El alpinismo ibicenco pide paso y quiere crecer. Con el objetivo de conseguir visibilidad, hacerse poco a poco un hueco y ganar nuevos practicantes, cinco alpinistas de Ibiza ascendieron esta semana el monte Elbrus (Rusia), que con 5.642 metros pugna junto con el Mont Blanc (4.807 metros) por el título de la montaña más alta de Europa. «La idea era promocionar el alpinismo y el deporte de montaña en Ibiza. Aquí somos cuatro practicantes y no hay gente para hacer cosas de estas», explica Félix Sánchez, líder de una expedición en la que también participaron Giulio Magnasco, David Santacruz, Cristian Fontán y Alejandro Pla.

Sánchez, presidente del Club Eivissenc de Muntanya, lleva ya varios años promocionando la escuela municipal de Ibiza de escalada, en la que cuenta con unos 70 niños y niñas, pero también la vertiente relacionada con el alpinismo para adultos. Espera que «poquito a poco» su deporte crezca y puedan plantearse un reto destacado cada año o cada dos.

Para esta ocasión pudo reunir un grupo de diferentes deportistas para coronar «un pico llamativo», que «para iniciación no es técnico y que lo puede hacer prácticamente cualquiera» que esté «físicamente fuerte». Finalmente, de Ibiza partieron cinco personas, a las que se unieron la mallorquina Dalila Llanos y los navarros Cristina Arizkuren y Alberto Urtasun.

Días después, aún saborean «una buena experiencia», comenta Giulio Magnasco, corredor de ultrafondo que ya había ascendido en el pasado otras cumbres como el Mont Blanc y el Monte Rosa, y que asegura que en el proyecto para subir al Elbrus han funcionado «como equipo».

Para poder completar la ascensión al monte Elbrus han necesitado unos «diez o once días, incluyendo los viajes», dice Sánchez. Uno de los grandes problemas a los que se enfrentaron fue la «aclimatación» a la altura, pero poco a poco fueron superando etapas para cumplir el propósito.

«La sensación allí arriba es espectacular, aunque nos hubiera gustado apreciar un poco más las vistas, pero se hizo muy duro porque eran 1.800 metros de desnivel positivo», apunta Magnasco.

«Es el problema que tiene el Elbrus. De donde sales hasta la cumbre son 1.800 metros de altitud los que hay que recorrer. Ya estando aclimatado cuesta bastante», recalca Sánchez, que explica cuál es la metodología en el alpinismo. «Hay que intentar cada día subir un poco más en altura, bajar un poco [al campamento base] y dormir. Así se va aclimatando bien, hasta el día que se ataca la cumbre desde el refugio en el que estamos», cuenta.

Ese día, en el que hicieron cumbre, se levantaron a las dos de la mañana y encontraron «unas condiciones perfectas» para la ascensión, apunta Fontán. Tras diez horas de esfuerzo completaron su objetivo de subir y bajar.

Magnasco afirma que «no» pasó miedo porque «esta montaña en sí es más un trekking de altura que una escalada», pero siempre hay que mantener el «respeto» por la montaña. «Siempre, ante todo. Estás en un entorno que no es el tuyo. Ahí no puede haber fallos y debes regirte por tu instinto», declara Fontán. «La que hemos hecho no es una montaña peligrosa. Miedo no, pero te puede impresionar si no estás acostumbrado», opina Sánchez.Desean nuevos retos

Desean nuevos retos

Aún no tienen encima de la mesa nuevos retos concretos, pero «poco a poco» quieren ir «haciendo cosas». De momento, han comenzado con la ascensión al monte Elbrus, que forma parte del proyecto de 'Siete cimas, siete continentes'.

Para ello han tenido que prepararse físicamente para estar «en forma» con el objetivo de conseguir «más aguante y más resistencia». «Es lo que pedía a los compañeros», comenta Sánchez. En marzo hicieron una salida para subir el Aneto con el objetivo de conocerse todos mejor.

«Es una subida que te lleva horas», comenta Fontán, que igual que sus compañeros sintió una gran satisfacción al llegar a la cima.

«Cuando acabas se siente felicidad porque al final no es sólo el estar allí una semana o diez días y el hacerlo, sino el trabajo invisible de aquí, tanto de entrenar como del dinero que cuesta, que es mucho», afirma Magnasco.

En total, el viaje hacia allá les supuso unos 2.000 euros, a los que hay que sumarle lo invertido en material y el entrenamiento.

Todos se llevan una magnífica experiencia pero, sobre todo, la amistad de cada uno del resto de compañeros.