Catedral de Dalt Vila y solo un segundo después comenzó a entrar a borbotones el grupo perseguidor, con Daniel Planells como subcampeón de la Pujada y Toni Tugores ocupando el tercer cajón del podio.

El hecho de que un grupo compacto de varias decenas de unidades pugnase por el triunfo dio espectacularidad a la prueba, circunstancia que destacó el director de carrera, Joan Roig.

Buena parte de los 638 deportistas que despidieron el año ascendiendo Dalt Vila al esprint -solo un puñado menos que la pasada edición- lo hicieron cubiertos por originales disfraces, muchos de ellos grupales, que alegraron las animadas calles de la Marina y el casco viejo de la ciudad. Atuendos muy currados como los Pitufos, el monstruo del Lago Ness, los cubos de Rubik, los Pageses o las Marujas.

Muy por delante de todos ellos alcanzó la meta, realmente fatigada, Indre Barkute, campeona femenina con un tiempo de nueve minutos y 24 segundos. Noelia Pérez Tur, que comparte su antigua pasión con el crossfit y la halterofilia, llegó en segunda posición a 14 segundos de la deportista lituana, mientras que la juvenil Aora Manzano completó el podio femenino.

«La prueba más dura»

La vencedora reconoció tras recobrar el aliento que la Pujada a la Catedral «es la prueba más dura» del calendario ibicenco, «más que un 10.000», puntualizó Barkute, que como Anass Bourass logró su primer triunfo en 2016.

«A ratos me encontré bien, la última parte se me hizo eterna, si me hubiera pasado [Noelia Pérez] no tenía fuerzas ni para esprintar. Pero contenta por haber terminado, la verdad es que es la más dura del año. Es a tope todo el rato», resumió la vencedora, que sabía que su máxima rival le pisaba los talones por los ánimos de la gente. «En la última cuesta me giré para ver si estaba muy cerca, por si tenía que apretar, y no lo estaba tanto», añadió la lituana, que ha completado su mejor año a nivel de resultados en la isla. «Ojalá el año que viene -ya el actual, 2020- siga por lo menos igual. Intentaré fijarme un poco más en el triatlón e intentar competir como élite», puntualizó.

Mientras tanto, el ganador absoluto afirmó que, como en tantas pruebas populares, se tomó la Pujada «como un entrenamiento». «Pensaba correr la San Silvestre vallecana pero mi entrenador no me dejó porque tengo que preparar los 10 kilómetros de Valencia, donde quiero hacer marca, y es el próximo día 12», aseguró el joven atleta independiente, quien añadió que «apenas» hizo «fuerza» en las rampas de Dalt Vila, «sólo en los últimos 200 metros». «No me parece muy dura, hago muchas cuestas en mis entrenamientos, hago 10 kilómetros de cuestas, esto no es nada», dijo confiado.

Bourass puso en evidencia el pique deportivo que tiene con su compañero Adrián Guirado, el gran ausente ayer en la catedral. «Me dijo que venía y al final no lo ha hecho. No sé qué le pasa, cuando corro yo, él no corre y cuando yo no estoy, él corre. Somos amigos, da igual si gana él o yo. No pasa nada», señaló al respecto. Por último, se mostró convencido de que en 2020 logrará bajar por primera vez de los 30 minutos en su distancia predilecta, los 10.000 metros. «Como este año estoy entrenando bien con Joan, mi marca es 30:12 así que creo que lo conseguiré», concluyó.