Durante el último año la palabra epidemia se ha ido utilizando cada vez más. Aún así, este término no solo corresponde a factores de índole vírica. Nuestros hábitos como sociedad (hablando a nivel estatal) nos llevan a liderar un ranking que, a medio y largo plazo, puede suponer un jaque para la sanidad pública y la salud general de la población.

Hablamos de la obesidad infantil. Tras un estudio publicado el 2020 por la Revista Española de Cardiología en base a datos de la ENPE (Encuesta Nutricional de la Población Española) en los que se analizó a más de mil jóvenes entre 3 y 24 años de toda España, observamos que la tendencia en cuanto a obesidad y sobrepeso infantil está a la alza en nuestro país.

El tamaño de la muestra del estudio y la metodología utilizada permite extrapolar los resultados a gran escala. Y creeme que los resultados son algo altamente alarmantes.

Normalmente vemos a Estados Unidos como el gran referente de la obesidad, la comida basura y el sedentarismo. ¿Pero qué sucedería si te digo que ya igualamos esos datos?

Aproximadamente 4 de cada 10 niños en España padece sobrepeso u obesidad.

Esta situación está trascendiendo a todos los países modernizados donde la comida basura, el azúcar refinado y el sedentarismo van de la mano de un estilo de vida que aboga por la inmediatez y la recompensa sin esfuerzo.

Normalizamos comidas y bebidas altamente azucaradas sin ser conscientes que toda la absorción de este azúcar industrial comportará procesos digestivos y hormonales que favorecen, a la larga, peores hábitos alimenticios y consecuentemente enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas.

El New York Times publicaba un artículo el 2016 llamado “How the Sugar Industry ShiftedBlame to Fat” donde se desenmascara la edulcoración (nunca mejor dicho) de los resultados de estudios científicos relacionados con la alimentación entre los años 60 y 80.

En estos estudios, que posteriormente se publicaron en revistas de prestigio como el New

England Journal of Medicine, se culpabilizaba a la grasa en la comida de los problemas de sobrepeso y obesidad, omitiendo la verdad y desinformando a la población sobre el auténtico comportamiento nocivo del azúcar industrial.

Hoy en día es bien sabido que la ingesta de grasa (siempre y cuando esta sea de calidad) es absolutamente necesaria para el correcto funcionamiento hormonal de nuestro organismo. Aún así, más de una generación ha crecido bajo el lema del producto “light” sin grasas, llenando a cambio las despensas de azúcar afectando al tipo de consumo en sus casas.

Dicho esto, no todo es desesperanzador. Los niños y niñas se comportan mayoritariamente como su entorno. Como adultos, debemos responsabilizarnos y más que nunca predicar con el ejemplo. Una vida activa, con movimiento y basada en comida real no sólo mejorará nuestra salud y calidad de vida. Estaremos, a la vez, creando el escenario para que las nuevas generaciones opten por una vida sin enfermedade