Mantener una conversación con Jordi Fernández Sánchez (Barcelona, 13 de julio de 1954) supone un ‘chute’ de positivismo importante. El entrenador de baloncesto no ha perdido la sonrisa ni el buen humor que siempre le han caracterizado. El golpe que le dio la vida en abril de 2012, cuando se le diagnosticó una enfermedad degenerativa cervical, no ha podido con él. Perdió casi toda la movilidad, pero ahora, tras varias operaciones, se ayuda de una muleta para caminar y en el futuro espera no tener que usarla. En todo este tiempo el baloncesto pasó a un segundo plano para él, pero el deporte de la canasta vuelve a cruzarse de lleno en su camino. Entrena al PDV/Portus Frufor, equipo con el que cosechó grandes éxitos en la Liga Femenina (como el subcampeonato de Copa y el tercer puesto en el torneo liguero) y que actualmente dirige en Primera.

—¿Cómo le ha sentado volver a entrenar al PDV, ahora en la Primera División femenina?

—Me ha venido muy bien. Primero porque me ha servido para volver a ejercer mi profesión, pero sobre todo mentalmente, porque me ha permitido entretenerme. Es verdad que no puedo ejercer de entrenador al cien por cien por cómo estoy, pero me ha venido fenomenal para distraerme y divertirme.

—¿Cómo se sintió el pasado domingo al volver a dirigir un partido después de tanto tiempo?

—Muy contento. Fueron sensaciones que ahora en esta categoría pueden sonar un poco a romanticismo, pero me sentí como si estuviera otra vez en la brecha y empezando. Al fin y al cabo, cuando yo comencé en baloncesto femenino en el Santa Rosa de Lima fue un poco como ahora. Y mira, en tres años ascendimos a la máxima categoría nacional. ¿Por qué no volver a intentar otra cosa así que fue una experiencia muy bonita?

—¿Qué le pasó por la cabeza en ese partido frente al Sa Cimentera Campos cuando se vio dirigiendo de nuevo a su PDV?

—Que me gustaría volver a ser lo que fuimos [en referencia a la gloriosa etapa del PDV en la Liga Femenina bajo su mando como entrenador]. Vivimos cinco años haciendo las cosas muy bien y siendo muy felices. Creo que eso nos gustaría a todos: a la prensa, a los directivos, a mí y a todo el mundo. Otra cosa es que sabemos que es complicado por las dificultades de todo tipo que hay ahora mismo. Nosotros, en lo deportivo, intentaremos hacerlo de la mejor manera posible.

—¿Le gustaría triunfar de nuevo como lo hizo en el pasado?

—Lo que me gustaría mucho es volver a impulsar el baloncesto femenino en la isla. Me agradaría ser yo la persona que lo consiga entrenando.

—El proyecto con el club era ir poco a poco, sin exigencias, pero parece ser que usted ya tiene el gusanillo de tomárselo casi al modo profesional.

—No lo sé hacer de otra manera. Competir es competir. No sería honesto si me lo tomase en broma por el hecho de estar en Primera División. Sabemos que hay una serie de cosas que hay que respetar, porque las jugadoras de la plantilla son completamente amateurs y tienen problemas de trabajo. Entrenamos tres días a la semana por la noche, pero en las sesiones que hacemos hay que tener un compromiso y una seriedad. Eso se está consiguiendo.

—¿Cómo son los entrenamientos? ¿Cómo se apaña?

—Ya ha habido varios lanzamientos de muleta [bromea]. No quiero decir que la haya tirado contra nadie, pero es lo mismo que hacía en los partidos cuando me quitaba la chaqueta y la arrojaba al suelo, aunque ahora con la muleta porque es lo que tengo más a mano. Ha habido ya alguna voz más alta que otra porque cuando no salen las cosas me cabreo. Los entrenamientos son completamente en serio y como si estuviéramos jugando en competición europea. En casa ya tengo las pizarras y estoy preparando alguna zona defensiva.

—¿Cómo es este equipo del Puig d’en Valls/Portus-Frufor?

— Tenemos la suerte de tener a una cantidad de jugadoras que han estado en dinámica de Liga Femenina y de Liga Femenina-2. Por ejemplo, Eva Yepes; Irache Cabrera, que aparte de jugar en el Tanit yo la tuve en una concentración de la selección española sub-20 y es una buena jugadora; Esther Torres, que ha estado siempre en las categorías inferiores del PDV y me ha sorprendido muchísimo; y también Sabina Burguera, dentro de las que han estado a más nivel. El resto de chicas que complementan la plantilla no lo hacen mal y ponen mucha ilusión y concentración. Creo que somos un conjunto que tenemos mimbres y herramientas para llegar a hacerlo bien.

—Y tan bien. Sin comerlo ni beberlo, con pocos entrenamientos por delante, arrollaron a un rival que es de los teóricos fuertes de la categoría.

