Emmanuel Carrère. Un testimonio devastador y luminoso

Impredecible, desmedido, polémico, egocéntrico y con una escritura hipnótica, Carrère se detiene en un suceso o personaje que llama su atención y lo disecciona

Emmanuel Carrère, en Barcelona.

Emmanuel Carrère, en Barcelona. / Efe

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

Ibiza

«Pienso que como escritor no debería hacer daño a la gente, pero es una regla que transgredo. La escritura me arrastra». E. Carrère.

De los escritores franceses vivos, sigo con especial atención, por la calidad de su escritura y la actualidad y singularidad de los temas que aborda de manera crítica, lúcida y provocativa, a Emmanuel Carrère, un escritor rompedor de cuya lectura no salimos indemnes. Sin acudir para nada a la ficción, la realidad le da sobrados argumentos y motivos de análisis y reflexión a partir de sucesos y experiencias hirientes y desconcertantes que deberían golpearnos, pero que leemos en los periódicos y vemos en la televisión sin pestañear, posiblemente porque son cosa de cada día y la saturación nos ha encallecido. Carrère no las pasa por alto. Impredecible, desmedido, polémico, egocéntrico y con una escritura hipnótica, Carrère se detiene en un suceso o personaje que llama su atención y lo indaga, lo disecciona, reflexiona y nos descubre la deshumanización y las flaquezas de nuestro incivilizado mundo.

En ‘V-13’ nos habla de los atentados yihadistas que sufrió París el 13 de noviembre de 2015. En ‘Una novela rusa’ recoge una dolorosa investigación sobre la historia de su madre y de su abuelo ejecutado por colaborar con el nazismo, un secreto que atormentaba y escondía su familia.

En ‘De vidas ajenas’, Carrère pasa con su compañera y sus hijos unos días de vacaciones en un pueblo turístico de Sri Lanka cuando el tsunami de 2004 lo arrasa todo y el escritor se ve en la obligación moral de explicarnos el desastre y, más concretamente, lo que significa la muerte de un hijo para sus padres y de una mujer joven para sus hijos y su marido.

En ‘Yoga’, su última obra, se abre en canal y nos explica su bajada a los infiernos, una grave depresión que le tienta al suicidio, su hospitalización, en la que no nos ahorra los electroshocks que le aplican y el diagnóstico que le dan, trastorno bipolar.

En ‘El Adversario’ nos explica la historia real de Jean-Claude Romand que vive de continuas mentiras y antes de que la sociedad y los suyos descubran su engaño, se levanta una mañana, mata a toda su familia y se quita la vida. Y en ‘Limonov’, -Premio Renaudot, Premio de la Lengua francesa y Prix des Prix, -reconocimiento que se hace entre las obras ganadoras de los principales ocho premios literarios franceses, entre ellos el Goncourt, el Médicis y el de la Académie Française-, nos ofrece una indagación deslumbrante sobre las paradojas de la condición humana a través de la biografía de un personaje real, desmesurado y estrafalario, con una peripecia vital inverosímil que le permite trazar un contundente retrato de la Rusia de los últimos 50 años. Lo sorprendente de Carrère es que, todo terreno, no sólo destaca como escritor con reconocimientos como el Premio FIL de Literatura en Lenguas Románicas y el Princesa de Asturias de las Letras, sino que es también director, guionista, actor y productor de cine y series de TV, con éxito en todos los campos.

El 13 de noviembre de 2017 asistí a la entrevista que en La Pedrera (Barcelona) le hizo Esther Vera, directora del diario ARA, en un espacio de diálogo, ‘Las Conversaciones’, que como dice su programa «va más allá de las obras por las que se conoce a los personajes invitados, para analizar el presente a través de su mirada y con el objetivo de crear una opinión fundamentada sobre el mundo en que vivimos». Allí estaba también Jorge Herralde, de Anagrama, su editor en España. Aunque lamenté que no dejaran hacer preguntas al final de la entrevista, fue una sesión interesante y me sorprendió su interés por la ficción –recalcó su admiración por Philip K. Dick al que calificó de profético por anticipar el mundo en que vivimos-, siendo que él trabaja casi exclusivamente a partir de hechos y vidas reales.

Entrada y salida en la fe

Precisamente por esta curiosa anomalía dentro del conjunto de su obra, comentaré cuatro cosas del único texto que conozco en el que, por la vía de una brutal exploración autobiográfíca, habla de una guisa de iluminación mística y de su paulina conversión a la fe cristiana en un momento de crisis a comienzos de los años 90 que le lleva a la misa diaria. De aquella experiencia nace ‘El Reino’, una de sus obras más ambiciosas y mejor trabajadas, pero desconcertante porque con la misma facilidad con la que abraza la fe, sale de ella y vuelve a su natural agnosticismo.

Como un detective, en una investigación histórica y periodística, indaga en los Evangelios los orígenes de las primeras comunidades cristianas, cuestiona el dogma y plantea hechos espinosos pero definitivos como la resurrección –o desaparición- del cadáver de Jesús, lo que provoca en el escritor –como en todos nosotros- dudas y perplejidad. En cualquier caso, se queda con la revolucionaria inversión de valores de las Bienaventuranzas, donde los últimos son los primeros, los pobres, los mansos, los que lloran y pasan hambre, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz y los perseguidos por la justicia. Se queda, en fin, con el mensaje transgresor de los Evangelios donde los pobres lo tienen más fácil que los ricos, donde se perdona a los enemigos porque «no saben lo que hacen» y con el escándalo de un Dios crucificado, es decir, con la incomprensible desmesura de la fe. La obra, que supera las 500 páginas en un tremendo tour de force que crea un fresco épico y grandioso, una singular aventura de historia y de introspección. Con aportaciones tan curiosas como la de decirnos que, mientras Mateo, Lucas y Marcos, dicen del Maestro lo que les han contado, Juan, el único que convivió con Jesús, es también el único que explica cómo, antes de repartir el pan y el vino, el Maestro, de rodillas, lava los pies de sus discípulos en un acto que entonces se asignaba a los esclavos. A partir de aquí, Carrère se pregunta si no será el Lavatorio tan importante como la Eucaristía. «No lo sé» es la última frase de la obra. Este es el libro que recomendaría a quien no haya leído a Carrère.

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