Cinco semanas quedan para que Salva Crespo vuelva a codearse con lo más granado del atletismo nacional en el Campeonato de España de pista cubierta. Será Sabadell la ciudad donde este valenciano afincado en Eivissa desde hace tres años intente revivir el bronce al aire libre que consiguió en 2004 en los 800 metros. Peleará el metal en medio de una prueba cruel, un sprint interminable en el que, trotando siempre sobre el mapa mental de la estrategia, todo se resuelve en menos de dos minutos.

En medio de esa recta final de preparación física y mental, nada mejor que mimar ego y músculos con una victoria en una prueba popular por delante de un enemigo de postín. Irradiando ilusión, la que ha recuperado este mediofondista nacido en Alzira hace 29 años desde que entrena con el CA Pitiús, Crespo se presentó ayer más puntual que ninguno en el Puig de Missa de Santa Eulària para ganar la Pujada que une el Paseo Marítimo con la iglesia de la localidad. Y por detrás, atípica imagen en los últimos meses, entró Adrián Guirado.

Tras 2.200 metros de carrera (cuesta arriba el último kilómetro), la noticia saltó en las alturas, empujada por el frío viento que lamía la pancarta de meta, arrastrada por la fuerza de Crespo, que sacó de punto a su rival, poco acostumbrado a ver a atletas por delante de su zancada, alejándole a cuatro segundos. El repaso a la hemeroteca reciente es una continua marcha triunfal de Guirado. Desde la Portus Magnus, solo perdía una prueba cuando se lesionaba, como le pasó en Sant Mateu o en el cross disputado en sa Joveria.

¿Adivinan quién batió al fondista de la cabeza rapada el pasado 1 de abril? Quién sino Crespo, que después de dedicarse profesionalmente al atletismo durante siete años (2002-2009) dejó de correr durante una campaña entera. Hasta que picó el cebo de ponerse a trotar en una prueba popular en la isla, donde llegó en 2010 para trabajar como maestro de Primaria.

Afinada la forma, el levantino se ha convertido en el acicate perfecto para Guirado, que atacará en breve la mínima nacional para el 3.000; o para otros jóvenes valores como Ibrahim Laghdassi, tercero ayer después de perder la zapatilla derecha en el tramo final de la carrera, o Alexia Hartmann, que no se rinde nunca y volvió a llevarse la prueba femenina con amplio margen sobre Noelia Pérez. Todos ellos llegaron a la cima con las revoluciones disparadas, nada que ver con el lento arranque, motivado por el respeto que los dos gallos del corral atlético pitiuso, amigos, eso sí, fuera de la pista.