—Es cierto. Allí se juega un Copa, antes de la Liga, y el Campos quedó tercero. Es verdad que hay un salto importante entre las primeras y las segundas, que son Andratx y Sant Josep, con el resto. O sea que nosotras, como mínimo, deberíamos quedar terceras [ríe].

—¿En la directiva tiemblan con la posibilidad de que el equipo acabe primero y logre el ascenso a la Liga Femenina-2?

—Un poquito. Hacemos bromas, pero la directiva del club ha pasado y está pasando por una situación dura [en el plano económico]. Nadie se imagina la preocupación de volver a estar en una categoría semiprofesional, pero yo estoy seguro de que todos tenemos el mismo sentimiento: «No puede ser, pero qué pasa. ¿Por qué no lo podemos intentar?»

—¿Y si se diera el caso de que acaban primeros y se ganan el derecho a subir?

—No lo sé, habría que preguntárselo a la directiva. Yo creo que en principio habría que ingresar en una clínica a Vicent Torres, el presidente del club, porque le daría algo. Una vez superado el disgusto, no sé lo que pasaría [bromea Fernández]. Creo que ahora mismo nadie se lo plantea. Hablarles de complicarles la vida, con el problema que tienen, da hasta reparo. Pero también es verdad que los conozco y a nadie le amarga un dulce. A lo mejor es prematuro pensar en subir este año, pero estoy convencido de que el PDV va a volver a intentará regresar a una categoría superior algún día.

—¿Lo importante es quizás que el PDV vuelve a coger un rumbo más interesante?

—Sin duda. Creo que con la persona con la que más me he peleado en la vida es con Víctor Torres [director técnico del Club Bàsquet Puig d’en Valls]. Hemos llegado a ser casi un matrimonio deportivo.

Pero es verdad que el tío siempre tiene un toque que acierta. Él sabía que yo no estaba en condiciones físicas de entrenar, pero también era consciente que de alguna manera íbamos a resucitar y recuperar la ilusión. Creo que eso lo ha conseguido el PDV y me lo ha transmitido a mí. Fue una muy buena idea de este hombre.

—Y pensaron en usted de nuevo para dirigir el nuevo proyecto.

—Los cinco años que he estado aquí no se pueden comparar con ninguno a los que he pasado entrenando en otros lugares de España. Es muy difícil estar en un sitio en el que vayan bien las cosas en lo profesional, llegues a tener esa amistad con la directiva y te encuentres tan a gusto residiendo en un lugar. De hecho, me he quedado a vivir en Santa Eulària. Otra vez más se han acordado de mí y estoy como en mi casa.

—¿Cuándo se produce la llamada de Víctor Torres para que vuelva a entrenar al PDV?

—No es una sola. Él, una vez más, me ha ayudado durante toda mi enfermedad. Es un gran amigo.

Siempre hablamos de la posibilidad de volver, pero estando yo como estaba era una utopía. En el momento que el vio que podía recogerme en un coche y sentarme como un Cid Campeador, me lo propuso y acepté. Se lo agradezco mucho.

—¿Cómo ve la actual Liga Femenina de baloncesto?

—Muy mal. La veo con muy poca salud, como yo. Ha bajado mucho su nivel. Las jugadoras importantes ya no vienen a la Liga española porque no hay dinero. Incluso las baloncestistas nacionales se van fuera pot el mismo motivo. Va a costar años volver a ser lo que fuimos, probablemente la mejor competición de baloncesto femenino de Europa.

—Usted llevó al PDV muy alto en esa época de la que habla.

—La gente recuerda mucho mi último año aquí [2009] porque fuimos subcampeones de la Copa de la Reina, pero creo que mi mejor equipo en la isla fue el de la penúltima temporada [2007-08]. Se perdió por dos canastas la eliminatoria de semifinales de la Liga contra Salamanca y al final fuimos terceros. Para trabajar ha sido el mejor conjunto que he tenido, entre los de clase media-alta que he dirigido. Porque luego están Perfumerías Avenida y Ros Casares, a los que también entrené.

—Y ha entrenado a una jugadora como Sancho Lyttle, que fue en el PDV donde se destapó como estrella. Cuente su historia.

—Al principio de estar aquí no rendía lo que nosotros creíamos que podía. Una Navidad me enfadé con ella y a partir de esa bronca empezó a despuntar y no ha parado. Todo lo que toca lo hace oro. Cuando llegó al PDV era una cría que tenía muy poca experiencia en el baloncesto. Pensaba que con lo que estaba haciendo era suficiente. Hasta que no se dio cuenta que tenía que solucionarnos muchas cosas no estuvo a su nivel. Aparte de lo buena que es, es una gran persona. La tuve cuatro años, tres aquí y uno en Salamanca, y nunca tuve el más mínimo problema con ella. Su descubrimiento fue de Víctor Torres, que acertó de pleno. Lyttle nos dio muchos días de gloria, pero como nos dieron otras jugadoras como Silvia Morales, por ejemplo.